a reunión del Congreso Nacional Indígena (CNI) realizada en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, los días 17 y 18 de agosto pasados, luego del curso de la Escuelita Zapatista, constituyó una dramática denuncia, con testimonios contundentes, de la guerra desatada por el mal gobierno contra los pueblos originarios en todo el país, donde se confunden sus fuerzas represivas con las corporaciones capitalistas que protege, incluyendo las del crimen organizado, dando por resultado la invasión de territorios, el saqueo de recursos, la afectación del medio ambiente, la criminalización de las resistencias y la amenaza a la sobrevivencia misma de la vida comunitaria.
Uno a uno, los delegados de las diversas etnias-pueblos-tribus-naciones fueron exponiendo la naturaleza de los agravios cometidos en su contra, indignados contra los poderosos que no tienen respeto por la palabra, que la traicionan y violentan una y otra vez a lo largo y ancho de este país que se llama México
, pero sin asumirse en ningún caso como víctimas inermes o actores sumisos, sino como sujetos pletóricos de esperanza y fuerza para refundarse y reconstituirse en la defensa de sus territorios, identidades, lenguas, modos de vida y organización: Nos reconocemos en el camino de nuestra historia y nuestros antepasados que son presente, futuro y espejo de la autonomía ejercida en los hechos, como única vía del porvenir de nuestra existencia y que se vuelve nuestra vida comunitaria en asambleas, prácticas espirituales, culturales, autodefensa y seguridad, proyectos educativos y de comunicación propios, reivindicaciones culturales y territoriales en las ciudades por los pueblos desplazados o invadidos con una memoria histórica viva
(pronunciamiento de la Cátedra Tata Juan Chávez Alonso).
El Congreso Nacional Indígena, surgido al calor de los Diálogos de San Andrés por iniciativa del EZLN, se manifestó por la liberación inmediata de todos los presos políticos en nuestro país, y particularmente por la del tzotzil Alberto Patishtán, quien lleva ya 13 años en prisión injustamente, purgando una condena de 60 años, y que constituye el caso paradigmático y representativo de los numerosos indígenas en el país que purgan condenas o tienen órdenes de aprehensión por defender el territorio, el agua, los bosques, la tierra o los lugares sagrados; por oponerse a la presencia de las corporaciones mineras, eólicas, turísticas, farmacéuticas, constructoras de presas, termoeléctricas, gasoductos y autopistas; por enfrentarse al crimen organizado y los grupos paramilitares como integrantes de policías comunitarias y grupos de autodefensa basados en la organización colectiva; por reclamar sus derechos como pueblos de acuerdo con la Constitución y la jurisprudencia internacional en la materia.
Un común denominador de los cerca de 100 conflictos que se denunciaron ante la presencia de integrantes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General (CCRI -CG) del EZLN lo constituye el hecho de que el Estado mexicano, en sus diversos ámbitos de autoridad y niveles de gobierno, aparece como ejecutor de políticas públicas y acciones ilegales y contrarias al beneficio de los pueblos, y como protector de las corporaciones, en su mayoría extranjeras, y cómplice de los delincuentes en toda la extensión de los territorios; las fuerzas armadas y policiacas se proyectan en la narrativa del CNI como ejércitos de ocupación, más preocupados por mantener bajo control a las policías comunitarias, como en el caso de la CRAC-PC de Guerrero, que a los sicarios mismos, y en algunas regiones, como Michoacán, abiertamente en connivencia con los capos de los cárteles.
Por su parte, la comandanta Miriam, integrante del CCRI-CG, y en nombre de las bases de apoyo, hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en su intervención en el Congreso Nacional Indígena, tomó como propios todos los problemas y situaciones en todos los rincones de la patria mexicana expuestos por los delegados, porque son los mismos problemas que padecemos todos, despojándonos de nuestra madre tierra, aire, agua, riquezas naturales. Pero los malos gobiernos neoliberales y las empresas trasnacionales reinan con el dinero, y por eso imponen proyectos de muerte en nuestros territorios. Pero como pueblos originarios y dueños de las riquezas naturales tenemos que defender a como dé lugar, sin importar las consecuencias, porque nuestra madre tierra, con ella vivimos y con ella respiramos... y cuando defendemos nos persiguen, nos encarcelan y nos matan. Nos acusan de transgresores de la ley y nos condenan a muchos años de prisión, como si fuéramos delincuentes. En cambio, ellos son los verdaderos delincuentes, vendepatrias. Ellos están libres, como si no fuera delito todo lo que han hecho con nosotros, por sus leyes que tienen, y con sus leyes se protegen
. Los y las zapatistas dejaron claro su mensaje a los malos gobernantes: Que ya no nos dejaremos, como pueblos originarios, que nos quiten nuestra madre tierra y las riquezas naturales. Nosotros como zapatistas luchamos por nuestras 13 demandas para el pueblo mexicano, y también luchamos por la autonomía donde el pueblo mande y el gobierno obedece. Para lograr todo esto se necesita conciencia, voluntad y sacrificio, y resistir todo tipo de agresiones. Compañeras y compañeros, hermanos y hermanas, para poder rechazar todos los planes de muerte que imponen los neoliberales se necesita organizarse, unir nuestras fuerzas, nuestro dolor, unir nuestra rebeldía y luchar por democracia, libertad y justicia.
Las y los delegados decidieron reconocer, apoyar y animar las luchas por la autonomía y libre determinación de todos los pueblos que conforman el Congreso Nacional Indígena, desde la península de Yucatán hasta la de Baja California, haciendo suyo el futuro de sus pueblos.