Negligencia criminal
Tardanzas y parrandas
Imágenes de ayuda
Gordillo es amparada
omo en muchos otros casos del actual gabinete federal, Luis Felipe Puente Espinosa tiene como principales méritos para ocupar un delicado cargo técnico dos cartas avasalladoras: ser priísta y haber hecho carrera política en el estado de México. Así, sin ningún antecedente que lo avalara para dirigir el Sistema Nacional de Protección Civil, es hoy acusado de negligencia criminal por no haber actuado oportunamente para advertir a medio México de la desgracia meteorológica ahora conocida. Los señalamientos no se detienen en él, pues obviamente hay una responsabilidad que comparten sus jefes superiores, el secretario de Gobernación, de quien depende directamente, y Los Pinos.
Puente Espinosa es licenciado en administración de empresas turísticas y fue secretario de Transporte durante el sexenio mexiquense de Peña Nieto. Un cargo así propicia múltiples relaciones subterráneas, tanto en términos pecuniarios directos como en reciprocidades utilitarias, así que más de uno creyó encontrar correspondencia entre la función oficial desempeñada y la posterior designación del mismo personaje como coordinador de la campaña presidencial de Peña Nieto en la segunda circunscripción electoral. Antes, había sido director de turismo, durante el gobierno de Alfredo del Mazo, y presidente municipal de Atizapán de Zaragoza. En el PRI ha sido consejero político tanto nacional como estatal y ha ocupado algunas carteras en el comité directivo mexiquense.
Sin embargo, y a pesar de tanta distancia entre sus especialidades grillescas y el tema de la protección civil, Puente Espinosa no podría haber ignorado los indicios constantes y crecientes de que en la nación se iba incubando una tragedia a la que el aparato federal apenas pareció asomarse circunstancialmente la noche del domingo 15, luego que el ocupante de Los Pinos había dado un Grito desangelado.
Desde la tarde del viernes 13 existían ya las alertas técnicas que convocaban a desplegar operativos de protección civil para proteger a la población. Pero, para dar un ejemplo más, otro miembro de la partidocracia, José María Tapia Franco, director del Fondo Nacional para los Desastres Naturales (Fonden) andaba de parranda en Las Vegas, según lo consignó Francisco Zea en Excélsior: Estuvo hospedado el fin de semana del 15 de septiembre en el hotel Encore, uno de los más caros de la ciudad. Cenó la noche del 15 en el restaurante japonés del complejo hotelero que se llama Mizumi, en el cual cantaba con un mariachi, contratado con motivo de las fiestas mexicanas, haciendo gala de mala voz y de intoxicación etílica. Otro día cenó en el muy caro restaurante Andreas del mismo hotel y se le vio sentado apostando hasta 20 mil dólares en las mesas de baccarat, de lo cual fue testigo el diputado local del partido Verde, Jesús Sesma
(http://bit.ly/15r9N80).
Esa lluvia de alcohol en Las Vegas fue denunciada por el perredista Alejandro Encinas durante la sesión del Senado en la que se acordó pedir a la Secretaría de Gobernación, entre acusaciones graves, un informe de las acciones tomadas para proteger a la población del embate de Ingrid y Manuel (nota de Andrea Becerril y Víctor Ballinas en La Jornada). Respecto a Tapia Franco, fue candidato a diputado local en el Distrito Federal y actualmente es senador suplente en esta misma demarcación. Uno de sus amigos es Canek Vázquez Góngora, ex diputado federal hidalguense y actual subprocurador federal de auditoría ambiental.
En ese contexto laxo, Peña Nieto, el secretario Osorio Chong y el director Puente Espinosa estaban más embebidos en el combate político y físico contra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que en las fuertes lluvias y sus naturales consecuencias, así que la primera acción formal sobre el punto fue el que EPN no asistiera a la cena de gala que se había organizado para después del tañer de la campana independentista en el balcón central del Palacio Nacional. Tarde, demasiado tarde. Y, por si fuera poco, el aparato militar, marino y policiaco no fue enviado de inmediato a atender la crisis, sino que se le mantuvo en la ciudad de México para celebrar un lindo desfile a cuyo final también se apresuró Peña Nieto a declararse, al fin, en mangas de camisa, listo para tomar el toro hídrico por los cuernos que ya habían causado desgracia por doquier.
A cambio de esas tardanzas agravantes, Peña Nieto ha ofrecido un insistente portafolio mediático de imáge- nes para verse atento a las demandas populares, escuchando a algunos de los muchísimos damnificados, recorriendo zonas de devastación a bordo de robustos vehículos y, ayer, caminando entre las sucias aguas, siempre acompañado de grupos de funcionarios de entre los que en el escenario guerrerense destaca el gobernador Ángel Aguirre Rivero, quien ha competido en cuanto a la gráfica más oportunista y grotesca al dar una entrevista a un medio informativo con el agua a la altura del pecho, para de- mostrar en metros cúbicos circundantes cuánta es la profundidad de su esfuerzo burocrático.
Por cierto, el mismo viernes, cuando ya eran cono- cidos los primeros impactos fuertes de las lluvias, con la población necesitada de auxilio, Aguirre Rivero convi- vía alegre y nocturnamente con algunos de sus antecesores, Rubén Figueroa Alcocer y René Juárez Cisneros, y con miembros de la clase política del estado en la residencia oficial, denominada Casa Guerrero, según nota de Gloria Leticia Díaz en Proceso (http://bit.ly/16Gosr5).
Y, mientras la PGR impugna el recurso de amparo otorgado por triple partida a Elba Esther Gordillo por fallas de procedimiento adjudicadas a la misma PGR, en un giro judicial y político que técnicamente no implica la libertad de la profesora chiapaneca pero sí exhibe la textura (¿intencionalmente?) fofa de las acusaciones levantadas, que más delante podría abrir las puertas (¿navideñas?) de una cárcel decidida por razones políticas en contra de alguien que fue aliada del sistema y cuyos sistemas de control hoy son añorados por la peñacracia entrampada en sus reformas, ¡hasta mañana!
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