na nueva amenaza se ciñe sobre el gobierno del presidente de Estados Unidos: inflación y una cuarta ola de Covid.
La propagación y el crecimiento en los contagios tienen origen en la irresponsabilidad de Donald Trump en el manejo del virus. Su reticencia a negar que existe éste y consecuentemente su reticencia a instrumentar las medidas necesarias para detener los contagios, fueron la causa de que más de 250 mil estadunidenses cayeran enfermos en la segunda semana de enero pasado y más de casi 4 mil murieran en ese mismo lapso por esta causa.
Por fin, los esfuerzos de los especialistas surtieron efecto, y Trump, aunque de mala manera, accedió a instrumentar las medidas necesarias para detener la ola de contagios. Las secuelas, sin embargo, alcanzaron al gobierno actual que, para frenar la transmisión del virus, hizo una cruzada de vacunación e información sobre la ingente necesidad de aplicarse los biológicos, usar cubrebocas y evitar en lo posible reuniones numerosas que resultaban propicias infectarse. Los contagios se redujeron sustancialmente a más de 6 mil en la última semana de junio y aproximadamente a 200 muertes en ese mismo lapso. A pesar de esos esfuerzos, no ha sido posible cortar de tajo los contagios, particularmente en algunos estados del sur del país en cuestión donde los gobernadores se han negado obstinadamente a observar las medidas necesarias para evitarlos.
Peor aún, han iniciado una cruzada en sentido contrario a la que el gobierno federal ha hecho y han alentado a la población a rechazar la vacunación y el uso de cubrebocas. Estados como Florida y Texas han declarado una guerra a los especialistas que insisten en la necesidad de atender sus recomendaciones para evitar el aumento de contagios. El resultado de ese rechazo es un aumento paulatino de enfermos y el incremento en las hospitalizaciones, lo que han causado nuevamente una emergencia de salud en el marco de lo que se advierte como una nueva ola de contagios. En el colmo de la hipocresía, quienes se han negado a vacunarse ahora culpan al gobierno del retorno de la epidemia.
El caso de la inflación es un fenómeno que se ha reflejado en un alza general de los precios. Uno de los factores es el encarecimiento de los combustibles por la arbitraria decisión de las compañías petroleras de aumentar sus precios, con el pretexto de la escasez del hidrocarburo inducida artificialmente. El otro es la paralización y disrupción de las cadenas de distribución de todo tipo de mercancías. Millones de trabajadores debieron ausentarse de sus labores por haberse contagiado y otros para evitar esto decidieron permanecer en sus hogares. Industrias enteras debieron parar o reducir sustantivamente sus actividades por la ausencia de empleados; millones de conductores de vehículos que transportan mercancías dejaron de hacerlo, y lo mismo sucedió con los estibadores en los puertos.
Debido a esto, varias decenas de embarcaciones, con millones de contenedores repletos de mercancías, han tenido que esperar en el mar a que se normalice la descarga en los muelles y almacenes de los puertos más importantes del orbe. Todo esto contribuyó a una escasez relativa de productos en el mercado y así a una elevación general de precios.
Lo que especialistas como Krugman advierten es que esta disrupción es temporal; el restablecimiento en la producción de petróleo y el abastecimiento de mercancías se reanudarán paulatinamente y los precios se estabilizarán en esa misma medida.
Epidemia e inflación han servido como pretexto para culpar a la actual administración. Se ha abierto un impasse, cuyo término es difícil determinar.
No obstante, haciendo caso a lo que señalan diversos especialistas, cabe el optimismo y esperar a que, con medidas como la necesaria vacunación, en el caso de la pandemia, y la intervención del gobierno y el banco central con una política monetaria que estabilice los precios, la crisis pasará, a menos de que ómicron decida lo contrario.