l Frente para la Victoria, de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, obtuvo un importante triunfo en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso) del domingo pasado, en las cuales su candidato presidencial, Daniel Scioli, se alzó con 38.41 por ciento de los votos frente a 30 por ciento de su opositor más cercano, el alcalde derechista de Buenos Aires, Mauricio Macri. Las primarias, una suerte de primera vuelta para decidir qué fórmulas podrán presentarse a las elecciones generales del próximo 25 de octubre, arrojaron saldo favorable para el kirchnerismo en prácticamente todo el país, incluyendo, según los resultados preliminares, aquellas provincias que elegirán gobernadores, alcaldes y legisladores locales.
A la vista de estos resultados pareciera asegurada la continuidad del proyecto de nación iniciado con la llegada a la presidencia del fallecido Néstor Kirchner, quien puso fin a una prolongada crisis política y comenzó a remontar el desastre económico en que el neoliberalismo había hundido al país desde finales de los años 90. Esta victoria parcial, que aún deberá refrendarse en los comicios de octubre y, eventualmente, en una segunda vuelta, se produce pese al embate mediático y jurídico al que se ha visto sometido el kirchnerismo. Por ello, la decepción de las expectativas opositoras permite un respiro al gobierno de Cristina Fernández y al proyecto de transformación e integración latinoamericano, del cual el gobierno argentino ha sido un pilar fundamental.
En general, es pertinente analizar estas elecciones en el contexto de las crecientes dificultades experimentadas por los gobiernos latinoamericanos que, con sus diferencias, conforman un bloque progresista opositor a las políticas económicas neoliberales y antipopulares. Debe reconocerse que parte de la pérdida de impulso sufrida por estos proyectos de recuperación de soberanía y justicia social se debe al agotamiento del ciclo de crecimiento económico por el auge de las materias primas y al natural desgaste político sufrido en el ejercicio del poder, así como a los errores cometidos por los respectivos gobernantes durante más de una década de administraciones progresistas y nacionalistas. Pero, junto con estos factores, la escalada injerencista encabezada por Estados Unidos en Sudamérica ha buscado desestabilizar en lo económico y en lo político a los países que no acatan las políticas exigidas por Washington y por los grandes capitales transnacionales.
Que el oficialismo se encuentre a la cabeza de unos comicios realizados bajo estas circunstancias evidencia que el proyecto kirchnerista aún tiene viabilidad. Por ahora, la mayor incógnita dentro de la alianza gobernante es la orientación que tomaría un eventual gobierno de Daniel Scioli, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. Que su nominación se haya dado por descarte de otras opciones, y no por una abierta competencia interna que propiciara el debate de ideas y el contraste de trayectorias, resta solidez al proyecto e introduce un enigma en el futuro político del kirchnerismo y del país.
El horizonte del proyecto construido por Néstor Kirchner y Cristina Fernández –que puso fin a la ortodoxia neoliberal impuesta tras la última dictadura militar– depende tanto de las elecciones del próximo 25 de octubre y de un posible balotaje posterior como de la definición política que, en caso de salir victorioso, asuma Scioli, un hombre que ha evitado cuidadosamente pronunciarse sobre temas fundamentales.
Es deseable, por Argentina y el proceso de integración y transformación del que forma parte, que los electores y los eventuales gobernantes mantengan un talante progresista y soberano.