Opinión
Ver día anteriorMiércoles 9 de marzo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La vox populi francesa con México
C

ada día, más voces se elevan en Francia indignadas por el fiasco diplomático de su gobierno que provocó la anulación del año de México en territorio francés. Voces oficiales, de responsables de exposiciones, festivales, encuentros, o simples voces anónimas.

No acabo de cruzar el patio-jardín del edificio donde vivo cuando saltan sobre mí dos vecinas. Hablan al mismo tiempo, pero consigo comprender que apoyan a México, que están descontentas al verse privadas de las festividades esperadas, y manifiestan su enfado por la mezcla de la cultura con un asunto judicial, que transforma en rehén a los artistas mexicanos.

La idea del presidente francés de dedicar los actos a una persona sentenciada por la justicia mexicana no podía sino provocar esta anulación. ¿Cómo comprender que una cuestión estrictamente judicial y de derecho común haya podido convertirse en un asunto de Estado y conducido a la revocación de un encuentro que tenía la meta de mejorar los intercambios económicos, científicos y culturales de dos países que vivían en buena armonía y cuyos intereses recíprocos eran compartidos? Parece un desafío a la razón. Hace pensar que la pasión política, la sinrazón, la demencia tiene una buena parte.

Aunque los comentaristas y los expertos traten de racionalizar las causas y efectos de un conflicto, no es posible impedirse pensar, cuando se escucha y lee lo que se dice y escribe en los medios de comunicación, que la locura se encuentra presente, o que la simple estupidez, la versión más simple, conduce el juego de los responsables. Todos, más o menos, culpables.

En una película del Gordo y el Flaco, se veía a los dos protagonistas pelearse por una cuestión de precedencia protocolaria. Cada uno quiere ser el primero en entrar a una casa. La querella toma tales proporciones y alcanza tal grado de locura que ambos compadres terminan por destruir totalmente la casa. No queda nada. Lo absurdo de la situación y de su conclusión provoca una carcajada. Muestra, sin embargo, al espectador el verdadero resultados de las querellas.

México es maravilloso, me afirman voces francesas, ¿cómo se atreven?

En el fondo, desde que vivo en Francia, nunca he oído hablar en los medios tanto de México. Las personas privadas, los internautas, investigan, piden y pasan la información, la del otro lado, la de víctimas como la señora Valladares. Pero el escándalo, hoy, en Francia, es la anulación de los actos culturales que debían tener lugar este año.

La tentativa de culpar de esta decisión a México cae por su propio peso. Basta leer los cientos de internautas que responden cada día, en Le Figaro, Le Monde o Liberation. La decisión de México, que por lo visto no se esperaba el presidente francés, tal vez a causa de una mentalidad neocolonialista, causó un escándalo mayor.

El error diplomático francés no ha sido confesado oficialmente, pero fue reconocido implícitamente con la renuncia de la ministra de Asuntos Extranjeros y la designación de Alain Juppé en su lugar, encargado de reparar los daños y de mejorar la situación diplomática de Francia –tan deteriorada por las posiciones de la ex ministra, sus declaraciones irresponsables y sus insultos arrogantes contra México. A esta ministra, ya comprometida por graves errores en Túnez, se le pidió su renuncia.

Las cosas se presentan difíciles para Juppé. En el caso de México, el presidente francés debería echarse para atrás: renunciar a su extravagante proyecto de dedicar el año Le Mexique en France a su compatriota. Dado el carácter que se le conoce a Sarkozy cuando se oyen sus exabruptos, es difícil pensar que las celebraciones puedan tener lugar. Pero la esperanza nunca está de más. Creo que existen diplomáticos capaces de encontrar una fórmula que no obligue al presidente francés a desdecirse pero que haga olvidar su insensata idea a participantes franceses y mexicanos. ¿Los Talleyrand, los Torres Bodet, han dejado de existir en ambos países?