e acumulan en mi escritorio los asuntos que quiero tratar, pero deben quedar pendientes.
Me gustaría hablar de la comida, por ejemplo. Tiene razón Galeano. En estos tiempos de miedo global, quien no tiene miedo al hambre tiene miedo de comer. Tras las cosechas más altas de la historia nos acosa de nuevo el hambre. Las mismas corporaciones que la causan y destruyen el ambiente llenan de chatarra o veneno los platos de quienes pueden colmarlos... con pleno apoyo gubernamental. Y quiero escribir del movimiento invisible de millones de personas que resisten esas agresiones y empiezan a transformar el mundo alimentario.
¡Hay tantas cosas de qué ocuparse en este mundo en ebullición que nos ha tocado vivir! Pero no puedo apartar la atención del dolor que causa la ampliación y profundización del estado de excepción, al extenderse como paramilitarización en porciones cada vez mayores del país.
Las agresiones a las comunidades zapatistas se han vuelto tan repetidas y cotidianas que dejan de ser noticia. El silencio de los medios se ahonda con el de los partidos y el gobierno, incluyendo naturalmente al PRD, responsable directo de muchos ataques paramilitares en Chiapas y dócil participante en el espectáculo sobre seguridad armado por Felipe Calderón en el Campo Marte.
La entrega de amplios espacios del territorio nacional a los paramilitares guarda a menudo relación con la previa entrega de esos espacios al capital nacional o trasnacional, que exige el desalojo de quienes habitan en ellos y son sus dueños legítimos para poder iniciar la explotación de los recursos. En otros casos se trata de cumplir acuerdos mafiosos para mantener la estructura caciquil y el ejercicio de dominación sobre las comunidades, particularmente entre los pueblos indios. Finalmente, se busca impedir que tengan éxito los empeños autónomos y de mantener bajo asedio a los que logran consolidarse.
Quizás el ejemplo más claro de esta peculiar forma de desmantelamiento del estado de derecho y de pérdida de soberanía y gobernabilidad es el de San Juan Copala. La subordinación al poder paramilitar fue oficialmente reconocida por el gobierno de Oaxaca, en ocasión de la segunda caravana para romper el cerco tendido en torno al municipio autónomo. El siguiente paso en la estrategia que intenta liquidarlo es particularmente ominoso.
En su comunicado más reciente el municipio autónomo hace un llamado urgente, particularmente a la otra campaña:
El pueblo digno de San Juan Copala se dirige a ustedes para denunciar una vez más la masacre que el poderoso prepara a través de sus grupos paramilitares en nuestra comunidad triqui.
El comunicado explica cómo la muerte de Anastasio Juárez, hermano del dirigente de UBISORT, derivada de una disputa por el poder político y económico en Juxtlahuaca, fue empleada para que los paramilitares, apoyados por unos 300 policías estatales, retomaran a balazos el control del palacio municipal de Copala. En el episodio, el 30 de julio, desaparecieron dos personas y dos niñas fueron heridas.
La represión se intensificó desde entonces. Cuando los paramilitares abandonaron el palacio municipal y lo ocuparon de nuevo las autoridades del municipio autónomo, el 18 de agosto, se reanudaron los ataques. Desde entonces la comunidad se encuentra bajo tiroteo permanente.
Como triquis que somos
, señala el comunicado, “denunciamos a las dirigencias que a través de las armas quieren seguir sometiendo a un pueblo que reclama la paz con dignidad… y al mismo tiempo hacemos responsables de lo que nos pueda ocurrir al gobierno de URO por su negativa e incapacidad para detener a los paramilitares.
“Éste es nuestro llamado de auxilio porque sabemos que los paramilitares ya se multiplicaron y amenazan con desalojar a los compañeros del palacio municipal. Tememos por toda nuestra comunidad porque ellos no respetan niños, ancianos, etcétera. Los disparos, las amenazas y la represión no cesan y en el DF el gobierno insiste en quitarnos del plantón…”
Se ha anunciado que el día de hoy, 23 de agosto, saldrá de Oaxaca una nueva caravana, esta vez a la ciudad de México, para dar a conocer a todas las instancias nacionales e internacionales la situación insoportable en que se encuentra la gente de San Juan Copala.
No es asunto menor ni episodio aislado. Casos como el de Copala aparecen claramente como incitaciones a formas de guerra civil que puedan dar apariencia de legitimidad al autoritarismo que deja de estar al acecho para convertirse en realidad cotidiana y general. Copala y los zapatistas ilustran también la capacidad de resistencia y la decisión de no recurrir a la violencia. Son un llamado en que lo urgente se convierte en lo realmente importante.