as ráfagas del cambio de expectativas, originadas en círculos estrechos, ciertamente inundaron, con la debida estelaridad, el horizonte de lo público desde el pasado sábado. No fueron vientos huracanados que exigieran coberturas o corajes para abrirse paso en la tempestad. Tampoco gélidas borrascas que paralizaran cualquier movimiento. Simplemente se sintieron allá arriba soplos circulares, revolventes, favorables a lo conocido. Ventiscas distintas sólo para los recién llegados, intercambiables palabras de aliento y muchos olores impregnados de propósitos de enmienda.
Una constelación de deseos orquestados con orden y apoyados con un enorme coro estridente, aunque, hay que decirlo, sin desdeñar precauciones y retoques en la marcha iniciada. Las coberturas mediáticas ante las exageraciones, que surgen como si fueran espontáneas, son, por otra parte, indetenibles. El PRI, señoras y señores que lo votaron, está de vuelta. Y, como siempre, recaerá, aunque traten después de esquivarlo, en sus espaldas y conciencias la carga de consecuencias que las acciones de esta emergente camada de poderosos llevarán a cabo.
El manejo de las sensaciones de cambio estable, ordenado, concurrente y positivo es virtuosismo político respetable. Y en tal encomienda se han centrado los nuevos conductores de élite. El apoyo que el inmenso aparato de convencimiento les viene otorgando con servidumbre notable es, además de totalitario, casi unánime en sus enfoques y augurios. Las disonancias, por el momento mínimas, se habrán de pagar de inmediato con denostaciones terminales y decretos de exilio fulminante. Peña Nieto no puede quejarse del acompañamiento que lo ha secundado en sus primeros pasos por la cumbre del poder oficial. El chisporroteo que se trasmine hacia abajo es, sin embargo, incipiente y transcurre con mermada credibilidad. Nada nuevo puede adelantarse con firmeza, simple amalgama de palabras y poses escénicas por ahora.
La continuidad del modelo sigue su rumbo hasta hoy inalterable. En el presente nada hay concreto que despierte los ánimos de que una alternativa distinta, creativa, popular, justa y solidaria puede instalarse y madurar con el tiempo. El acuerdo signado por las burocracias partidistas y el recién ungido Ejecutivo federal sólo es tinta sobre papel de uso corriente. La borrasca difusiva, por tanto, será pasajera, a pesar de las reformas legislativas que pudieran acompasar los voluntariosos ánimos desplegados con sonrisas y fotogenia. Las promesas de tiempos halagüeños por venir se habrán de estrellar contra las inercias ya bien injertadas en el cuerpo de la nación. El ensamble partidista ensayado para magnificar el dichoso pacto no rebasa el ámbito cupular de dirigentes sin bases de apoyo. Las correas de trasmisión con que cuenta el gobierno están, desde hace ya tiempo, atascadas. Las inmensas cantidades de millones y más millones empleados en programas asistenciales para combatir la pobreza, no han podido romper las cadenas que la perpetúan e incrementan. El tinglado generado por el conjunto de normas y actos de políticas, de actores e instituciones que llevan a cabo las tareas económicas se aparece como una fuerza real que parece invencible. Abrigar esperanzas de una reducción en las desigualdades es, por completo, una aventura ajena a la realidad y el peso de lo establecido.
El parloteo sobre una inminente avanzada contra los poderes fácticos también se irá diluyendo conforme se recarguen los fríos venideros y le sigan las lluvias de la primavera. Posiblemente dejará, en los largos meses venideros, un rastro indistinguible, pero que podrá ser recordado para exigir cuentas posteriores. Una o dos cadenas televisivas no romperán la dominancia conservadora en la comunicación. Más bien la reforzará al quedar, con los sorteos a la usanza priísta, en manos de negociantes de apreciable nivel y similar talante. Una cadena pública, independiente y bien financiada, podría introducir algo de lo que hoy carece la nación y las libertades efectivas. Pero esto es una más de las ideas o proyectos de algunos desbalagados que siempre acaban sesgados en el reparto de las prebendas.
La reforma educativa anunciada, de ser planteada con ingenio y patriotismo, sería causal de un seguro conflicto con la atrincherada formación del SNTE y de su conductora. Se habrá de requerir mucho más quehacer que el que puede contener una figura como el recién nombrado secretario del despacho. La prometida reforma energética, al menos en lo que a Pemex se refiere, no tiene viso alguno de prosperar. Frente a tal intentona, se agazapan fuerzas, intereses y problemas acumulados de difícil tratamiento previo a cualquier transformación real. Las habilidades, preparación, conocimiento, capacidades de gestión o negociación del director en funciones, desalientan cualquier promesa de mejora. Así las cosas, mejor es que, una vez despertado el monstruo de las mil esperanzas, se vaya entrando en un periodo de reflexión para medir las energías, los recursos y el adverso contexto mundial para que se puedan enderezar las muchas deformaciones del presente.