an lejos del centro y tan cerca de Estados Unidos. Ese parece ser el sino de nuestra frontera norte. Tan lejos de ser atendida verdaderamente por los gobiernos centrales y tan cerca de ser intervenida de cualquier forma por los vecinos allende el Bravo.
La reflexión viene a cuento porque, apenas este 20 de noviembre, en un reportaje publicado en su primera plana, el diario The Wall Street Journal encabeza: El estado de anarquía del norte de México
. Y reseña cómo los habitantes de Ciudad Mier, Tamaulipas, han abandonado este pintoresco pueblo a resultas de la guerra entre los cárteles de la droga. Narra cómo los cárteles de la droga destruyeron los transformadores de electricidad y la planta de agua potable del pueblo. Cuenta cómo los criminales han forzado a los agricultores a abandonar sus cosechas de sorgo y soya y cómo las familias han escapado a Texas por miedo a la extorsión o a los secuestros. Señalan los reporteros Nicholas Casey y José de Córdoba que el ejército de Estados Unidos hace dos años advirtió que el gobierno mexicano estaba débil y fracasando
y pudiera perder el control del país en manos de los traficantes de droga. Agregan: Como va Tamaulipas, así va un pequeño pero creciente número de los 31 estados de México, incluidos Chihuahua y Michoacán
. Concluyen que, aunque Ciudad Mier es todavía la única población en haberse vaciado hasta el momento, el imperio de la ley se está rompiendo en muchas partes más, como en Reynosa. El reportaje en Internet incluye una exposición en diapositivas que se titula: El estado que falla en México
.
Que estas reflexiones sobre la anarquía
o el Estado fallido
se hagan, no en un periódico de influencia meramente regional como El Paso Times, o en The Monitor de McAllen, Texas, sino en el conservador y muy influyente diario de la comunidad financiera, The Wall Street Journal, resulta muy sintomático y a la vez muy preocupante.
Sintomático de la doble vara para medir que tienen los estadunidenses, si no es que de la doble moral que ejercitan. Se escandalizan del nivel de violencia de los estados mexicanos de su frontera sur a la vez que declaran a El Paso como la ciudad más segura de Estados Unidos
. Pero nunca reconocen que si hay un alto grado de violencia en las ciudades fronterizas mexicanas es en muy buena medida por su carácter de puerta de exportación de drogas hacia el país del norte. Los medios estadunidenses reconocen reiteradamente la valentía
de Calderón en enfrentarse a los cárteles de la droga, pero en sus poblaciones fronterizas como San Diego, El Paso, McAllen o Brownsville nunca se sabe de enfrentamientos de policías con capos. Y no porque estos últimos no estén presentes –¿quién, si no, recibe y rexpide la droga al interior de ese país?–, sino porque Washington impone una guerra sangrienta fuera de sus confines y opta por la vista gorda y ahorrarse sangre y muerte dentro de ellos. La banda de Los Aztecas, brazo armado del cártel de Juárez, nació en El Paso y ahí radican buena parte de sus efectivos, pero en esa ciudad la policía se hace como que no los ve, en tanto asuelan Juárez con sus correrías.
El reportaje de The Wall Street Journal también es preocupante. Viene a proporcionar uno de los pretextos para lo que diversos medios han estado denunciando esta semana: una intervención militar estadunidense en México. Primero se presiona a un gobierno débil, como el de Calderón, a que ejecute una estrategia armada masiva en la frontera. Luego, cuando dicha estrategia dispara una escalada de muerte y de terror, los voceros de los grupos más poderosos de Estados Unidos empiezan a caracterizar la situación como de anarquía
y de Estado fallido
. Con estas premisas, la conclusión es patente incluso para el más lerdo observador: se requiere una intervención armada para proteger la seguridad nacional de nuestros vecinos del norte y para devolver la paz y el orden a la aterrorizada población fronteriza.
Por eso urge replantear la fallida estrategia calderoniana de guerra al narco, así como la Iniciativa Mérida. O están fallando y nos tienen al borde del colapso o están logrando su objetivo oculto: facilitar la intervención en suelo nacional de asesores o, de plano, de efectivos militares o paramilitares subcontratados estadunidenses. En todo caso, la población es la gran perdedora y a corto y mediano plazo se va directo al fracaso militar. Que lo digan si no Vietnam, Irak y Afganistán.
La violencia sólo se va a detener si la comunidad participa y es escuchada y Estados Unidos hace su tarea, pero allá, en su propio territorio.