Deportes
Ver día anteriorLunes 14 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Toros

Guapos, pero débiles y mansos, los toros de La Estancia murieron matando... de aburrimiento

Con sendos estoconazos Talavante cortó, al fin, 2 orejas en la México

Rafael Ortega se lució en banderillas

Juan Chávez, valiente y voluntarioso, cosechó silencio

Foto
Fernando Ochoa fue el triunfador de este domingo en la Monumental de Morelia, al cortar 2 orejasFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de febrero de 2011, p. a46

¡Al fin! Cuando Manuel Benítez El Cordobés triunfó en la Plaza México, la gente salió diciendo eso. ¡Al fin! Y no era para menos. El segundo monstruo de Córdoba confirmó su alternativa en Mixcoac el 7 de febrero de 1965. El pozo se llenó a reventar hasta la última fila de la azotea. Pero el melenudo, como le decían, se fue en blanco. Repitió el domingo 14, de nuevo con lleno total y en medio de un fracaso tan apabullante que más de 40 mil gargantas lo despidieron a mentadas de madre. Y sin embargo...

Al domingo siguiente, cuando regresó para torear la tercera y última corrida de su contrato, la México se llenó una vez más a tope. Al primero de su lote, El Cordobés le cortó una oreja. Al segundo, que era el sexto de la tarde, le tumbó las dos. Y pese a que los tendidos estaban completamente blancos de pañuelos, levantó el dedo índice derecho para anunciar un toro de regalo.

Entonces apareció Corsario, de la legendaria ganadería de Torrecilla, y al cabo de una faena estatuaria, bajando y corriendo la mano por el lado izquierdo en tandas de naturales que parecían imposibles de lograr, dada la estrechez con que el peludo giraba en torno del melenudo, vino el estoconazo y con éste el fin del mundo.

Una muchedumbre enloquecida se tiró al ruedo para alzarlo en hombros mientras el juez concedía las orejas y el rabo. Nadie, nunca, ni antes ni después, ha cuajado una tarde tan emocionante como aquella. Y, claro, luego de dos petardos consecutivos, cuando provocó la apoteosis, los aficionados dijeron a coro: ¡al fin!

Toda proporción guardada, ayer, mientras la noche caía sobre el decrépito edificio en forma de cono, hombres y mujeres, bostezando, arrastraban los pies hacia las rejas de las salidas y con discreta satisfacción repetían eso mero: ¡al fin! Sí, hombre, al fin Alejandro Talavante había logrado matar a sus mensos colaboradores, que no enemigos, de buenos espadazos, para llevarse a España dos orejas muy merecidas.

Tras el maratón de casi 20 toros que conmemoró el 65 aniversario de la plaza, a la función de ayer no asistieron ni las hermanitas Garibay, lo que ya es decir. Como quiera que sea, había algo más de 5 o 6 mil personas, en su gran mayoría villamelones, que se reunieron a comer tacos y tomar cerveza para presenciar las entrevistas de Rafael Ortega, Talavante y Juanito Chávez con seis débiles y mansos pero, eso sí, muy guapos ejemplares del hierro de La Estancia.

Vendado de la mano derecha y vestido de grosella y oro, Ortega se lució en banderillas y nada más. Por su parte, con un bonito terno azul Facebook y oro, Juan Chávez topó con lo peor –un manso rajado y un búfalo, de casi 600 kilos, paralítico–, pero se mostró valiente con los trapos y pronto con el metal, de modo que cosechó un comprensivo silencio.

Talavante lució un traje wasabi y oro, con faja y corbatín verdes, para quitar por saltilleras y jugar a las arrucinas con un cárdeno ensabanado llamado Ojos Zarcos, cuyo nombre despertó gratos y lejanos recuerdos. Como hundió el estoque hasta la empuñadura al segundo viaje, recibió su primera oreja de la temporada, en su tercera y última tarde de este invierno.

Luego, ante Orujo, un negro alto y hondo, cómodo de cabeza pero sin transmisión, volvió a deleitarnos con su creatividad muleteril y cobró otra gran estocada y con ella la segunda oreja, lo que bastó para que nos fuéramos mucho al diablo diciéndonos: ¡al fin! Bueno, sin signos de exclamación... De todos modos, Alejandro Talavante va camino de convertirse en un torerazo.