Dedicó su concierto en el Anahuacalli a periodistas asesinados, a Frida y Diego y a Bolaño
Sin parafernalia, hizo una explosiva travesía a lo largo de su discografía ante un auditorio de entre 20 y 60 años
Con el grito queremos agua limpia, aire, paz y libertad
selló la velada
Lunes 7 de mayo de 2012, p. a12
Con dedicatorias especiales a la periodista Regina Martínez y a los tres fotorreporteros asesinados recientemente en Veracruz; a Adam Yauch (MCA), de los Beastie Boys, fallecido el viernes; a Frida Khalo y Diego Rivera, y al escritor chileno Roberto Bolaño, la poeta del punk Patti Smith, veinteañera en alma todavía, ofreció hora y media de música feroz, elegante, atemporal, llena de distorsiones tanto audibles como espirituales, bajo una luna espectacularmente más cercana a la Tierra de lo usual, cosmogonía que en la fresca noche del sábado 5 fue completada por un hermoso teocalli de fondo, en el Museo Diego Rivera Anahuacalli, como parte del 28 fmx-Festival de México.
Con el alma desbordada, capaz de seguir electrizando a un auditorio de entre 20 y 60 años (cerca de 5 mil), gracias a que sus palabras y música no pertenecen a corriente de moda alguna, sino a la corriente furiosa de ese río que son las almas sensibles, sin dejar de repetir que estaba muy emocionada por ésta su primera actuación en México, efectuó una explosiva travesía a lo largo de su discografía (Horses, 1975; Radio Ethiopia, 1976; Easter, 1978; Wave, 1979; Dream of Life, 1988; Gone Again, 1996, y Trampin, 2004, entre otros) y emitió sus canciones más emblemáticas con dos de los músicos originales de su banda setentera: su inseparable coautor Lenny Kaye en la guitarra y Jay Dee Daugherty en la batería; también Tony Shanahan en el bajo y los teclados (la acompaña desde los años 90), y su mismísimo hijo Jackson Smith en la guitarra requinto. Sin una micra de decadencia y con la dignidad artística en alto, pues junto con Kaye no ha dejado de componer, grabar, actuar, su banda sonó vigente.
Aparición radiante
Bajo un inofensivo chipi-chipi, una vez que terminó de tocar la joven banda invitada, Saint Maybe, de sonido folkie, un tanto aburrida, cuyo cantante buscaba imitar a Bob Dylan, apareció radiante la estadunidense Patti Smith, de jeans, playera blanca y saco negro. De cabello hirsuto, cara lavada, su desaliño, sigue desafiando los estereotipos de la belleza occidental para ocupar el espacio con otra belleza más alta, porque sin parafernalia, ni en el atuendo ni en el espectáculo, el rock crudo y atemporal se manifestó de principio a fin, aun con melodías suaves. “Hola, brothers and sisters”, dijo la también escritora, al aparecer y mover la mano con ademán infantil.
El público, aunque exaltado, se comportó adusto, con los más jóvenes al frente saltando y los mayores de 30 (la mayoría) hacia atrás en el aforo al aire libre. Dancing Barefoot, Space Monkey, Free Money, Ghost Dance, My Blakean Year, surcaron corazones. A sus 65 años Patti no pierde convicción en sus palabras, contagiosas como sus movimientos, aún lúdicos, aún sensuales.
Smith, con guitarra acústica en mano, improvisó cantando (en inglés): “En 1970… vine a la ciudad de México, buscando a Frida Kahlo, tenía 23, estaba sola sin nadie que me calentara… vine y pensé libre... in Mexico City!” Después, seguidora de Bolaño por su retrato de México en el libro Los detectives salvajes, le dedicó la gran Beneath the Southern Cross, que por los nervios tuvo que parar, porque se equivocó, para comenzarla de nuevo, ante el aplauso cómplice del público. El tema empezó suave y atmosférico, hasta encenderse y crear un hermoso caos de distorsión e intensidad. Después recordó a la banda de punk neoyorquina Television, en la que tocaban su finado esposo Fred Sonic Smith y el líder de la misma Tom Verlaine (también su primer productor). Patti salió de escena para dejar a sus músicos interpretar un antiguo tema de la época, Nuggets (compilado de Kaye del garage y protopunk de los años 60, editado en 1972), feroz, punkérrimo.
Queremos que sepan que repudiamos los hechos y que hoy más que nunca necesitamos a los buenos periodistas con nosotros
, indicó enérgica al recordar, con Peaceable Kingdom, a los periodistas caídos en Veracruz. En el público se alzó una pancarta: No más sangre
, que se mantuvo durante la poderosa People Have the Power.
Afín a la pasión de Rivera y Kahlo, les dedicó Because the Night, que compuso con Bruce Springsteen. Son muy privilegiados de tener este lugar (el museo); aprécienlo, visítenlo, siéntanse orgullosos de él
, agregó. Cerró gloriosa el primer segmento con Gloria, original de Van Morrison, pero hecha suya con esa gran frase: Jesús murió por los pecados de alguien más, pero no por los míos
.
Para un buen amigo
Tras el encore, recordó a MCA: Era un muy buen amigo; esta canción es para decirle adiós
, y voló con la hermosísima Wing. Adiós, Adam, ¡te amamos!
, remató. Entonces las centellas, la luna, el viento y las cabecitas enloquecieron cuando empezó a recitar Babelogue: “No he cogido lo suficiente con el pasado, pero sí lo he hecho plenamente con el futuro…” para acto seguido partir madres con la gran Rock n’ Roll Nigger.
La sinergia, la sinceridad, la defensa de los derechos humanos, el amor a la Tierra, fueron un solo torbellino: ¡Queremos agua limpia, queremos aire, queremos paz, queremos libertaaad!
Y con ese grito, Patti Smith selló una noche histórica, febril, amorosa, atemporal, conmovedora, con la frugal promesa de volver.