El domingo pasado, cuando expiró sonriente, las ventas de sus discos aumentaron 300%
Sábado 2 de noviembre de 2013, p. 32
Hace seis días se inició la nueva existencia de un guerrero que concluyó la anterior, según narra su esposa, la escritora, violinista y compositora Laurie Anderson, observando los árboles y practicando, ‘‘solamente con sus manos de artista”, tai chi.
En Spotify quedó el registro de la última música que escuchó: Nina Simone, David Bowie, Paul Simon, Daryl Hall y John Oates.
El fotógrafo Jean Baptiste Mondino tomó su último retrato, que reproducimos aquí y está en la página web de Lou Reed. La muerte en su mirada, la fuerza vital en su puño de guerrero.
La reportera Hanna Hanra lo entrevistó dos meses antes. La ironía de Lou a flor de piel. Hoy está de moda lo que yo inventé hace años, por ejemplo pintarse las uñas artísticamente y tatuarse; hoy muchos traen hasta el pito tatuado, dijo Lou, y la entrevistadora le notó un amplio vendaje en el vientre cuando él levantó su clásica t-shirt para limpiar sus lentes.
En mayo le trasplantaron el hígado que despedazó durante más de cinco décadas de beber alcohol. Al salir del quirófano había exclamado: soy un triunfo de la medicina moderna, la física y la química. Soy más grande y más fuerte que nunca.
Hace seis días, cuando expiró sonriente, las ventas de sus discos subieron 300 por ciento y los streamings en Spotify 3 mil por ciento.
Su nueva existencia consiste en ubicarse, ahora sí, en el centro de la atención de una sociedad que no estaba preparada para entenderlo y lo había reducido a lo que no era: el autor de piezas de éxito que se cuentan con los dedos de una mano.
Su amiga y cómplice Patti Smith fue la primera en poner las cosas en su lugar: Lou llevó la cultura al rock. Su amigo y cómplice Peter Gabriel envió un texto a la mar cibernética celebrando haberlo visto con su esposa, Laurie, tan enamorado, cariñoso y alegre como una pareja de adolescentes.
Artista genial, mujer entrañable (http://goo.gl/pSu9hf), Laurie Anderson publicó el jueves un texto que conmovió al planeta entero, dirigido ‘‘a nuestros vecinos”, celebrando, en la primera frase, la belleza de este otoño, sus destellos dorados y su increíble, suave luz ‘‘y el agua rodeándonos”.
Explicó cómo Lou y ella, siendo animales urbanos, pasaron las mejores horas de sus vidas en Long Island y cómo cumplió la promesa que le hizo a su marido de sacarlo, ya, del hospital, y llevarlo a su casa, donde descansó no sin antes hacer guiños a los árboles, practicar tai chi con sus manos de artista y sonreír.
La nueva existencia de Lou Reed: la revisión puntual de su discografía. Ahora sí, tal parece, habrá quienes sí se atrevan a escuchar el álbum Metal Machine Music, que no es otra cosa sino ruido, como una antítesis, contrapeso, complemento de la partitura 4’33 de John Cage, donde se comprueba que el silencio no existe. De ambas obras suelen decir muchos que son ‘‘insoportables” sin haberlas siquiera revisado.
En la nueva existencia de Lou Reed habrá, ahora sí, visitantes a su maravilloso álbum doble The Raven, donde pone en vida ese poema, El cuervo, de una de sus influencias mayores: Edgar Allan Poe y se pone a fumar opio con su maestro y Willem Dafoe recita los versos y ponen acción en esos discos invitados de lujo: Laurie Anderson, Ornette Coleman, David Bowie, The Blind Boys of Alabama, mientras Lou canta: ‘‘Debo ejecutar un acto de magia y desaparecer lindamente/ hacer un acto de desvanecimiento ligero/ para así siempre estar mirando hacia adelante/ y nunca voltear atrás”.
La nueva vida del poeta transcurre nítida porque, ahora sí, todos comprenden que llamarlo ‘‘poeta de Nueva York” no es un lugar común, sino algo bien cabrón ganado a pulso porque el poeta escribió, documentó, hizo la crónica del más profundo Nueva York en obras maestras como Dirty Boulevard, donde un niño vive en medio de miseria, prostitución, drogas y todas las pobrezas pero se encuentra en un basurero un libro de magia y mira al techo deslavado y canta: cuando cuente tres espero desaparecer y volar, volar. Lejos.
En su nueva existencia, el poeta es comprendido: ‘‘mis mejores líneas –recomienda– están en mi disco Magic and Loss”, donde habla de magia y de magos que conoció en México, porque quería hacer un acto mágico: desaparecer. Para aparecer convertido en hombre nuevo.
Su esposa inició con estas líneas la nueva existencia del poeta: ‘‘Lou fue un príncipe y un guerrero y sé ahora que sus canciones sobre el dolor y la belleza del mundo llenarán a mucha gente con el increíble gozo que él tuvo por la vida. Larga vida a la belleza que desciende y nos atraviesa a todos”.
Larga vida, Lou. Luminosa tu larga existencia, guerrero.