Canarinha
ue pisar la cancha del Maracaná para que casi 80 mil gargantas gritaran Brasil, Brasil
. Ausente la presidenta Dilma Rousseff, que prefirió no escuchar la monumental rechifla que le esperaba, el espectáculo fue de los futbolistas de la canarinha. Dieron un golpe sobre la mesa y recuperaron la autoestima a costa de la selección que ha deslumbrado con su juego los últimos cinco años.
La canarinha pasó cual rodillo sobre la rojinha. Los españoles salieron dormidos en los primeros minutos de ambos tiempos. Ahí les marcaron gol, ahí los dejaron tocados, fundidos anímica y físicamente. Fue una cura de humildad. Los brasileños fueron bravos y artistas. Los españoles dejaron todo ante Italia. Ahí sellaron el fiasco.
Fantástico espectáculo en una de las dos catedrales del futbol mundial –la otra es Wembley. Intenso, emocionante y jugado a todo gas, el partido encandiló. Los brasileños, que salían como víctimas, se rebelaron contra los apostadores, enarbolaron su orgullo y trajeron de vuelta el jogo bonito apoyado en un enorme despliegue físico.
Liderados por el joven y talentoso Neymar Jr, la canarinha desplegó toda su magia. Imparable, hizo expulsar a su futuro compañero en el Barcelona, Gerard Piqué. Es un futbolista diferente, artista y explosivo. Falta ver si él y Lionel Messi hacen química. Habrá que manejar sus egos. En caso contrario, el Barca se hundirá.
El debate girará ahora sobre si la derrota de los de Del Bosque implica o no un cambio de ciclo. La lógica, si tuviera voz, diría que no. La selección española no es una tropa de viejos, ni tampoco han olvidado jugar al futbol. Se gana y se pierde. El problema es que ganar se haga costumbre, casi obligación. Cuando eso sucede, el batacazo es sísmico.
Hoy, el mundo futbolero encumbrará a Brasil siendo que hace unas semanas no daban un centavo por la canarinha. Así es el futbol. Redondo y caprichudo.