a proliferación en nuestro país de carne contaminada con clembuterol deja una vez más al descubierto la ausencia de controles sanitarios en la industria ganadera y el comercio de carne y, más grave aún, la corrupción en las dependencias federales, estatales y municipales encargadas de supervisar los cárnicos destinados al consumo humano.
El clembuterol es un compuesto farmacéutico –se usa como broncodilatador en padecimientos respiratorios– cuyo empleo con fines terapéuticos ha sido prohibido en diversos países industrializados debido a que permanece por muchas horas en el organismo y provoca diversas reacciones adversas. Su aplicación veterinaria tiene, como efecto colateral, el incremento de la masa muscular de los animales, por lo que se le emplea, de manera ilegal, en la ganadería.
El año pasado la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris) contabilizó casi 300 casos de personas intoxicadas con ese compuesto debido a que ingirieron carne de ganado vacuno engordado con clembuterol. Este mes, 12 personas resultaron afectadas por la misma causa y, como se informó en la edición de ayer de este diario, las autoridades sanitarias detectaron en Chilpancingo, Guerrero, 477 hígados de res con esa sustancia.
Más allá de la obvia necesidad de emprender una extensa revisión y rectificación de los mecanismos de control aplicados por las secretarías de Salud y de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación federales, y de las instancias estatales correspondientes, así como de ir a fondo en las pesquisas contra los responsables por tales intoxicaciones, la presencia de clembuterol en el ganado nacional exige poner atención en la ausencia de un modelo de desarrollo agropecuario en el país, lo que ha provocado una catástrofe social y humana en el campo, ha reducido severamente la producción agrícola y ganadera y ha colocado a México en una alarmante circunstancia de dependencia alimentaria.
Desde 1988 a la fecha, el ciclo de la política neoliberal en curso ha llevado al gobierno federal a desentenderse de la mayor parte de los productores de granos y carnes, para beneficiar a un puñado de empresas agroexportadoras e importadoras de alimentos, y se ha permitido el ingreso a territorio nacional de productos contaminados o nocivos para la salud, desde la leche radiactiva introducida al país por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, hasta la actual inundación de transgénicos y el descontrol en el uso de sustancias como el clembuterol.
Ya que las autoridades no lo han hecho, la sociedad debe cobrar conciencia sobre la imperiosa necesidad de que el país disponga de una política alimentaria orientada a lograr el abasto del mercado interno y el control de los productos agropecuarios destinados al consumo humano. Estos temas son tan importantes para la viabilidad y la seguridad nacionales como la implantación del estado de derecho y el combate a la delincuencia, porque un país que no controla la calidad y la cantidad de los alimentos que produce y consume termina por colocarse en una situación de precariedad extrema.