as normales rurales (NR), que dentro de dos años cumplirán 100 de vida, no representan sólo ese legado histórico que, como prólogo o introducción, muchos apuntan al empezar a hablar de ellas. No son sólo ese baluarte representativo de aquella primera intención de la Revolución Mexicana por dar respuesta a las demandas sociales urgentes que levantaron en armas a la enorme masa campesina, son hoy día una necesidad real en el México rural. La Revolución la empezaron a enterrar consistentemente Ávila Camacho y Miguel Alemán en un largo proceso que fue desmontando todas las medidas de una posible reforma agraria, que en realidad nunca llegó. Los campesinos siguieron empecinados en su lucha por la tierra, la consolidación de sus ejidos y comunidades productivas. Echeverría desató la guerra sucia y Salinas la remató declarando oficialmente cerrada la reforma agraria con la modificación al artículo 27. Todos los funcionarios del Estado en estos años sembraron el campo de muerte o corrupción a través de la CNC, los caciques, señores de horca y cuchillo, y el PRI.
Las NR fueron parte de estas luchas y resistencia, además se engarzaron con las de estudiantes y maestros. Los embates del Estado fueron los mismos: represión y muerte, abandono presupuestal, encarcelamiento, infiltración, cooptación o corrupción. El Estado mexicano ha optado siempre por el control por encima de la educación. Su mera sobrevivencia y tenacidad llevaron al poder a construir la leyenda negra para justificar sus acciones y aislarlas. Ayotzinapa es ahora el símbolo de esta barbarie irrefrenable.
La leyenda negra surgió prácticamente desde la fundación. La primera normal establecida en Tacámbaro por Vasconcelos como parte del programa de la SEP de Escuelas Centrales Agrícolas tenía y tiene el objetivo de formar maestros campesinos, para esparcir por el campo la educación y la dignidad de vida. Allí mismo, en Tacámbaro, se instaló un seminario católico, inmediatamente se levantaron voces persecutoras desde el púlpito: son las escuelas del diablo
, son inmorales y pecaminosas
, tronaban, amenazando con excomulgar a los padres, los estudiantes y los profesores. La normal tuvo que peregrinar por diferentes comunidades hasta quedarse definitivamente, en 1949, en Tiripetío. Eran los tiempos de la guerra cristera, en que Dios tronaba y asesinaba sobre la tierra, como expresó Revueltas.
La leyenda negra se retomó después del cardenismo, era la época de la guerra fría, Alemán alentó a fondo el mito de que eran nidos de comunistas apátridas
, vivero de líderes rojillos
. Con Díaz Ordaz y Echeverría involucrados en masacres y la guerra sucia fueron bautizadas como semilleros de guerrilleros
y terroristas extranjerizantes
, se cerraron la mitad de ellas tomadas por el Ejército, la policía y la CNC. La llegada de los tecnócratas al poder acuñó la definición de que no eran más que entelequias del pasado populista
que ya no servían para nada.
Así, año tras año los normalistas tienen que salir a luchar por su sobrevivencia. Bajo la perniciosa influencia de la leyenda negra, la pregunta que muchos se hacen es: ¿acaso son necesarias las NR en pleno siglo XXI? La respuesta es sí, por supuesto, sin lugar a dudas. Los estudiantes agrupados en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México siguen empeñados en defender la formación de un maestro vinculado a su comunidad social, atento a los problemas y condiciones de vida de los barrios y localidades, sensible al entorno envilecido y depredado culturalmente por un capitalismo neoliberal devastador, enfadado por el creciente despojo y destrucción de la naturaleza, alarmado por el empobrecimiento de pueblos, consciente del mundo implacable que nos rodea, diría Freire. ¿Acaso no sería esto necesario en la formación de todos nuestros maestros? Contrario al maestro operador y reproductor de planes elaborados en oficinas expertas, alejadas de la vida cotidiana de las comunidades sociales, en un México tan diverso y complejo ¿acaso no es necesario recuperar los saberes y cosmovisiones diferentes?
Los planes de estudio de las NR siguen enarbolando tres principios que en educación son centrales: la vinculación entre teoría y práctica, como eje de la construcción del conocimiento no memorístico; la vinculación de la escuela con la comunidad: la escuela abierta y parte de la vida social y no sólo como centro de transmisión de conocimientos; el desarrollo de la escuela-trabajo que, vinculada a las labores y procesos de producción agrícola, permitirá enriquecer, sostener y desarrollar el trabajo campesino en otros niveles.
Por otro lado, las NR sostienen cinco ejes formativos: el de la formación profesional docente en el medio rural. Este es el punto más vulnerado por las reformas curriculares centrales, se impone la enseñanza del inglés y las TICS por encima de materias y prácticas en el aula, se decide eliminar el apoyo para materiales diversos y transporte para ir a las escuelas, se descarta la posibilidad de enseñar las lenguas indígenas. Este es el único eje que realmente está bajo la responsabilidad de los profesores. Los estudiantes han asumido la responsabilidad de mantener los otros cuatro: el de la producción agropecuaria, el de cultura y oficios, el deportivo y el de formación política.
En México la estructura educativa desigual prevalece, 46 por ciento de las escuelas básicas de la nación son aún unidocentes, multigrado y también incompletas. La escena es la de un único maestro, en una pequeña escuelita con piso de tierra, sin materiales, con mesitas precarias y con un montón de chiquillos de todas las edades que tiene que organizar para, por lo menos, enseñarles a leer y escribir. Maestros que muchas veces se quedan a dormir en la propia escuela y que tardan horas para llegar a las cabeceras municipales a cobrar raquíticos salarios. ¿No son necesarios hoy día, en pleno siglo XXI, estos maestros rurales? ¿No merecen nuestras comunidades tener escuelas decentes, con maestros sensibles y comprometidos socialmente?