s fundamental el papel que los sindicatos pueden jugar en el mundo actual, porque nos encontramos en una economía global donde los impactos y los efectos sobre la población, las instituciones, las organizaciones sociales y las mismas empresas de todos los países, son profundos y extensos. De la misma manera los sindicatos de lucha, democráticos y avanzados juegan un papel fundamental en este escenario y pueden promover verdaderos cambios en sus sociedades y en sus gobiernos, que beneficien al país y a sus habitantes en general.
Nuestra perspectiva sobre la política salarial frente a la globalización se basa en un análisis comparativo de las condiciones de trabajo y las percepciones económicas entre los trabajadores de varios países. El Sindicato Nacional de Mineros ha estado luchando durante mucho tiempo por lograr los mejores salarios y prestaciones; lo continúa y lo seguirá haciendo, porque sabemos que las empresas pueden pagar los incrementos, y porque también tenemos muy claro que los salarios no tienen gran impacto en los costos de producción, ya que en algunas empresas no alcanzan ni siquiera el 6 y 8 por ciento del costo total, al contrario de como lo pretenden hacer creer en la cultura patronal mexicana.
En una comparación de salarios entre los trabajadores mineros, metalúrgicos y siderúrgicos de México, por una parte, y los de Estados Unidos y Canadá, por la otra, encontramos que las percepciones en estos dos últimos países son 16 veces más elevados que en México. Un trabajador minero en México puede llegar a ganar en promedio hasta 20 dólares la jornada de trabajo de 8 horas, en tanto que un trabajador en Estados Unidos o Canadá gana 40 dólares la hora. De tal suerte que la diferencia entre salarios es abrumadora. Y esto hace que en el análisis comparativo no encaje el concepto de justicia económica, equidad y menos de respeto hacia los intereses de los asalariados mexicanos. Si incluimos las prestaciones económicas y sociales de los trabajadores, las diferencias son abismales.
Los trabajadores mineros de México, Estados Unidos y Canadá y de cualquier lugar del mundo, desarrollan el mismo tipo de actividad, operan y producen la extracción de los minerales y los transforman con los mismos equipos y en instalaciones similares. La tecnología es más o menos generalizada y uniforme a escala mundial. Producen los mismos materiales que se cotizan en el mercado internacional, o los mismos metales, a pesar de que los riesgos en el trabajo y en la vida misma son mucho mayores en un país como México, que en países que tienen sistemas más avanzados en materia de seguridad, salud e higiene como EU y Canadá.
Las empresas mineras, metalúrgicas y siderúrgicas mexicanas o de cualquier sector de actividad industrial no tienen una justificación económica para explicar las enormes disparidades entre los salarios que pagan en México contra los que se obtienen en Canadá, Estados Unidos y en muchas otras naciones desarrolladas. Generalmente utilizan la excusa de que el costo de la vida es más alto en esos países, pero si medimos los costos reales comparativos, podemos afirmar que no hay una diferencia mayor al doble o en algunos casos quizá un poco más que en México, pero nunca podrán explicar o justificar la enorme distancia que los separa con los salarios al menos 16 veces más elevados que se pagan en los países más avanzados. Adicionalmente, la productividad de los mineros mexicanos es muy elevada y en muchos casos superior a la de esos países, de tal forma que no existe una explicación racional mas que la avaricia y la ambición desmedida, por encima de cualquier sentido de equidad y responsabilidad social.
La explotación y la discriminación contra la mano de obra mexicana es peor aún, porque los productos finales que se obtienen de las actividades mineras y siderúrgicas se cotizan en el mercado internacional, tienen los mismos precios porque se basan en los mercados de los metales de Londres, Nueva York, Tokio o Hong Kong, o por los compradores e importadores de esos países. De esta forma, los precios finales son los mismos si los minerales se extraen y explotan en México, Canadá o Estados Unidos, o si se producen o transforman en cualquiera de estos países.
Las diferencias brutales son los niveles de explotación, sometimiento y marginación que existen y toleran los gobiernos de México en complicidad con las empresas. Esta es una estrategia totalmente equivocada e irresponsable en materia económica, pues reduce los ingresos salariales, el poder adquisitivo, el consumo y la demanda. Y por el lado de la justicia social, no se puede ni debe permitir que se abuse de la necesidad económica de las personas para trabajar, obtener un ingreso y sostener a sus familias.
Este es un grave error de la política económica actual, que además es injusta, cuya práctica real tendrá que cambiar en la próxima administración, como lo han hecho los gobiernos de Brasil y Argentina para incrementar la distribución justa de los beneficios del desarrollo. Hay que entrar a la globalización, sí, pero con justicia, dignidad y respeto, no sólo a los efectos negativos de la globalización, sino a la apertura de nuevas oportunidades y un mayor equilibrio para la clase trabajadora y para la sociedad en su conjunto.