inalmente se decidió en Egipto el sentido y el alcance de la primera etapa de la lucha política de la oposición a Hosni Mubarak. El viernes 11 pasado presentó su renuncia a la presidencia, tan exigida tanto por las muchedumbres abigarradas en la plaza de la liberación como por Mohamed El Baradei, personaje de talla internacional por su atinada actuación como delegado de la Organización de Naciones Unidas, en la oficina que se ocupa de la vigilancia del uso de la energía nuclear, actuación que valió a El Baradei el Premio Nobel de la Paz. El Baradei se enfrentó a los gobernantes de Estados Unidos, de España y de Gran Bretaña, quienes justificaron la invasión a Irak alegando la existencia de armas de destrucción masiva en el país árabe, lo que fue clara y enfáticamente desmentido por El Baradei.
De esta manera Mubarak, llamado popularmente El último faraón de Egipto, dio término a su gobierno de tintes autoritarios –casi 30 años–, habiendo sucedido a Anuar Sadat, asesinado por sus propias fuerzas militares en un desfile en El Cairo, de una manera verdaderamente dramática, pues en el momento adecuado para el saludo de rigor, los soldados y oficiales que pasaban frente a la tribuna de honor, bajando de las tanquetas apresuradamente, pero sin perder la disciplina propia de los soldados, ametrallaron a Sadat y a sus acompañantes en la parada militar.
Esto sucedió poco después de que Sadat firmó la paz con Israel en los acuerdos de Campo David. Más tarde, durante la Guerra de los Seis Días, Mubarak se destacó por su actuación dentro de la fuerza aérea egipcia, aunque es bien conocido que los aviones de guerra israelíes ametrallaron en tierra, antes de despegar, a los de Egipto, entre los que había algunos simulados, los cuales no fueron tocados por las balas de Israel, en un alarde de información que le permitió hacer blanco con gran precisión, únicamente en los aviones verdaderos, aunque todavía no habían despegado siquiera cuando ya los israelíes estaban sobrevolando el aeropuerto de El Cairo.
El día que se desataron las hostilidades entre Israel, Egipto y Siria, en el aeropuerto de París, empezó a circular la versión vespertina de los diarios parisinos, como France Soir, que destacaban en la primera plana: Les egipcians attaque Israel
. Esta nota no podía sustentarse enteramente a la luz de los acontecimientos que se citan; lo cierto es que, como se relata, los aviones egipcios fueron ametrallados en tierra por las fuerzas aéreas de Israel. Incluso, quienes estábamos en los primeros momentos de la Guerra de los Seis Días, en un homenaje que se les rendía a los soldados de este país muertos, presenciamos el gran entusiasmo que despertaron en el monte Gertz los aviones israelíes que sobrevolaron la ceremonia, pues ya en esos momentos a esos pilotos se les consideraba los héroes de la breve, pero trascendental Guerra de los Seis Días, que tuvo una importancia definitiva en la composición de fuerzas en Medio Oriente.
También la configuración de los territorios se modificó, pues cambiaron sus fronteras y los nuevos mapas ya eran vendidos en Tel Aviv y en Jerusalén cuando la guerra aún no terminaba. En el recorrido que hicimos por el norte de Israel recogimos algunos casquillos, todavía calientes, de las ametralladoras en los búnkers, abandonados ya, en las colinas de Al Magore, arriba del mar de Kineret. Fue Siria el último país de los participantes en esta guerra en caer ante en embate de Israel. Es conocido el hecho de la combatividad de Siria, y de la capacidad de su equipo bélico, como la de sus soldados.
El hoy ex presidente Mubarak fue un soldado entrenado en la Unión Soviética como piloto de modernos aviones de guerra. Y fue también, en 1973, el jefe de los pilotos egipcios, combatientes en la guerra, y de esta manera fue que el presidente Sadat lo nombró vicepresidente en 1975. Seis años después se perpetró el asesinato de Sadat, después de haber tomado la difícil decisión de hacer la paz con Israel. Uno de los primeros pasos que dio Mubarak fue declarar el estado de emergencia, que eliminó la asamblea nacional, y se restringieron las libertades de expresión, permitiendo mediante facultades extraordinarias a la policía el encarcelamiento indefinido.
Mubarak hizo uso de estas facultades extraordinarias, como presidente del país, en las siguientes décadas, manteniéndose así en el poder autoritariamente, disolviendo manifestaciones con la policía y encarcelando aproximadamente, con sentencias indefinidas, a unos 30 mil yihadistas cuando éstos atacaron a turistas en El Cairo. Se dice que los mecanismos de investigación utilizados fueron tales, que cuando alguna conspiración se fraguaba por cinco miembros de la Yihad, antes de que se incorporara el quinto de ellos escribía un reporte dirigido a Mubarak, traicionando a su propia organización y abortando el movimiento (CNN, 11/2/11).
Hosni Mubarak triunfó en cuatro procesos electorales, como presidente, mientras que la economía se estancaba los primeros 20 años, y mientras que entraban al país miles de millones de dólares por turismo, que no se repartían según alguna política social, sino cuyos destinos de inversión se determinaban por criterios muy personales del presidente. Así se amplió la pobreza extrema hasta 40 por ciento de la población.
El otro renglón de ingresos muy importante fue el de las aportaciones para ayuda militar que le proporcionaba Estados Unidos, a raíz de su colaboración con efectivos de guerra en el conflicto Irak-Kuwait. Aunque, por otra parte, se opuso a la invasión a Irak por la alianza Estados Unidos, Gran Bretaña y España.