El lenguaje ‘‘encriptado’’ acabó siendo diáfano para todos
Jueves 3 de septiembre de 2015, p. 5
Tomada a pie juntillas la definición de utilizar este día para enviar su mensaje al país –la obligación de informar se cumplió la víspera en el Congreso–, el presidente Enrique Peña Nieto toma la ocasión para referir una serie de hechos tan presentes como bochornosos en la memoria colectiva nacional.
¿Acaso alguien necesita mayor explicación cuando alude a ‘‘los hechos ocurridos en Iguala’’? ¿Es menester citar el nombre de quien se fugó ‘‘de un penal de alta seguridad’’? ¿Hay que rascarse la cabeza para entender de qué hablaba el mandatario al admitir ‘‘señalamientos de conflictos de interés’’?
El ejercicio de autocrítica del jefe del Ejecutivo fue tan inesperado como breve, antes de pasar a un texto para el cual esta vez tomó en total dos horas –más de 30 minutos del discurso del año pasado– y para el cual se escucharon aplausos en unas 25 ocasiones.
Pero hubo dos momentos, al menos, en los cuales el propio Peña batió palmas: el reconocimiento a las fuerzas armadas y a la gestión del Banco de México.
Aficionado ya a la red social en boca, Periscope, de la cual ya ha hecho uso en giras, el mandatario recurrió a ella para dar a conocer cómo es el ritual de colocación de la Banda Presidencial en su despacho. Pero al fin riesgos de las transmisiones ‘‘en vivo’’, todo mundo pudo ver el incidente de la casi caída al suelo del lienzo, y la rápida reacción del Presidente para atraparlo.
Todo esto ocurría mientras en el patio central de Palacio Nacional se afinaba la cuadrícula por colores, con la cual se divide a los invitados según criterios misteriosos de jerarquía y prosapia. Porque en estas ceremonias ya hace mucho que no está convocada toda la República. Si los legisladores, la víspera, ya no invitan a la apertura del periodo de sesiones del Congreso al jefe del Ejecutivo, pues éste tampoco los convoca para su acto del día siguiente.
Puros cuates, aunque hoy estén en desgracia, como el ex director de la Conagua David Korenfeld. El formato se repitió: de frente hacia el podium donde habló Peña, a la derecha se colocaron los gobernadores. Todos. Y a la izquierda, el gabinete legal y ampliado. Con sus caras nuevas, ascensos y descensos en la estructura del gobierno federal, pero no faltaba ni uno. Pero algunas ubicaciones hablaban por sí solas sobre afecto y cercanía, como el lugar del subsecretario de Gobierno, Luis Enrique Miranda, en el espacio reservado para el gabinete ampliado.
Se corrió la cortesía de invitar a los nueve gobernadores electos. Y de entre ellos, el de Nuevo León, Jaime Rodríguez, El Bronco, fue el más requerido para las selfies y el más dispuesto para hablar ante cuanta grabadora se le pusiera enfrente.Escuchó en lugar privilegiado la arenga presidencial contra el populismo y la demagogia, aunque más tarde en las entrevistas fingiera que no le quedó ese saco, ‘‘porque yo uso chaleco...’’
El gabinete entero se tomó la foto oficial con el Presidente , incorporando a los nuevos rostros y reacomodando a otros en esta nueva ‘‘alineación’’ de la segunda mitad del sexenio, diseñada, dicen, de cara a 2018. Flotaba sin embargo la pregunta: ¿será ésta la última foto oficial para otros?
Los días que restan a esta semana también serán del Presidente, quien realizará su tradicional periplo de entrevistas a propósito de este tercer Informe.