n fechas recientes, el cine cubano –por medio de las películas de Juan Carlos Tabío, sobre todo– ha encontrado una forma sutil de ejercer la sátira social y la mirada irónica sobre la vida en la isla. Aún así era inesperada la aparición de algo como Juan de los muertos, una coproducción hispano-cubana que arroja la sutileza por la borda, empleando la metáfora patentada por George A. Romero.
Ya se sabe que los zombis se han vuelto el monstruo de moda, susceptible de colocarse en una infinita variedad de contextos y escenarios apocalípticos. El mérito del argentino Alejandro Brugués, director y guionista de la película, es plantear en términos cómicos lo que sucedería en La Habana si se desatara, sin motivo o explicación, una epidemia de zombis caníbales. Brugués se nutre de varios antecedentes notables, –el título es, claro, una referencia directa a la comedia británica Shaun of the Dead (Edgar Wright, 2004)– para hacer comentarios mordaces sobre la actual situación cubana.
La película abre con la imagen de dos cubanos en una balsa en el mar. Pero no son balseros, sino un par de buscavidas, Juan (Alexis Díaz de Villegas) y su compadre Lázaro (Jorge Molina), quienes intentan pescar algo para comer. Es inevitable que se toparán con un feroz muerto viviente. Más ejemplares –que los noticieros oficiales identifican como disidentes, fabricados por el imperialismo yanqui– irán apareciendo en tales números que convencerán al par de que la cosa acaba de ponerse peor. Con la ayuda de Vladi California (Andros Perugorría), hijo de Lázaro, Camila (Andrea Duro), hija de Juan, y otros aliados ocasionales, los dos amigos buscarán sacarle provecho al estado de emergencia, ofreciendo un servicio de matar zombis a domicilio (matamos a sus seres queridos
es su eslogan), una vez que han descubierto que la cabeza es la parte vulnerable de la amenaza.
Aunque el esquema argumental –un reducido grupo de sobrevivientes debe enfrentar a una plaga cada vez más extendida– es el mismo de toda película de zombis, sea de horror o comedia, Brugués consigue darle un aire de novedad no sólo por el entorno, que se presta para hacer pullas socarronas sobre el desempleo, el transporte público, los cortes de energía, etc. (yo todo lo veo normal
, comenta un personaje), sino también por la forma novedosa con que ha ingeniado las diferentes maneras de matar a un zombi. Valiéndose de un negrísimo sentido del humor –y de efectos especiales en la tradición Tom Savini–, el cineasta practica la violencia gore con el desenfado necesario para complacer a la afición.
Entre otros aciertos visuales, Juan de los muertos ofrece una secuencia alucinante en que los zombis han invadido incluso el mar, caminando sobre su fondo mientras tiburones nadan a su alrededor. (¿Estarán dirigiéndose a Miami por instinto?). Memorable también resulta la decapitación de docenas de zombis valiéndo-se de un arpón, un cable y una camioneta. (El personaje que la maneja, un gringo dudoso llamado el pastor Jones, guarda un gran parecido físico con Romero hasta en la forma de sus anteojos).
No todo funciona tan eficazmente. El humor verbal, sobreactuado por sus intérpretes, no siempre pega en el blanco (y menos cuando es difícil deducir los diálogos). Y el buen ritmo llevado en buena parte de su metraje no se sostiene hasta el final, que se antoja algo anticlimático y forzado. Igual, la conclusión no podría ser más pesimista: la resignación y el cinismo parecen ser lo único que sostendrá a quienes decidan quedarse a sobrevivir en la isla.
Juan de los muertos: D y G: Alejandro Brugués/ F. en C: Carles Gusi/ M: Sergio Valdés/ Ed: Mercedes Cantero/ Con: Alexis Díaz de Villegas, Jorge Molina, Andrea Duro, Andros Perugorría, Jazz Vilá/ P: Producciones de la 5ª Avenida, La Zanfoña Producciones. Cuba-España, 2011.
Twitter: @walyder