El Pana desborda pasiones y rivalidades ante toreable pero débil encierro de San Isidro
Oreja al tlaxcalteca y a Arturo Saldívar
Talavante: gran muletero, pésimo matador
Lunes 24 de enero de 2011, p. a42
Paradojas de la fiesta de toros y de la vida: cuando no pocos daban por muerto física y taurinamente a Rodolfo Rodríguez El Pana, no sólo por su edad (59) sino por la vida desenfrenada que ha llevado
, según compasiva nota sin firma a propósito de su tardía cuanto esperada reaparición en una temporada grande en la Plaza México, he aquí que el escandalizante torero de Apizaco llegó al coso en blanca limusina convertida en insólito panamóvil por cuyo quemacocos saludaba y daba autógrafos, partió plaza con un habano en la diestra y un sarape de Saltillo como capote de paseo, se alzó con la oreja de su primero y fue el que menos mal anduvo con la espada a lo largo del festejo.
Buena entrada en los tendidos y casi vacías las localidades de barrera, prueba de que la gente bonitonta, al igual que en tiempos del maestro Rodolfo Gaona, sigue renuente a estimular indios
metidos a toreros y menos si son viciosos y decidores. Se lidió un encierro de San Isidro, justo de presencia y medido de bravura, pero que permitió a los alternantes exhibir sus tauromaquias.
Con seis corridas toreadas el año pasado y varios meses en centros antialcohólicos, El Pana logró cortar la oreja del abreplaza Galán, con recorrido y buen estilo, que tomó dos varas sin recargar y contribuyó a que el elocuente diestro hiciera sus cosas, tanto con capote como con la muleta. Se empeñó en torear en los medios al tiempo que se soltó un aironazo que dificultó el trasteo. Cuando se llevó al toro al tercio las tandas con la diestra mejoraron en limpieza y ligazón. De pronto, la magia de su trincherazo único iluminó el alma de cuantos mirábamos; luego, un aprocunado toreo por alto y media estocada en buen sitio obligaron al juez a conceder una oreja al de Tlaxcala. Todavía se recetó otra vuelta que nadie osó protestar. Con su segundo, deslucido, feo de hechuras, que tampoco recargó en el puyazo y se agarró al piso, Rodolfo Rodríguez decidió abreviar, dejar media espada trasera y tres golpes de descabello no sin escuchar algunos pitos.
Al joven Arturo Saldívar –21 años y dos meses de matador– le sobran raza, hambre y… precipitación. Malogró la enjundiosa faena a su sosillo primero por no fijarlo en la suerte suprema e incluso escuchó un aviso. Y con su segundo, Mueganito, el de más transmisión del encierro, al que Efrén Acosta hijo picó con maestría y Arturo brindó al Pana, desplegó un variado y vistoso rejuego muletero en imaginativa sucesión de series templadas, reunidas y ligadas. En un remate, el toro le metió la pata derecha por la pantorrilla para enseguida prenderlo violentamente. No obstante dejar un pinchazo hondo y dos descabellos la gente premió su entrega y torería con una merecida oreja. Vaya porvenir.
El español Alejandro Talavante –64 corridas en 2010, 23 años y cuatro y medio de alternativa– con su primero, que medio recargó en una vara, realizó una espléndida y variada faena en la que entre las templadas y mandonas tandas con la diestra intercaló temerarios cambiados con la zurda y pases de pecho dibujados, así como un soberbio desdén y una arrucina, ambos con el compás abierto y amexicanada cadencia. Fue sacado al tercio después de arruinar tan bella obra con cinco pinchazos, media y un aviso. Volvió a pinchar a su segundo, menos bueno, y fue regresado al callejón cuando quiso darse la vuelta. Con uno de regalo, también de San Isidro, derrochó más voluntad y nuevos defectos con la toledana. Cuando aquí acierte a matar…