En el décimo aniversario luctuoso de José Saramago (Azinhaga, 1922- Tías, 2010), el escritor portugués fue recordado ayer en Lisboa y Lanzarote, tierras que habitó, con música de Bach, las últimas palabras que escribió hasta que se encontró con la muerte, a los 87 años; reflexiones de su viuda, Pilar del Río, y por sus lectores agradecidos.

Sabemos más de lo que creemos, podemos más de lo que imaginamos, fue la cita que compartió Del Río, guardiana del legado de Saramago, y que hoy sería el mensaje del Nobel de Literatura en estos días de confinamiento obligado por la pandemia de Covid-19.

La periodista y traductora compartió en su cuenta personal de Twitter una entrevista con un diario español, en la cual expresó: Cada ser humano vale el universo, la historia, vale todo. No nos resignemos, nos tengamos miedo, no nos conformemos; seamos seres con la cabeza levantada del suelo y solamente de ahí puede partir la salud de mundo.

Muy temprano en México, mediodía en Tías, municipio en la isla de Lanzarote, a la misma hora en la que hace 10 años se supo la noticia de la muerte del autor de El Evangelio según Jesucristo, y en la que fue su casa, ahora convertida en museo, se le rindió homenaje con la primera de las suites para chelo de Johann Sebastian Bach.

El chelista Carlos Rivero también interpretó El canto de los pájaros, de Pablo Casals, y José Vicente Pérez tocó otras piezas en el timple (instrumento tradicional de las Islas Canarias). Después de la ceremonia de poco más de 30 minutos, los escasos asistentes, protegidos con cubrebocas, depositaron una ofrenda floral frente a la escultura que simboliza un olmo, árbol que amaba Saramago.

Más tarde, Pilar del Río dio la noticia de que no queda material inédito por compartir, al menos no una obra acabada y perfilada, como Claraboya, que entregó a una editorial y no publicó. Con motivo de la preparación de la celebración del centenario natal de Saramago, en 2022, se han descubierto obras de juventud, de teatro y cuento que no se sabe si serán publicadas, y que de serlo sería en ediciones limitadas para estudiosos.

En las semanas recientes recibió múltiples peticiones y referencias a Ensayo sobre la ceguera, novela publicada en 1995, por lo que decidió volver a leerla. Me hacía mucho daño, porque yo sé del sufrimiento de Saramago al momento de escribir ese libro, porque es muy duro tener que reconocer que ciegos somos capaces de destruir a nuestros semejantes, dejarlos solos y abandonados a su suerte, contó en la charla con el periodista Ignacio Escolar, a unos minutos de iniciar el otro homenaje en Lisboa, en la Fundación José Saramago.

Cerca del río Tajo, que observó Saramago –al igual que el poeta Pessoa–, se hizo la lectura de Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, a cargo de los actores André Levy, Joana Manuel y Tiago Rodrigues, que se compartió de manera virtual por un pago de tres euros, dinero destinado a un fondo para artistas afectados por la pandemia.

En la página de la fundación que preside Pilar del Río se compartió un mensaje encabezado por una cita del propio escritor: A veces debemos sentarnos juntos para llorar juntos. Sería una forma de convocar a los muertos a la vida que ya no pueden compartir con nosotros.