Opinión
Ver día anteriorViernes 19 de junio de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Qué de que, qué o que
A

nte la incertidumbre del futuro mexicano, en tarde gris, fría y lluviosa, aburrida e inacabable, no me quedó más remedio que refugiarme en las sombras de secretos negros con esa morena que deseaba. Que el cuerpo se le adecuara a su sombra al igual que la sombra se iba adecuando a la situación que vivimos los mexicanos, que ya no sabemos qué de que, ni qué de que.

Sombra ráfaga de recuerdos, memoria de luz radiante perdida en el horizonte encapotado, sueño interior de fantasía desbordada en milagro de la aparición de los pechos escondidos que resaltaban y descendieran al caderamen de mármol, de realidad táctil y óptima opulencia.

Deslizarse entre el ramaje de los recuerdos velados por la lluvia. Pasión que pintaba su ojera y bajo la sombra perpetuaba el deseo cultivado en la castidad de la lluvia. Sentir el sexo traumatizado, la imaginación volcánica, voluptuosidad en acontecer escénico que no sólo deslumbraba, sino que conmovía por la calibrada expresividad. Me sorprendía sacándome del tedio de la oscuridad de las sombras a luz trastornadora. Derroche de colores que parecían rasgar el crepúsculo con furia serena. Desdoble ante un espejo, reflexión de mí mismo, en la rebelión de la morena cascabelera en versión auténtica mostradora de lamentables estertores del deseo.

Descubrimiento de formas sinuosas y jugos melosos de frutas frescas; ciruelas rojas y amarillas, mangos, peras, uvas verdes y vino. Fuerza instintiva de un sueño interior. La contemplaba recostada, laxa, saliendo de la sombra, las caderas carmesí. Languidez que llegaba a la lúgubre frontera de la llama.

Color rosa de la flor del vino que se debatía en la cuenca de una música flamenca matizada por cantera de lamentos de nubes desvanecidas en un conjuro misterioso del fondo de la sombra donde el sueño buscaba alivio.

Deslizarse vertiginosamente colgado de sombra rota. No saber adonde iba por montañas de sombras que iba de la magia del solar del mediodía al flamenco con espectro de candela a la frialdad del silencio que recibía el cuerpo.

Regreso al no saber qué de qué y volver a escapar al recuerdo del roce de la piel cual la mirada de los ojos pantera que encendían las pestañas del deseo.

El torno fanal de lo inefable no alcanzaba a expresar el martirio corporal. Tarde inacabable, vendaval de raíces en que perdía lo tajante del paso de sol a la nube y a la sombra. Leyenda negra naufraga de tal espesor que impedía la comunicación. Sólo un confuso murmullo incoherente. Vivencia de la desesperanza reavivada de frío interior, cuerpo congelado. Efectos de una soledad que nos desborda. Sólo cuevas, escondites contra el malvado virus invisible dispuesto a destrozar al planeta.