El ejecutante neoyorquino debuta en México y marca un hito en el Festival Cervantino
Durante dos horas interpretó partituras del romanticismo austriaco, alemán y polaco
Sábado 20 de octubre de 2012, p. 6
Guanajuato, Gto., 19 de octubre. La cuadrágesima edición del Festival Internacional Cervantino (FIC) será recordada por tres acontecimientos de esos que marcan época y uno de ellos ocurrió la noche del miércoles en el Teatro Juárez: el neoyorquino de origen sefardí Murray Perahia, uno de los gigantes del piano hoy actuantes en el planeta, dejó metafóricamente humeante el Steinway & Sons sobre el escenario luego de dos horas de hacer, con partituras del romanticismo austriaco, alemán y polaco, y en su debut en México, una ceremonia de impresionante hondura de espíritu.
Inició con la Sonata 39 de Haydn en un resultado sonoro prístino y al mismo tiempo oblicuo: una luminiscencia donde el fraseo premozartiano, la respiración pausada y los acentos esparcidos entre el rococó y el clasicismo sumergieron a la sala, pletórica, en un estado de ardorosa liviandad de ánimo, profundidad reflexiva.
Los Moment Musicaux del también austriaco Franz Schubert, hizo del juguete musical una de las bellas artes: la transparencia del sonido que produce Perahia es comparable al vuelo de una grulla en un haikú: una caricia blanca cuando las notas quedas, un alarido en medio de la tempestad cuando los fortissimi.
El delirio condujo la Sonata 14 en do sostenido mayor de Bee-thoven, la muy popular Quasi una fantasia: hiperromántico Perahia, escalofriante su fraseo, delectación en los pasajes apasionados y sobriedad en las situaciones de transición.
Belleza en el sonido, articulaciones de diamante lubricadas con preciosos aromas, óleos ancestrales, fluidos magnánimos. Magistral y sorprendente el uso del pedal. Electrizante el pulso interno.
Final de antología
Luego del intermedio sonaron las Escenas del Carnaval en Viena, del también alemán Robert Schumann en la reciedumbre de esta partitura, sus muchos recovecos, sus lóbulos sensibles al viento, su exaltación y ternura. En un momento dado, Murray Perahia es poseído por el espíritu de Schumann: gime, gutura, casi grita su cuerpo aterido, encorvado como un gato cuyas garras rasgan el teclado desde donde el fuego ya calcina.
El final resultó de antología: el Improptu 2, opus 36 y el primer Scherzo del opus 20 de Chopin pusieron a todas las almas a levitar. La cima exquisita del romanticismo en el recital, en manos de uno de sus especialistas consumados, el maestro Perahia, quien ante el frenesí del público regresó a regalar dos piezas: un Improptu de Schubert y un Intermezzo de Brahms.
La edición 40 del Festival Internacional Cervantino será recordada también por el recital glorioso de Murray Perahia, este héroe de la interpretación del repertorio romántico que desciende del Olimpo para dejar humeante el piano.