iempre he pensado que hablar de un código ético
es un contrasentido; en la Facultad de Derecho, con profesores de primera, como Eduardo García Máynez y Óscar Morineau, aprendí que la diferencia entre la ética y el derecho consiste en que la norma ética es unilateral y autónoma, mientras la norma jurídica es bilateral y heterónoma. En el derecho hay un obligado a cumplir y alguien que tiene la facultad de exigir el cumplimiento; el derecho es dictado y sancionado por el Estado, se plasma en leyes y códigos.
En la ética o moral, en cambio, hay un deber para consigo mismo; el Estado no interviene, no hay en la ética otro juez que la propia conciencia o Dios, si se es creyente. Por ello, que la empresa MVS haya argumentado una falta al código ético como razón para despedir a Carmen Aristegui me parece un abuso y un pretexto. Hay códigos jurídicos y hay principios éticos.
Estoy seguro de que con la propuesta de la misma periodista y conductora, apoyada por miles o decenas de miles de ciudadanas y ciudadanos, la empresa tendrá que rectificar. Como todos los seguidores del programa, no tengo duda en que la profesional, impecable, valiente periodista, como juez de su propia conducta, en el análisis introspectivo de lo que hizo y dijo ante la noticia que tenía que comunicar, está tranquila. Cumplió con su deber de comunicadora de noticias y de comentarista política, lo hizo con pulcritud y con tino, dio a sus oyentes datos corroborables, citó un reportaje anterior de una revista de prestigio y dio cuenta de opiniones que circulaban ya profusamente en las redes sociales; pidió también que la oficina de la Presidencia aclarara y tomara la palabra.
Actuó como lo que es, una periodista libre, independiente, responsable, y su conciencia seguramente le confirma que su conducta fue correcta, actuó cumpliendo con un imperativo ético y, por tanto, debe estar tranquila.
Si MVS no rectifica, ¿podrá decir lo mismo quien tomó la decisión de suprimir el programa? Seguro que no; hace dos años la empresa abrió las puertas del programa a la periodista, en un rasgo de valor y de audacia; demostró entonces independencia frente al Estado y profesionalismo. Carmen había salido de otra empresa que no soportó que en sus programas se dijera la verdad y con ello se incomodara a los poderosos.
Quien le abrió las puertas de su radiodifusora actuó bien entonces; se arriesgó y llevó a cabo un acto de justicia, una acción gallarda de libertad y de dignidad. Ahora dio marcha atrás y si, como se ha dicho, sacrificó el mejor programa de su estación por intereses económicos, su conciencia debe estarle reclamando.
Pareciera un abuso entrar a estos terrenos de lo inmanente y de la conciencia, pero fue la misma MVS o su representante quien nos autorizó a juzgar su acción al tratar de justificar el despido invocando precisamente valores éticos; con ello, la discusión pública se trasladó, legítimamente, del ámbito en que todo podía haber quedado, de tan sólo cuestiones y términos jurídicos y políticos, debates sobre el derecho a expresarse y a informar, a cuestiones éticas, para el despido fulminante; la actitud autoriza a la misma conductora y a su auditorio a exigir la rectificación por razones precisamente de moralidad social.
Al cerrar este artículo no tengo información de lo que haya resuelto la radiodifusora; sin embargo, no salen sobrando las anteriores reflexiones y la siguiente: fuera de la jurisdicción de la moral, y pensando sólo bajo las frías reglas del pragmatismo, MVS habrá dejado su propio futuro en manos ajenas. Si no hay rectificación oportuna, quien decidió el despido apresurado queda en una situación muy comprometida. Si se le concede la ratificación o prórroga de la concesión de que ahora disfruta, creeremos todos que es el pago por la acción que colectivamente descalificamos, pero si a pesar de esa acción la autoridad no le confirma la concesión, su situación será peor; habrá frustración en lo económico y quedará con el desprestigio a cuestas.
Si para cuando se publique este texto hubo ya eco al clamor público y se reanudó el programa, qué bueno para todos; si no, qué lamentable para MVS, pues para Carmen Aristegui y su público, que no se quedarán callados, se abrirán otras oportunidades; en cambio, quienes toman las decisiones en la empresa en su propia conciencia encontrarán un juez persistente y severo.