37 días de la desaparición de 12 personas en el bar Heaven –ubicado en la Zona Rosa, de esta capital–, ayer fue encontrado el cuerpo calcinado de Dartx Rodríguez Ledezma, uno de los propietarios del referido centro nocturno y a quien se giró una orden de aprehensión de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).
Además de la carga intrínseca de violencia y barbarie, dicho hallazgo representa un impacto adicional en la opinión pública, habida cuenta de la falta de avances perceptibles en las investigaciones relacionadas con las desapariciones ocurridas el pasado 26 de mayo, y de los vacíos de información oficial en torno al caso.
En efecto, más allá de la detención de ocho personas y de la emisión de órdenes de aprehensión en contra de cuatro más, el gobierno capitalino no ha dado cuenta de avance alguno en las investigaciones sobre lo ocurrido con la docena de jóvenes presuntamente secuestrados. Dicho silencio contradice las perspectivas optimistas iniciales de las propias autoridades ministeriales de la capital, en el sentido de encontrarlos con vida y a la brevedad.
Ahora, por añadidura, el hallazgo del cadáver de uno de los presuntos implicados en las desapariciones hace pensar que puede tratarse de algo más grave que un simple pleito entre pandillas del barrio de Tepito –como ha insistido la propia PGJDF– y alimenta las sospechas e inquietudes de que el hecho pudiera estar vinculado con la presencia de la delincuencia organizada en la ciudad capital.
Tales sospechas, por lo demás, cobran sustancia en el contexto de violencia que continúa en todo el país. Por atípico que resulte en el ámbito del Distrito Federal, no puede pasarse por alto que las desapariciones referidas ocurrieron con el telón de fondo de una proliferación de situaciones de ese tipo en el territorio nacional; tal circunstancia multiplica el impacto social y mediático del caso Heaven.
Ante tales consideraciones, sería deseable que las autoridades locales emprendan una revisión de la estrategia de comunicación pública en torno a este caso y corrijan los vacíos de información generados en el curso de las recientes cinco semanas, en el entendido de que éstos suelen derivar en un incremento de los rumores, las filtraciones y las suspicacias; en las consecuentes dificultades para la correcta realización de las pesquisas judiciales, y en el estrechamiento de los márgenes de credibilidad.
La sociedad capitalina ha dado múltiples y contundentes pruebas de madurez política y cívica, y no hay razón para que las autoridades no se conduzcan, en el episodio comentado, con transparencia y veracidad en el manejo de la información. Por el contrario, la erosión de la capacidad comunicativa y discursiva de las autoridades locales representaría, en el momento presente, el deterioro de uno de los principales instrumentos de mando de todo régimen político, y contribuiría a inducir en los capitalinos un sentimiento de temor, zozobra e incredulidad generalizados, como el que ha imperado en amplias franjas del territorio nacional en los años recientes.