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La desolación en Paraje Montero, sólo una muestra de la devastación causada por Manuel

Estamos acostumbrados a no creer en el gobierno, pero ahora lo necesitamos
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Militares descargan ayuda los damnificados por las lluvias, ayer en la base de la Fuerza Aérea Mexicana ubicada en AcapulcoFoto Javier Verdín
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Rescatistas del grupo Topos labora en el poblado de La Pintada –en la sierra de Atoyac–, donde un alud sepultó a un número indeterminado de personasFoto Pedro Pardo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 24 de septiembre de 2013, p. 8

Paraje Montero, Gro., 23 de septiembre.

Tomás Morelos Morán, de 65 años, vecino de la comunidad Paraje Montero, municipio de Malinaltepec (oriente), murió de un infarto al ver que su casa se desplomaba por las lluvias de la tormenta tropical Manuel. Además 304 viviendas resultaron dañadas, 325 huertos de café y plátano se perdieron, lo mismo que varias hectáreas sembradas de maíz, y 322 personas tienen diversos problemas, dio a conocer Wilfrido Bruno Flores, secretario de la comisaría municipal. Según habitantes, los comerciantes cobran cinco pesos por un huevo, y ocho por una pieza de pan.

En Paraje Montero viven más de 4 mil indígenas me’phaa (tlapanecos), pero no es el poblado que Manuel perjudicó más, categoría que corresponde a otras como El Tepeyac, Filo de Caballo, Centro, Lorenzo Oropeza, Revolución del Sur, Cuadrilla del Mango, la Divina Providencia, Chalma, Tres Marías y Piedra Víbora, aseguró Bruno Flores.

En la demarcación no hay servicio eléctrico desde hace nueve días, los caminos están destrozados y no ha llegado ayuda del gobierno; hacen falta víveres. En la alcaldía de Malinaltepec nos dijeron que no podían hacer nada, que esperáramos a que viniera el gobernador (Ángel Aguirre), pero nosotros no podemos esperar, agregó.

La mayoría de las casas en Paraje Montero, a unos 50 kilómetros de Tlapa (al norte), son de palo y barro. Hay decenas de casas agrietadas, y muchos campesinos perdieron sus animales, arrastrados por la corriente que bajó del cerro. Para llegar a este lugar desde el cruce con la carretera Tlapa-Marquelia (sur) se hacen 40 minutos.

El panorama es desolador; al entrar se tiene la impresión de estar en un pueblo fantasma, la gente no sale de sus casas porque tiene miedo de que el cerro se desplome, no hay caminos porque desaparecieron.

Gaudencio Avilés Ibarra, inspector municipal, reprochó: Nosotros somos los olvidados. Han de pensar que porque vivimos aquí en tres cerros no existimos, pero, al igual que las demás personas afectadas en el estado, somos gente de carne y hueso que lo perdió todo. Estamos acostumbrados a no creer en el gobierno, pero lo necesitamos.

Herminia Oropeza de Aquino, de 28 años aunque aparenta más, recordó que se derrumbó atrás de mi casa, y en la huerta de allá abajo. Yo me di cuenta de cinco casas que se derribaron, pero son más.

–¿Cómo consiguen comida?

–A veces en las tiendas compramos cosas, pero todo está muy caro, el huevo cuesta cinco pesos cada uno, y antes nos daban cinco huevos por 10 pesos. Estamos incomunicados y tenemos mucho miedo, en la tarde me voy a la casa de mi cuñada a dormir. En el pueblo todavía queda mucha gente viviendo en sus casas, a pesar de que son inseguras. El sábado (14 de septiembre) se derrumbó mucho el cerro. Yo tenía mucho miedo, se oyó un ruido muy fuerte, atrás del pueblo, y arriba también. Sabemos que en el pueblo de Tejocote murieron cinco personas, que quedaron sepultadas.

–¿Qué comen?

–Más antes de esto compré una costalilla de maíz, pero se me terminó, ahora mi cuñada me regala poco. Ahorita comemos tortillas con quelites hervidos, porque no nos alcanza para más. Mi esposo es peón y apenas le pagan 50 pesos al día, y con eso tenemos que comer los cinco miembros de mi familia, mis dos hijos, mi esposo, yo y una hermana discapacitada que vive con nosotros. Pongo a hervir mi nixtamal, hago tortillas y, cuando no encuentro quelites, sólo le ponemos sal.

–¿Qué comió hoy?

–Hasta ahora comimos una tortilla con sal. A veces hago huevos, frijoles con arroz, cuando hay. No comemos carne porque no tenemos para comprarla; yo no tengo dinero, por eso voy al monte a buscar quelites aunque me moje. Mi esposo tiene 48 años y sale todo el día a trabajar, se alquila limpiando huertas y corta leña, y por eso lo esperamos para que traiga los 50 pesos y al otro día comer.

Jesús Reyes Basurto, otro vecino de Paraje Montero, también se quejó de los nuevos precios altos de la comida: Estamos comprando el maíz muy caro, algunos paisanos lo están vendiendo a 500 pesos el bulto. Estaba a 200 pesos; nos lo traían de Xalpatláhuac (norte) y de Tlapa, pero ahora lo traen muy caro. Además la pieza de pan cuesta ocho pesos, cuando su precio normal es de dos pesos.