Editorial
Ver día anteriorMiércoles 3 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Waterloo de Obama
L

os comicios intermedios efectuados ayer en Estados Unidos arrojan resultados desoladores para el partido del presidente Barack Obama: si bien no se materializó el peor de los escenarios, que era la pérdida de la mayoría demócrata en los dos cuerpos legislativos, el control de la Cámara de Representantes logrado por los republicanos y su conquista de varias gubernaturas significan, en los hechos, el fin del impulso político que tuvo hace dos años el actual mandatario y el comienzo de un periodo de disolución de las expectativas de cambio concitadas por éste en el curso de su campaña presidencial.

Más allá de las estrictas delimitaciones partidistas, lo ocurrido ayer en Estados Unidos expresa un retorno triunfal del conservadurismo político y social, derrotado en 2008 de una forma tan contundente que pareció, en ese momento, una desbandada de consecuencias perdurables. Debe constatarse que las vacilaciones e inconsecuencias del propio Obama a lo largo de los primeros dos años de su mandato, así como la tenaz resistencia organizada desde las bases sociales contra su gobierno por el llamado Tea Party, han desembocado en un severo fracaso para las corrientes progresistas, los partidarios del estado de bienestar, los sectores seculares, las mujeres, las minorías étnicas y sexuales, los migrantes, los trabajadores y, en general, para los entornos menos favorecidos en lo económico, lo social y lo político.

En efecto, si el primer presidente afroestadunidense no logró llevar a cabo la parte sustancial de su programa de cambios cuando dispuso de una Cámara de Representantes dominada por sus compañeros de partido, parece imposible que, en la segunda mitad de su mandato, y con ese órgano legislativo bajo control republicano, logre dar pasos significativos en los virajes que la sociedad de Estados Unidos requiere en tantos aspectos.

Una perspectiva desoladora, pero insoslayable, es que, en los próximos dos años, con un presidente atrapado por sus propias inercias ideológicas en política exterior, los poderes corporativos que han obstaculizado su agenda de cambios y una cámara baja predominantemente republicana, la amplia coalición informal que llevó a Obama al poder en 2008 se disuelva bajo el efecto del desaliento.

Otro resultado de las elecciones de ayer, igualmente significativo del estado de ánimo de la ciudadanía estadunidense, es la amplia derrota sufrida por la iniciativa para legalizar la mariguana en California, la cual fue sometida a referéndum y rechazada, de acuerdo con los sondeos, por 57 por ciento de los votantes. De esa forma, se cerró la puerta a la posibilidad de explorar una manera de combatir las adicciones y el narcotráfico distinta a la prohibición vigente y la persecución policial, vías que han exhibido ya su plena inoperancia.

En suma, la mayoría de la sociedad estadunidense manifestó su rechazo a los cambios y dejó al país sin rumbo de solución para los vicios, las miserias y las distorsiones que padece en lo económico, lo político y lo social. El triunfo del conservadurismo y el fracaso de Obama tendrán consecuencias negativas para Estados Unidos, y también, por desgracia, para el resto del mundo.