as campañas permiten ver a los políticos, pero no es sino el ejercicio del poder el que nos deja conocer lo que verdaderamente son. Por poner a los más visibles en el arco de la reforma política de 1977 cuya extensión no nos acerca todavía a una democracia aceptable: uno fue el Carlos Salinas de Gortari en campaña y otro en la presidencia de la República; lo mismo se puede decir de Vicente Fox. El tercero es Andrés Manuel López Obrador, que sigue en campaña y cuyo gobierno fue el más congruente con lo que prometió en aquella que lo llevó a la jefatura del Distrito Federal.
Jaime El Bronco Rodríguez Calderón, el candidato independiente que triunfó con un muy amplio margen sobre sus rivales en la contienda por la gubernatura de Nuevo León, se ha definido como un político anti-sistema o bien, según la idea de Guillermo Rentería, su publicista, como un político incorrecto
. También ha declarado que atenderá prioritariamente las demandas y necesidades de la raza (se supone que el pueblo), a través del gasto social.
El Bronco no ha dudado en llamar revolución
a su triunfo y The New York Times, que lo ha calificado a él de insurgente
, pareciera percibir como un cambio revolucionario el hecho de que un candidato independiente con las características de Rodríguez Calderón (atuendo campirano, lenguaje garapiñado de maldiciones, temerario, estruendoso y con imán entre jóvenes, mujeres y diversas capas sociales) haya llegado a la gubernatura de la entidad con mayor densidad financiera e industrial de México.
A esa victoria electoral llegó en alianza con Fernando Elizondo, un político de larga trayectoria tanto en el sector público como en el privado, con una idea de Estado y de lo que significa su soporte a veces oculto pero siempre determinante: las finanzas. Elizondo sufrió el desafecto de sus correligionarios más fundamentalistas, quienes vieron con malos ojos que se aliara a El Bronco, un tipo que nada tiene que ver con su código postal y de casta. Antes no había hablado Elizondo de abatir la desigualdad mediante una más justa distribución del ingreso. Ahora lo hace y esto no hay que soslayarlo.
La victoria alcanzada por el independiente en tal alianza tuvo por causa de fondo el descontento de la ciudadanía hacia los partidos políticos, las malas políticas públicas apoyadas por ellos y la corrupción de las autoridades federales y locales.
Algunos medios y el grueso de las empresas encuestadoras se equivocaron. Varias de ellas siempre colocaron a la candidata del PRI en el primer lugar de la intención de voto y a Rodríguez Calderón en el segundo y hasta en el tercero. A la mayoría las hemos conocido por su arista manipuladora: ABC/Aga, Arcop, Comunicación Política, Covarrubias y Asociados, De la Riva, Isa y Mitofsky.
Sin embargo, el contexto de esa victoria debe matizarse. ¿Cómo es que el descontento ciudadano se expresa votando por un candidato independiente y su voto mayoritario se lo entrega a los candidatos a diputados y senadores de los partidos responsables de la triple crisis: económica, política y moral, tanto en Nuevo León como a nivel federal? ¿Cómo hace lo mismo respecto a los candidatos a alcaldes donde el PRI tenía mayores posibilidades de triunfo y le niega su voto a la candidata a gobernadora de este partido para dárselo a El Bronco? Una respuesta aceptable la ofrece el diario El Horizonte: Priístas y panistas dieron las alcaldías (y las curules) a los candidatos de su partido, pero muchos no votaron por Ivonne y Felipe y prefirieron a Jaime Rodríguez
. Es decir, el llamado voto cruzado y no sólo por esos partidos.
El hecho es que se tiene a un Ejecutivo sin partidos y a un Legislativo con un componente bipartidista mayor que en otros gobiernos. Un bipartidismo que amenaza, además, con seguir la vieja línea partidaria: los diputados responderán no a los intereses de la ciudadanía, y menos a las iniciativas de ley que provengan del Ejecutivo, si aquéllos o éstas no convienen a las cúpulas de los partidos a que pertenecen.
En los medios estadunidenses, tan propensos a la narrativa donde los procesos sociales se individualizan en personajes, casi como en la literatura de ficción, los fenómenos colectivos que implican una mayor profundidad de análisis quedan en segundo plano. El mismo The New York Times recogió la declaración de Luis Carlos Ugalde en torno al triunfo de Rodríguez: en él ve el antiguo consejero presidente del IFE, de triste memoria, una poderosa muestra que podría abrir la puerta a un candidato independiente en la perspectiva de la próxima elección presidencial. Deseo semejante se lee en la de Enrique Krauze: a ese triunfo lo juzga llamada de atención a los partidos y la posibilidad de que aparezca un candidato independiente en el horizonte de 2018.
El énfasis independentista, al que ha puesto atento oído Peña Nieto, es evidente que se relaciona con la menor votación captada por su partido y por las victorias conseguidas por El Bronco, Manuel Clouthier, Pedro Kumate –triunfo a ley si los hay– y otros independientes; pero también por las que alcanzaron los candidatos de Morena compartidas por su líder.
Pronto veremos hasta dónde un gobierno independiente hace efectivas las esperanzas de cambio. En el caso del que encabeza El Bronco, una vez que su programa adquiera suficiente estructura, y a través de la distribución del presupuesto, podrá probarse si la renovación anunciada se puede tornar en un principio tangible.