Sábado 23 de diciembre de 2023, p. 4
Quito. Un jorobado enfermo de bocio, un niño decapitado en manos de un soldado, una mujer con el rostro ensangrentado y otras insólitas imágenes integran un peculiar pesebre de Quito, preservado por tres siglos en un monasterio de claustro.
Propiedad de las religiosas Carmelitas Descalzas, que se asentaron en Ecuador en 1653, el belén de 300 piezas hace parte del ahora museo del Carmen Alto, en el centro histórico de Quito.
Sus delicadas figuras de los siglos XVII al XX narran escenas bíblicas como la huida a Egipto, la matanza de los inocentes o Jesús adolescente en el templo. En medio de ellas irrumpen personajes de la vida cotidiana del Quito colonial, así como poblaciones marginadas en esa época.
Es interesante encontrarnos con piezas que muestran la interculturalidad, la diversidad en la ciudad. Hay indígenas, afrodescendientes, chapetones (españoles llegados a América)
, dice Gabriela Mena, coordinadora del museo.
Entre las piezas aparecen, por ejemplo, varios personajes del pueblo indígena yumbo con rostros pintados y tocados de plumas.
En la escena de los afrodescendientes resalta la vestimenta afrancesada, muy decorada
, explica Noralma Suárez, responsable de la reserva del Carmen Alto, que exhibirá la muestra hasta el primer trimestre de 2024.
Pasado y presente
El pesebre incluye a madres amamantando, un jorobado que muestra su cuello hinchado por los efectos del bocio y una escena de violencia doméstica. En esta última un hombre amenaza a una mujer con una botella, mientras ella parece dar un paso atrás con su niño cargado en la espalda y el rostro cubierto de sangre.
Las imágenes más grandes, de unos 50 centímetros, son las de María, José y el niño Jesús. Otras caben en una mano y algunas son más pequeñas que un dedo índice.
Este pesebre permite evidenciar, palpar ciertas cosas que pasaban en un determinado momento histórico
, como los problemas de salud, señala Suárez, refiriéndose al personaje aquejado por el bocio.
En un trabajo museográfico en el que dialogan pasado y presente, cada año se instala el pesebre bajo una temática contemporánea. Antes fueron la migración, los desastres naturales y la música. Hoy, el montaje se diseñó con el colectivo Mujeres de Frente y pretende generar una reflexión sobre las condiciones de vida de las comerciantes informales de la ciudad y el derecho al trabajo.
Más allá del folclor
Reducir este pesebre a bonita tradición popular, cultural, nos puede llevar un poco a folclorizar o naturalizar ciertas cosas que se representan
, como los papeles asignados a indígenas y negros, o la violencia, opina Mena. De ahí su intención de dar la vuelta a viejos prejuicios y usarlos de excusa para reflexionar sobre el racismo, el machismo y la pobreza.
El museo invitó a participar a un grupo de comerciantes informales, que en Ecuador difícilmente pueden disfrutar de la Navidad en familia, pues es una época de buenas ventas y mucho trabajo.
Las muñecas de trapo hechas por el colectivo Mujeres de Frente –que representan a las comerciantes y sus hijos– son las primeras piezas fabricadas en este siglo en integrar el pesebre.
Las figuras del presente se mezclan con las antiguas que resaltan técnicas artísticas como el esgrafiado, el encolado, los ojos de vidrio o el encarnado brillante, que se lograba al frotar la vejiga de oveja contra la escultura para dar un acabado más terso.