os funcionarios panistas no se miden a la hora de politizar el problema del agua en la ciudad de México. El mejor ejemplo es el titular de la Comisión Nacional del Agua, José Luis Luege, quien aprovechó la pasada celebración del Día Mundial del Agua para repartir cubetas y hacer un llamado a la población de la capital del país a que cuide el agua utilizando sistemas ahorradores y mejores hábitos de consumo. En la celebración se hizo acompañar del delegado en Miguel Hidalgo, quien ahora milita en el PAN luego de hacerlo en el PRI y el PRD.
Luege hizo mención a las normas oficiales acordadas por la dependencia que preside para instalar en los hogares regaderas de bajo consumo, así como inodoros con descargas menores a seis litros. Si estos dispositivos estuvieran en funcionamiento –aseguró–, se ahorraría el equivalente al volumen que suministra el sistema Cutzamala a la zona metropolitana. Sus propuestas, nada novedosas, confirman que fracasaron los programas anunciados en los pasados 25 años para instalar sistemas ahorradores de agua en hogares, empresas y comercios, y que los acuerdos oficiales sobre la materia no se cumplen, mientras sigue el mal uso del líquido.
Pero el mismo día en que el funcionario hablaba de cuidar el agua, de los problemas que nos esperan si no cambiamos hábitos de consumo de dicho recurso natural, residentes de colonias de altos ingresos, donde el PAN tiene su clientela electoral, amenazaban con recurrir al amparo y no pagar las nuevas tarifas del servicio de agua fijadas por la asamblea citadina. Alegan que son muy elevadas, injustas, que donde ellos viven no son zonas de altos ingresos y les cobran como si lo fueran.
No se necesita ser adivino para saber que esa inconformidad es parte de la estrategia panista para golpear al gobierno capitalino, en la misma línea que lo hace con motivo de las recientes reformas aprobadas sobre el aborto y los matrimonios de homosexuales.
Bueno es recordar que apenas ayer ese partido criticaba la política de bajas tarifas de agua, el elevado subsidio gubernamental por un bien público que debe utilizarse mejor y llegar a todos. Ese partido sabe que son insuficientes los recursos para mejorar la red de distribución en la que se pierde una tercera parte del líquido. También sabe que las nuevas tarifas comparativamente son menores a las vigentes en otras ciudades gobernadas por Acción Nacional y a las que se cobran en los municipios conurbados del estado de México.
Y mientras los pudientes se quejan por las nuevas tarifas, se informa que miles de escuelas en todo el país carecen del servicio. El gobierno emprende campañas sobre aseo personal entre los alumnos para dar ejemplo, pero... no tienen agua. Ninguna, pública o privada, potable. Hay también mensajes oficiales para evitar la presencia de ciertas enfermedades, como las de tipo gastrointestinal, la diabetes y la obesidad por la comida chatarra, pero el alumnado y las familias se ven obligados a consumir agua o refrescos embotellados de las dos trasnacionales que dominan el mercado, porque en escuelas, hogares, restaurantes, fábricas y oficinas públicas el agua no es potable.
Habría dinero para dotar de agua a todos los colegios si el sistema de salud no tuviera que invertir parte de su presupuesto en atender, de mala manera, a millones que padecen enfermedades de la pobreza y los malos hábitos alimenticios.
En tanto, las clínicas del Seguro Social no tienen camas ni equipo suficiente para atender a los asegurados, pero el panista que mal gobernó Jalisco –quien fue por corto tiempo incompetente secretario de Gobernación y ahora cobra como presidente de la Cámara de Diputados– adquiere, saltándose todos los procedimientos administrativos, y con cargo al erario, una camioneta del tipo que usan los narcos, en casi un millón de pesos. No hay dinero, pero los gobiernos estatales y el federal gastan cientos de millones en mensajes en los que los funcionarios se autoelogian, mientras el país retrocede en todo. Hasta en ciencias de la ingeniería y las matemáticas. El país de las maravillas.