Editorial
Ver día anteriorLunes 12 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Medio oriente: triple tensión
E

l ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, lanzó ayer nuevas amenazas a las autoridades de las franja de Gaza por los cohetes de fabricación casera que han sido disparados desde ese territorio contra el israelí. Según el funcionario, Hamas, la organización que ejerce el poder en Gaza, es responsable, incluso cuando participen otros grupos, y será Hamas la que pague un precio doloroso. Con base en antecedentes, el amago podría prefigurar una nueva agresión militar masiva de Tel Aviv contra la población civil del territorio palestino, semejante a la perpetrada en diciembre de 2008 y enero de 2009.

A la histórica y perpetuada agresión israelí contra los palestinos de Gaza, Cisjordania y la Jerusalén oriental debe agregarse, como factor de tensión en el tablero levantino, la crisis que se vive en la vecina Siria: en lo que constituyó un hecho accidental en el conflicto entre facciones locales enfrentadas, un obús de mortero cayó cerca de un puesto militar israelí en los altos del Golán –que pertenecen a Siria, aunque se encuentran bajo ocupación militar de Tel Aviv desde 1967–, lo que provocó que Israel lanzara disparos de advertencia sobre territorio sirio y amenazara con una respuesta severa en caso de que ocurriera un incidente similar. El hecho en sí mismo no tendría por qué desembocar en una escalada bilateral, de no ser porque, oficialmente, ambos países se encuentran en guerra, toda vez que está pendiente un tratado de paz entre ellos, lo que implica, entre otras cosas, que Israel debe devolver el Golán a Damasco, según las resoluciones 242 y 497 del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.

A los escenarios anteriores debe agregarse la reiterada amenaza de Tel Aviv de destruir, mediante agresión militar directa, las instalaciones nucleares de Irán, con el pretexto de que el programa atómico iraní podría dar lugar a la fabricación de bombas nucleares, pese a los reiterados señalamientos de Teherán de que sus procesos de enriquecimiento de uranio tienen el propósito de alimentar la producción de electricidad.

En la circunstancia presente, tras la destrucción del régimen de Saddam Hussein en Irak, la caída de Muamar Kadafi en Libia y el ingreso de Siria al ciclo de procesos de desestabilización en el mundo árabe, Israel actúa en la región sin ningún contrapeso ni limitación, ante la impotencia de la ONU y con la aquiescencia tácita de Estados Unidos y la Unión Europea. Ello podría llevar a los estrategas de Tel Aviv a hacerse la impresión falsa y peligrosa de que el momento es propicio para emprender una remodelación estratégica a su gusto en Medio Oriente; lanzar una acción militar contra Irán, sacar provecho del conflicto sirio y consumar de una vez por todas el despojo al pueblo palestino.

Israel podría, ciertamente, detonar una guerra en la región, pero esa capacidad no significa que pueda ganarla, y mucho menos que logre establecer una paz a largo plazo. Es necesario, en consecuencia, que el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea exijan contención y prudencia a los halcones de Tel Aviv.