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Especialistas consultados por La Jornada opinan sobre la situación actual del instituto

De los problemas del INAH, sólo se conoce “la punta del iceberg”

Existe un proyecto de trasnacionalización, alerta el antropólogo Gilberto López y Rivas

Prevalecen corrupción, opacidad y venta del patrimonio cultural, señalan investigadores

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El escenario montado para el concierto del cantante Elton John en la zona arqueológica de Chichén Itzá, el cual se desplomó dejando tres heridos, el primero de abril de 2010, a los pocos días de que el gobierno de Yucatán, encabezado por Ivonne Ortega, pagó 220 millones de pesos a particulares por la compra de terrenos donde se asientan las principales estructuras del sitio prehispánicoFoto Archivo La Jornada
 
Periódico La Jornada
Jueves 18 de julio de 2013, p. 3

Las polémicas derivadas de los proyectos como el Museo del Cacao, dentro de la zona arqueológica de Chichén Itzá, el sigilo en torno a la compra de terrenos en ese sitio, el teleférico en Puebla, la restauración del claustro del ex convento de La Merced, “son la punta del iceberg” de una gran cantidad de temas de corrupción, opacidad y venta del patrimonio cultural, que señalan a administraciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), expresan diversos especialistas consultados por La Jornada.

El antropólogo e investigador Gilberto López y Rivas sostiene que existe un proyecto de trasnacionalización que no sólo pone en riesgo el patrimonio cultural, sino que que ha penetrado en las estructuras propias del INAH, en particular en las coordinaciones de Arqueología y Salvamento Arqueológico que son muy dados a convivir con las mineras y con las corporaciones de turismo.

De acuerdo con López y Rivas, hay dos tipos de institutos: “el INAH de los trabajadores y el de las autoridades trasnacionalizadas a las que les preocupa poco lo que ocurre. Tenemos casos como el de los fuertes de Loreto y Guadalupe, el de Chichén Itzá y lo que ocurre actualmente en la ciudad de México en el ex convento de La Merced.

Los ejemplos de gastos discrecionales, de opacidad, proliferan en todos lados. El INAH mismo está corroído de este tipo de funcionarios que no tienen ninguna trayectoria académica para ejercer sus cargos y lo único que hacen es seguir dañando el patrimonio de los mexicanos.

Merma en investigación

López y Rivas afirma que además de la agresión al patrimonio cultural en los sexenios recientes, el propio INAH se ha visto mermado en lo que se refiere a investigación e incorporación de nuevos académicos, lo que significa una lesión al instituto como organismo rector de lo que podría ser el resguardo y la defensa del patrimonio cultural.

“No existe ninguna forma de un tipo de democratización dentro de la propia institución y eso nos lleva a una situación de permanente inestabilidad junto con lo que significa la opacidad de la administración del organismo en la manera en cómo se adquieren edificios, terrenos, las rentas de computadoras, de automóviles, incluso se ha llegado a tener fiestas en el Museo de Antropología, hay toda una situación negatoria de lo que podría ser el fin institucional del INAH.

Para las autoridades, los investigadores somos una molestia. Ellas quisieran tener gestores culturales a los cuales poder utilizar de acuerdo con las trasnacionales del turismo que lucran con los patrimonios, es decir, el instituto molesta mucho al INAH de los trabajadores.

El historiador Iván Franco Cáceres considera que el compromiso social que el INAH tuvo históricamente, empezó a decaer de unos sexenios a la fecha.

Se puede decir que la crisis que vive es un acumulado, y lógicamente, se ha llegado a niveles muy críticos en las más recientes administraciones federales, porque lejos de preocuparse por el perfil de los directores generales del INAH y consecuentemente de los delegados estatales, es decir, los directores de los centros INAH, de pronto se puede encontrar en esos puestos, en lugar de antropólogos o historiadores, a odontólogos o administradores. Lamentablemente es un problema que se ha agudizado de manera grave, de unos 20 años a la fecha, explica.

En palabras del historiador, la protección y defensa del patrimonio, a nivel de funcionarios, definitivamente se ha empobrecido: “Todas las áreas del INAH han sido golpeadas, como pueden ser la custodia y la conservación. Pero, por ejemplo, una de las que han sido mayormente afectadas, en términos de presupuesto y actualización, es la de investigación.

“De manera paradójica, lo que sí se ha visto que se ha incrementado y se le da enorme relevancia, es el área administrativa burocrática. Respecto del uso del patrimonio con fines comerciales, como autor del volumen Quienes lucran con el patrimonio cultural, lo que planteo es que ese problema empezó en los años 60 y 70; cuando los funcionarios del INAH comenzaron a copiar modelos extranjeros para activar el patrimonio cultural. Empezaron a instalar espectáculos de luz y sonido para comercializar esa riqueza.

“Es verdad que no en todos lados se ha instalado ese tipo de espectáculos, pero ha sido porque se les ha cuestionado mucho también, sobre lo que implican los servicios y basura, una serie de problemas que vienen asociados con esos espectáculos. Lo que se puede reconocer es la penetración de intereses comerciales, de diversos tipos, en las zonas cercanas a las zonas arqueológicas.

En la lógica de esa comercialización galopante, esos espacios comienzan a ser concesionados. El problema es que esas acciones aisladas y luego frecuentes se han convertido en políticas públicas al grado de que prácticamente el ex presidente Felipe Calderón planteó explícitamente en su Plan Nacional de Desarrollo la mercantilización de las zonas arqueológicas.

Para el arquitecto e integrante de Icomos México, Enrique X. de Anda Alanís, en los dos sexenios panistas hubo un escaso in-terés por la cultura, la salvaguarda y el mantenimiento de todos los vestigios.

“Cuando estos gobiernos hablaron de cultura –señaló el arquitecto–, como no tenían mucha idea de lo que estaba pasando, y me refiero al grupo de gente que estuvo en el aparato de poder, pues lo que se les ocurría era hacer lo que más cercano tenían: una magna biblioteca, la Vasconcelos, que se llenó de agua de inmediato.

“En el sexenio pasado decidieron meterle mano al Palacio de Bellas Artes y entonces estropearon el edificio de Instituto Nacional de Bellas Artes, y así podría enumerar 10 cosas. En lo que se refiere al teleférico en Puebla, se les ocurrió y eso ha sido nefasto en los años recientes que el patrimonio tiene que estar vinculado con el turismo, entonces pensaron en un teleférico para que los turistas desde arriba observaran los últimos edificios del siglo XVII.

Todo lo que ha sucedido con nuestro patrimonio es falta de cultura, de sensibilidad, de tino, de ético, exceso de soberbia y de intenciones de manejo de dinero y de otras cosas.

Contra intervenciones salvajes

Sobre la restauración del ex convento de La Merced, De Anda Alaníz, especialista en la historia de la arquitectura mexicana comenta que todo edificio histórico requiere de procesos de mantenimiento, pero si el inmueble nunca tuvo una cubierta, no se puede colocar una, pues aunque no existe una ley que lo establezca, se trata de una posición de ética internacional, de un acuerdo entre expertos.

Señala que desde algunos años prolifera la idea de que los edificios históricos tienen que ganarse el sustento y el pan de cada día alquilándose y para ello debe tener una cubierta si son patios y entonces planeas intervenciones salvajes.

El arquitecto considera que el éxito de una intervención tiene que ver con un buen destino del edificio que permita mantener la lectura de sus valores históricos, artísticos y patrimoniales.

La cronista Ángeles González Gamio comentó que el patio del ex convento de La Merced se tiene que cubrir para proteger el maravilloso trabajo de piedra que tiene un labrado extraordinario. Es una joya ese claustro y merece estar protegido.

Asimismo, expresó que no le parece mala la idea de convertir el ex convento en un museo del textil.