entro del ciclo Patrimonio universal del teatro y para celebrar el bicentenario de la Independencia, la Compañía Nacional de Teatro estrenó el año pasado Egmont, el drama de Johann Wolfang von Goethe en traducción y adaptación de Juan Villoro, en brevísima temporada y con la presencia en vivo de la Orquesta Sinfónica de Xalapa interpretando la obertura y música incidental escrita para la obra por Ludwig van Beethoven. Ahora se repone en temporada mayor con la música grabada y con ligeras adecuaciones del reparto sin contar con que tanto Villoro como el director escénico Mauricio García Lozano hicieron un poda reduciendo el tiempo de duración. Como es bien sabido, la obra de Goethe se inspira en Enrique Lamoral duque de Egmont, el personaje cuya lucha por la libertad de profesar la religión elegida en la comarca de Flandes –Bélgica y los Países Bajos– lo llevó a ser decapitado, lo que dio lugar a la guerra de los 80 años capitaneada por el duque de Orange, en la que se logró la libertad del territorio. Flandes, habitada por belgas y los que hoy son holandeses, que conservaban cierta autonomía, había sido propiedad de los Habsburgo y con Carlos V pasó a la corona de España. Felipe II trató de imponer como política de Estado al Concilio de Trento en tierras cada vez más penetradas por el calvinismo.
En este marco histórico, que el adaptador resume en unas líneas fuera del original al principio de la obra, transcurre este drama histórico que, paradójicamente, nos dice más de nuestro bicentenario –y aun de nuestro centenario– que alguno escrito ex profeso por autor nacional. La adaptación de Juan Villoro acerca el texto del clásico alemán a una dramaturgia más contemporánea, respetando el contexto, pero eliminando referencias que poco dicen al espectador mexicano, reduciendo los largos monólogos que, como señala Villoro, adelantan la acción y, entre otras cosas, acentuando la importancia del Toisón de oro, la orden fundada por Felipe el Bueno de Borgoña. Es mucho lo que se puede escribir de esta adaptación y me permitiría remitir al lector al volumen 5 de Cuadernos de Repertorio que publica la CNT con la editorial Lumen, en donde el brillante intelectual la explica, en entrevista de Alegría Martínez, a la vez que hace un somero y lúcido análisis de la obra original.
Mauricio García Lozano logra una verdadera puesta en escena –si se me permite el galicismo– en el sentido de que armoniza todos los elementos, sobre todo la música incidental, en lo que viene a ser un discurso casi operístico no sólo por los desdoblamientos de Clara (que es un añadido del director) en coreografía de Marco Antonio Silva y las acciones de conjunto que producen cuadros de gran belleza, sino por la postura de héroe romántico de Roberto Soto como el protagonista o ciertos momentos de exaltación como es la escena de Clara (Erika de la Llave), cuando anuncia su muerte y disuade a Brackenburg (Rodrigo Vázquez) de seguirla. Tiene espléndidas transiciones, como la de Clara y Egmont bailando antes de hacer mutis, con tres parejas del pueblo que bailan en otra área, interrumpidas por la soldadesca del duque de Alba que mata a los hombres y viola a las mujeres que bailaban amorosos en metáfora de la sangrienta represión española que puso su pica en Flandes. Para contrastar con la rigidez del ejército español, García Lozano propone para el del protagonista un ejército en que tienen cabida las mujeres soldadas, para producir la imagen libertaria y al mismo tiempo encontrar ecos contemporáneos.
Cuenta con actores como los espléndidos Julieta Egurrola que encarna a la Regenta Margarita de Parma y Luis Rábago que en su escena como el duque de Alba confrontado a Egmont se muestra sinuoso e hipócrita en contraste con las maneras heroicas de su rival, por citar sólo a los que, junto a los ya mencionados, tienen roles más importantes. La escenografía de Jorge Ballina propone en la primera parte un piso en declive cubierto por la desgarrada bandera cuyos trozos, al izarse, dan diferentes lugares –aunque es un espacio difícil y peligroso para los actores– y para la segunda, enormes y amenazantes hachas, lanzas en verical y otras armas. Inicia y termina con el leitmotiv del árbol simbólico que es sistema sanguíneo y árbol renacido también impreso en las playeras que cubrirán el vestuario de Carlo Demichelis y Elena Gómez Toussaint que estiliza algunos elementos y juega con las épocas.