orelia, Mich. ¿Quién pudo haber imaginado, hace apenas unos años, que la otrora plácida y tranquila capital michoacana habría de convertirse en el centro neurálgico de la producción, enseñanza y divulgación de la música electroacústica en el país? Las pruebas contundentes de ello son dos y están íntimamente relacionadas. La primera es la existencia y progreso del CMMAS (Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras), fundado y dirigido en Morelia por Rodrigo Sigal, institución con instalaciones técnicas, programas académicos y proyectos de creación y divulgación de alto nivel que se ha convertido en un importante polo de atracción de alcances internacionales en el quehacer de la música y las nuevas tecnologías. La segunda prueba es el festival Visiones sonoras que recién terminó en esta ciudad hace unos días, en medio de los ya cotidianos hechos de bala, sangre y fuego, y que es uno de los escaparates principales de la actividad del CMMAS.
Los dos últimos conciertos de la edición 2010 de Visiones sonoras, realizados en el campus Morelia de la UNAM, fueron una muestra contundente de la asombrosa variedad de propuestas, recursos, lenguajes, técnicas, enfoques y resultados que hoy día se encuentran en el ámbito de la música electroacústica.
De las 14 obras presentadas en esos dos últimos conciertos de Visiones sonoras destaco aquí algunas que me parecieron especialmente atractivas y/o propositivas. Secret things, del australiano Tim Hansen, interesante sobre todo por el instrumento de aliento utilizado en su ejecución, el tarogato, asociado primordialmente con la tradición musical de los taraf en Rumania y regiones circunvecinas, aunque la música misma transitó por algunos parámetros de lo retro. Ombre, del esloveno Vinko Globokar, aguerrida pieza de teatro musical para percusión y cinta, habitada por una potente gestualidad, poblada de sonidos vocales y onomatopeyas producidas por el percusionista, y definida por un discurso que, viniendo claramente de una época anterior, no deja de tener momentos de mucha actualidad. Match, del mexicano Alejandro Castaños, ingenioso juego de sincronía-asincronía del trabajo del percusionista con un video-espejo, con varios momentos de humor surrealista. Entangled symmetries, del inglés Monty Adkins, para electrónica multicanal, obra de refinada y detallista construcción tímbrica, un auténtico paisaje sonoro (soundscape, como dirían allá) fluido, caleidoscópico y con una cierta componente evocativa.
Magna Sin, de la mexicana Gabriela Ortiz, una pieza ya clásica de nuestro repertorio, en la que el steel drum y la electrónica se combinan para producir un discurso energético, potente y de sólidas resonancias colorísticas. In tempore, del portugués João Pedro Oliveira, para la muy básica combinación de piano y cinta, en la que los sonidos electrónicos se perciben como una continuación lógica y expandida de la paleta sonora del teclado, y que por momentos produce la impresión de que el piano se ha transformado en un sintetizador. Guardo una mención especial para la fascinante pieza Bailan los sonidos, del francés Pierre Bastien, extensa y divertida exploración sonora a base de sencillos e ingeniosos juguetes electromecánicos, hidráulicos y neumáticos en la que, a diferencia de algunas otras de las piezas escuchadas y vistas, el video en tiempo real es de una pertinencia impecable. ¿Quién dijo que la música electroacústica no puede ser divertida?
La presencia mexicana en estas Visiones sonoras de 2010 se completó con sendas obras de Alejandro Mata, Carlos López Charles, Gonzalo Macías y Rodrigo Sigal en las que, en el contexto de grandes diferencias en lo estético y lo expresivo, se percibe una solidez común en el manejo de los recursos tecnológicos y sus interfases con el instrumental acústico.
De la revisión de todas estas obras y de algunas otras que han sido presentadas recientemente en otros foros de música electroacústica, me queda la impresión de que uno de los temas importantes a resolver es el de la inclusión del video en las creaciones multimedia, tema en el que aún quedan algunas asperezas conceptuales por limar y algunas intenciones estéticas por definir.