os últimos datos acerca de los desempleados en el país ofrecidos por el Inegi son realmente desilusionantes, por más que la Secretaría del Trabajo y sus voceros pretendan justificar el incremento a 5.8 por ciento diciendo que es normal al inicio de cada año debido al recorte de los empleos eventuales del fin de año
. Si comparamos el mismo dato del año pasado y que fue del 5 por ciento, quiere decir, les guste o no, que ha aumentado.
Negar la evidencia es la peor política que puede ejercer un gobierno pues, además de que no engaña a nadie, tratan de evitar que se discutan los graves problemas nacionales y por lo tanto buscar las estrategias para enfrentarlo.
Pero si ya de por sí el desempleo en un país son datos muy preocupantes, todavía lo es más cuando se señala que de estos desempleados 74.1 por ciento de la población es el que tiene mayor nivel de instrucción.
Esto resulta muy desalentador para los jóvenes, bautizados como ninis, ni trabajan ni estudian, poniendo en evidencia que se les han cerrado los caminos y por lo tanto no les queda más que optar por la migración o por derroteros muchos más peligrosos. Pero por ahí los lleva un gobierno que no cumple con sus responsabilidades y cuyos funcionarios se mantiene en la simulación.
Como es el caso de los comentarios de Juan Molinar Horcasitas, secretario de Comunicaciones y Transportes, al señalar con todo desparpajo que México salió indemne de la crisis
, cuando se ha reconocido que la pobreza se ha incrementado en 6 millones de personas, dándose el lujo además de ofender a Brasil al afirmar que no vendemos samba sino proyectos
y que Brasil sólo tiene el tren rápido de Sao Paulo a Río de Janeiro
, (La Jornada, 2 de marzo 2010).
Pero ya que el secretario se empeña en la comparación vayamos a algunos datos duros para demostrarle su grosera ignorancia.
En primer lugar, Brasil se encuentra entre los llamados países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), considerados así, entre otras cosas, por las cifras del crecimiento del PIB, y su enorme participación en el comercio internacional que lo hace muy atractivo como destino de inversiones.
Por eso los datos son apabullantes, pues en tanto que Brasil para el año 2008 había acumulado la cifra histórica de poco más de 45 mil millones de dólares, México se había quedado muy atrás con 22 mil 516 millones de dólares (Enrique Duarte).
Una razón más por la que es un destino muy importante para la inversión es que ha hecho un esfuerzo enorme en educación, investigación y desarrollo de tecnologías, alcanzando uno por ciento como porcentaje del PIB en investigación y desarrollo (I+D) para el año 2000, al mismo tiempo ha aplicado reglas muy estrictas para controlar la entrada de capital especulativo y de baja productividad.
En tanto que México invirtió 0.4 por ciento del PIB en dichas actividades para ese mismo año (Cepal). Todo ello se refleja en el número de investigadores por cada millón de habitantes en el año 2002, que en Brasil alcanzaron 401 en tanto que México tenía 230.
México tiene que entender que para atraer IED el trabajo barato ya no es suficiente, ha pasado el tiempo del llamado “race to bottom”. Lo que ahora se requiere es una fuerza de trabajo que posea cierto nivel de calificación para que sean competitivos a nivel internacional, además debe tener un sector científico educativo competitivo, y un adecuado desarrollo de la infraestructura. Por lo tanto nuevamente se equivoca el gobierno al tratar de captar el interés de las empresas extranjeras ofreciéndoles invertir en carreteras, energía, agua y turismo
, pues éstos son los sectores que los gobiernos tienen en sus manos para crear empleos y relanzar la economía en forma soberana.
A todo esto se añade la modalidad industrial seguida por el país basada principalmente en actividades de ensamble y manufacturas orientadas a la fabricación de productos con poco contenido y valor agregado; es decir, la maquila que requiere actividades mínimas de I+D. Todo ello va alejando al país cada vez más de la posibilidad de jugar un papel destacado en la nueva división internacional del trabajo y mantienen al país en el subdesarrollo y como exportador de mano de obra.
Al comparar con Brasil, que tanto gusta a nuestros políticos, es fácil observar la enorme diferencia de sus respectivas políticas, sobre todo si observamos el stock de migrantes de alta calificación de 25 años y más residentes en Estados Unidos y que para el año 1990 fue de 1.3 por ciento, subiendo a 2 para el año 2000 con una estimación de 2.3 por ciento para el año 2007 para Brasil.
En tanto que para México, ese mismo stock fue del orden de 10.9 por ciento, 15.5 y 16.8 por ciento, respectivamente (Lozano). Un país absorbe a su población y el otro la expulsa.
La migración puede ser positiva para los pueblos pues enriquece las culturas, pero no aquella que responde a exigencias de sobrevivencia producto de las pésimas administraciones. Muy injusto para los trabajadores y lo más triste es que esta situación es reversible, como lo están comprobando países como Bolivia y Ecuador, cuyas poblaciones empiezan a regresar a sus países gracias a los nuevos proyectos económicos, políticos y sociales de sus gobernantes.