Allí, 105 pueblos siguen anegados; de sus 29 mil habitantes, un 90% están damnificados
Domingo 23 de octubre de 2011, p. 32
Jonuta, Tab., 22 de octubre. Una niña de siete años, descalza, se abraza a las piernas de su madre. Entre sollozos, con voz suave, pregunta: ¿a dónde llevan a mi abuelo?”. Frente a ellas, con el agua arriba de la rodilla, elementos de la Marina cargan en una hamaca a Elier Escalante Salvador, de 67 años, quien sufrió complicaciones en sus padecimientos de diabetes y asma.
Con dificultad fue sacado de su casa, sitiada por las corrientes del Usumacinta, para ser llevado hasta la carretera, donde se le traslada en vehículo al hospital. Apenas se aleja, la niña rompe en llanto. Su madre la toma de la mano y sus ojos también se inundan.
Este rescate, ocurrido en la comunidad de Federico Alvarez Tercera, a la orilla del Usumacinta, es uno de los dramas diarios a causa de las inundaciones en Jonuta, el municipio más golpeado por el desbordamiento del río Usumacinta, el más caudaloso del país.
Allí, 105 comunidades permanecen entre el agua, más de 20 siguen incomunicadas por cortes y deslaves en la carretera y de 29 mil habitantes, 26 mil están damnificados.
En dos albergues instalados en la ranchería Torno Largo y dos más en la cabecera municipal de Jonuta son atendidos mil 558 damnificados. En el segundo refugio hay 203 personas, 65 son niños.
Miroslava López Noverola, médico naval, responsable del albergue ubicado en Casino de Jonuta, dice que hacen falta medicinas para atender quienes tienen problemas de salud, y sandalias para los niños, pues muchos ya tienen micosis y cuadros diarreicos.
En una loma, único espacio de tierra firme no afectada de la ranchería Bejucal, mujeres, hombres y niños, la mayoría descalzos y con heridas en los pies, se apiñan a la orilla del río en espera de que de una embarcación de la Marina sean bajadas las despensas donadas por la asociación internacional maestra Ching Hai.
Acompañando a integrantes de la organización humanitaria, el alcalde Armando Narcizo Correa recibió el reclamo de una mujer. Lo que nos dan es muy poco, ¿para que son autoridades?
. El edil dijo: Es una mujer que siempre está creando problemas
.
Casi una hora de viaje en lancha lleva trasladarse a ese lugar desde la cabecera municipal. El trayecto es desolador: decenas de viviendas, escuelas y ranchos ganaderos completos entre el agua, lo mismo que sembradíos. En algunos puntos se asoman sólo las copas de los árboles.
En la zona de los ríos, en los límites con Campeche, los damnificados reclaman víveres, pañales, agua, leche y atención médica, pues no tienen ingresos debido a que la agricultura, ganadería y pesca, a la que se dedican, están paralizadas.
Para no abandonar sus viviendas inundadas, pues alegan que personas que se mueven en cayucos han robando en casas abandonadas, los afectados han instalado 27 casas de lámina y madera cerca de ellas.
Con cortes y deslaves en carreteras –todavía hay 12 puntos críticos–, desde que se agudizó el problema fue activado el Plan Marina. El capitán de navío Pedro Murillo Garay dijo que cuentan con seis embarcaciones y 118 elementos y dos vehículos todo terreno.
Han instalado dos cocinas para atender a los albergados, una en la cabecera municipal y otra en la ranchería Torno Largo. A la fecha han entregado 6 mil 558 raciones de comida caliente y distribuidos 4 mil 470 despensas.
Manuel Hernández y Juan Salvador, funcionarios del ayuntamiento, explicaron que entre las comunidades incomunicadas aún se encuentran Bejucal, Monte Grande, Cuyo de Guadalupe, Corozal, El Sitio, Guayaba, Barrial, Boca de San Gerónimo, Zapotal, Esperanza y San Geronimito.