Adolescentes salvadoreños narran que su calvario comenzó nada más cruzar la frontera
En México todo nos puede pasar, dicen Los tres mosqueteros migrantes
Domingo 29 de junio de 2014, p. 5
Ixtepec, Oax., 24 de junio.
José Antonio, Ángel Carlos y Luis se denominan Los tres mosqueteros migrantes. Partieron hace 12 días de El Salvador con el propósito de cruzar México y llegar a Estados Unidos, donde quieren estudiar y trabajar para ganar dólares y ayudar a sus familias.
Orillados por la falta de empleo y oportunidades se vieron obligados a abandonar su país. Poco saben de acuerdos migratorios entre países y si recibirán apoyos o no, pero no permitirán que nada ni nadie trunque su sueño.
Bajo el lema de todos para uno y uno para todos
–de Los tres mosqueteros, del francés Alejandro Dumas– estos centroamericanos de 17 años, uno, y 16, los otros dos, decidieron dejar atrás hogar, familia, novias y diversión; atravesaron Guatemala y llegaron a la frontera con Chiapas.
Allí abordaron una combi que los trasladó al municipio de Huixtla, donde –relataron– comenzó su calvario
. Fueron asaltados por quien suponen era un policía federal, quien les pidió mil pesos a cambio de permitirles seguir su camino.
Un señor vestido de negro, gordo, moreno y alto nos preguntó si teníamos papeles, pero ya sabía que éramos indocumentados; nos pidió mil pesos, cada uno llevaba mil 500. Sabemos que fue el chofer (de la combi) quien nos entregó, porque el pasaje es de 20 pesos y a nosotros nos cobraron 150
, narró José Antonio.
Sentado en una repisa de cemento en el albergue Hermanos en el Camino, el joven de 17 años fue quien compartió las vicisitudes de su periplo; Ángel Carlos y Luis simplemente se reían e iban de un lugar a otro; comentaron nada más que lo único que saben de México es que es un país violento e inseguro.
Los tres se conocen desde la infancia. Ahora, juntos, intentaran llegar a Estados Unidos; saben que atravesar México es lo más difícil, pero no les preocupa, porque mientras Dios esté a nuestro lado, estaremos seguros
.
“Al llegar a México se me enchinó la piel; tengo un hermano mayor que vivió en Estados Unidos, me platicó que este país es muy violento y complicado, que aquí hay maras, cárteles, violaciones y asesinatos”, contó José Antonio.
Dijo que no le informó a su hermano sobre la decisión de trasladarse a territorio mexicano porque nunca aceptó este sueño loco que tengo
. Ahora –agregó– “estamos en Ixtepec, esperando que llegue el tren conocido como La Bestia para montarnos e irnos”.
La principal preocupación de José Antonio, Ángel Carlos y Luis –quienes apenas si concluyeron el quinto semestre de bachillerato en El Salvador– es si están viajando por la ruta adecuada; saben que tienen que trasladarse a Veracruz, eso los aterra un poco, pero lo cruzarán, aseguran.
En México todo nos puede pasar; aquí la violencia recorre los vagones y las carreteras a diario. Sabemos que (autoridades de) nuestro país se reunieron con los presidentes de México (Enrique Peña) y Estados Unidos (Barack Obama), pero al final ellos no harán nada por nuestro beneficio; al contrario, lo que quieren es que tengamos la mayoría de edad, para rentarnos como mercancía de trabajo
, afirmó José Antonio.
Mientras el salvadoreño de 17 años toma aire y entrelaza las manos, además de tocarse el pelo, algo nervioso por la entrevista, un altoparlante de la coordinación del Albergue Hermanos en el Camino, anuncia: Joaquín, tienes llamada, te habla tu mamá
. José Antonio sonríe y contesta: ¡Vez, venimos varios, como 10 o 15 (menores migrantes); hay unos que tienen más de un mes aquí en este lugar
.
Compartió que en el refugio coordinado por el sacerdote Alejandro Solalinde se encuentran unos 10 adolescentes centroamericanos, además de madres con sus hijos, quienes tienen ahí entre dos y tres meses. En lo que va del año dicho refugio ha dado cobijo a mil 226 menores; 966 varones y 260 mujeres.
México es el último paso para llegar a Estados Unidos, pero es el más difícil, aquí nos nos asaltan, nos quitan la ropa, nos dicen groserías, nos discriminan por sucios. Pero también hay buenas personas: nos han regalado de comer y algunos pesos; no perdemos la fe
, concluyó José Antonio.
Con el lema de todos para uno y uno para todos
, Los tres mosqueteros migrantes, sonríen, juegan futbol, bailan hip-hop, comparten historias con sus amigos, pero siempre con la meta fija de alcanzar su sueño de una mejor vida.