l último día de agosto, el grupo de universitarios que hace un año había dado a conocer el documento México frente a la crisis, hacia un nuevo curso de desarrollo, publicó un Memorándum de política económica y presupuestal para 2011, en el que revisita su análisis de la coyuntura económico-social nacional y mundial y propone acciones para afianzar y amplificar el año venidero la tímida reactivación de la economía y el empleo observada en el presente. Con acciones como las sugeridas, 2011 podría marcar el inicio de un nuevo curso de desarrollo para la economía y la sociedad mexicanas. En cambio, de prevalecer las actuales orientaciones, será otro año perdido, uno más en una serie ya demasiado larga. El memorándum universitario es una invitación a realizar un debate abierto y plural en torno a las definiciones de política económica y presupuestal para 2011. La económica ha sido, en los últimos decenios, la menos pública de las políticas públicas, en el sentido de que no se discute con la amplitud y apertura necesarias, y su expresión en los presupuestos de ingresos y gastos de la nación se negocia de manera encubierta, ajena a las preferencias y expectativas de la ciudadanía. El memorándum sale al paso de esta situación, al colocar sobre la mesa y traer a la discusión cuestiones torales tanto para el futuro inmediato como para el rumbo de la nación en el mediano y largo plazos. Propone dotar de un sólido marco institucional a estos debates a través del establecimiento del consejo económico y social, espacio para el diálogo social y la deliberación abierta de las políticas económicas y sociales, que actúe como órgano participativo y de opinión obligada del Estado
. Los dos imperativos centrales para 2011, que de conseguirse abrirían la puerta a transformaciones de más largo alcance, son crecimiento y empleo.
Al examinar la evolución reciente de la economía mundial y de la mexicana, en el memorándum se subraya que, hasta ahora, tanto en el mundo como en México la recuperación de la economía ha sido insuficiente desde cualquier punto de vista. En primer término, no ha permitido volver a alcanzar los niveles de producción anteriores a la crisis. En las naciones avanzadas, Estados Unidos entre ellas, la recuperación flaquea y aumenta el riesgo de recaída. El regreso a la recesión, tras sólo dos a cuatro trimestres de crecimiento, daría lugar, dada la persistente inestabilidad financiera global, al estancamiento de numerosas economías por un periodo prolongado. El PIB mexicano, tras dos trimestres de crecimiento, siguió siendo en la primera mitad de 2010 inferior en casi 3 por ciento al registrado un año antes. En segundo lugar, la crisis continúa manifestándose como una crisis generalizada del empleo
. En el mundo, la tasa de desempleo se mantendrá por encima de 8 por ciento por lo menos hasta el final de 2011. La reactivación no está creando empleos, como bien se advierte en Estados Unidos, donde la tasa de desocupación no había bajado de 9.5 por ciento en julio último. En México, los empleos creados entre el tercer trimestre de 2008 y el segundo de 2010 fueron medio millón menos de los necesarios para absorber el alza de la población económicamente activa. Además, hubo un marcado deterioro en la calidad de los puestos de trabajo, en términos de salario medio, tiempo laborado y tipo de actividad. El desempleo, a mediados de 2010, afecta a casi dos millones y medio de personas en el país
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En la economía mundial, como resultado perverso de las tensiones financieras y los niveles de endeudamiento de algunas economías de la periferia europea, se rompió el consenso laboriosamente construido desde mediados de 2008 a favor de políticas de reactivación orientadas a expandir la demanda de consumo e inversión. Contra toda evidencia, dada la persistencia de amplios márgenes de capacidad productiva ociosa, tasas de interés cercanas a cero y desocupación muy elevada, se dio prioridad a restaurar los equilibrios financieros mediante políticas de ajuste restrictivo. De este modo, se frena la reactivación y se dificulta la reducción del desempleo. México nunca se sumó al consenso favorable a la reactivación. En 2009, a pesar de que las expresiones de la crisis se multiplicaban, aplicó una política básicamente procíclica, es decir, que reforzaba la reducción del crecimiento y frenaba la creación de empleos. En el memorándum se hace notar la incongruencia de los recortes y el subejercicio del gasto público, de una política crediticia en extremo pasiva, de una política monetaria que favorece la especulación más que el crecimiento, de mantener un tipo de cambio sobrevaluado y de acumular reservas, restando recursos a la inversión productiva. En otras palabras, en medio de la crisis se hizo casi precisamente lo contrario de lo requerido. Nadie puede extrañarse, entonces, de que México haya sido la economía latinoamericana de peor desempeño en 2009 y que su contracción haya sido una de las más severas en el mundo.
Resulta claro entonces que la crisis no es asunto del pasado y que sus secuelas continuarán afectando a la economía mundial y a la mexicana no sólo en lo que resta de 2010 sino a lo largo, por lo menos, de la primera mitad del segundo decenio del siglo. En casos extremos –y el mexicano puede ser uno de ellos– existe la perspectiva de un muy prolongado periodo de lento crecimiento, bien por debajo del potencial existente. En el memorándum se discuten los principales factores que han determinado un crónico crecimiento insuficiente de la economía nacional, que ha estado presente por casi dos decenios. Destaca la combinación de una acentuada dependencia respecto de Estados Unidos con la debilidad del mercado interno, que ha incrementado la vulnerabilidad y que amplifica las consecuencias negativas de los choques externos. Por tanto, la política económica y presupuestal para 2011, amén de asegurar la continuidad y el fortalecimiento de la reactivación y una más acelerada creación de puestos de trabajo, tiene que hacerse cargo de quebrar la inercia de, como se ha dicho, casi dos decenios de estancamiento.
Queda para la próxima nota el examen de las medidas específicas contenidas en el memorándum universitario.