Opinión
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Ciudad Perdida

GDF: el frío también quema

En puerta, conflicto por sucesión

Nueva derrota de Ebrard

L

a mañana de ayer, los corredores del Antiguo Palacio del Ayuntamiento amanecieron con un frío más intenso del que el medio ambiente nos hacía sentir: el frío político.

En el equipo más cercano a Marcelo Ebrard, la división que se manifestó desde hace buen rato respecto de quién debería ser el sucesor del jefe de Gobierno puso a algunos de muy buen humor, y a otros los golpeó de fea manera, pero en cualquier caso nadie se atrevía a contradecir el fondo del conflicto: Marcelo Ebrard perdió.

Los estados de ánimo se debían a una serie de reuniones que sostuvo Ebrard entre la tarde y la noche del mismo martes con la presidenta de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Alejandra Barrales; con el secretario de Educación, Mario Delgado, y con el procurador de Justicia, Miguel Ángel Mancera, lo que dejó como resultado un conflicto como el que llevó a la pantalla grande a finales de los años 70 el cineasta Robert Benton, y protagonizó Meryl Streep y Dustin Hoffman, donde dos que en algún momento vivieron sobre un mismo eje, terminan compitiendo por lo que más quieren en la vida. Se tituló Kramer contra Kramer.

Según estas previsiones, Mario Delgado, en congruencia con sus recientes declaraciones, abandonará la contienda por considerar que el método elegido para la competencia: la encuesta, no deja espacio para permitir que la población conozca de fondo la propuesta y los proyectos de quienes aspiran a suceder a Ebrard, y en ese sentido los ciudadanos irían casi a ciegas a escoger a un candidato o candidata incapaz de cumplir con las tareas que exige una ciudad como la capital de México.

Para Delgado, que esta mañana ofrecerá una conferencia de prensa para precisar los términos de su decisión, resulta inaceptable que la izquierda, que ha criticado una y otra vez la construcción de candidatos por popularidad como productos milagro, acepte ahora renunciar a sus más caros principios y encuentre en las encuestas –en el caso de la contienda por el Gobierno del Distrito Federal– a un representante que no podrá encarar a sus contrincantes con sus proyectos y programas, y que éstos sean medidos por los requerimientos de la sociedad. El más popular puede ser Peña Nieto; el menos indicado para gobernar, también, podría decirse.

Esa decisión, a simple vista, derrotaría a Marcelo Ebrard, que si bien juega con las dos cartas, es decir, con Barrales y con Mancera, implica que el hombre a quien todos conocían como su delfín se baje del escenario de la contienda, y él, Marcelo, se quede sin su principal candidato.

Pero todo hace suponer que en esta jugada hay mucho mar de fondo que requiere despejar algunas incógnitas que no quedan claras. Por ejemplo, ¿por qué sacó a Delgado de la Secretaría de Finanzas, donde se movía como pez en el agua, y lo mandó a una dependencia que en el Distrito Federal no es más que una entelequia, y con ese movimiento lo señaló como su preferido, cuando una noche antes había pedido tranquilidad a los aspirantes?

Esa ventaja que supuestamente dio a Delgado lo marcó, a Mario, durante todo el proceso, y el secretario de Educación tuvo que pagar todas las facturas políticas que impone ser el candidato del propio Ebrard, entre ellas el rechazo de buena parte del PRD, que se niega a aceptar las imposiciones de la administración central y nunca ha dejado intervenir al jefe de Gobierno de lleno en el organismo.

Y pese a todo, hay quien asegura que la mano que mueve las fichas en el tablero de la contienda no es precisamente Marcelo Ebrard, sino Manuel Camacho, que el mismo martes por la noche ya decía que sería este jueves cuando quedaría definida la lista de quienes buscan la jefatura de Gobierno.

En fin, según lo visto, Marcelo Ebrard vuelve a fracasar en el juego político. No es nada más que pierda a su candidato, más bien, pierde la autoridad política que un hombre metido en esos menesteres requiere para crecer. O ¿será que cada uno de los movimientos estuvo fríamente calculado? Ya veremos.

De pasadita

Y ya que estamos en eso del recuento de los daños, déjenos decirle que en el PRI, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, quien juraba y perjuraba que Beatriz Paredes no sería la candidata del PRI, a menos que a él le dieran algo, como la presidencia del partido en el Distrito Federal, fue aplastado, o cuando menos lo echaron de las posiciones de decisión de ese instituto político. Por el momento se queda sin nada, sin candidata, inclusive, a menos que tenga en mente una venganza feroz. ¿Será?