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Disquero
Una orquesta en el oído
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▲ La sala de conciertos Philharmonie de Berlín.Foto Heribert Schindler, tomada de la página de la orquesta
Periódico La Jornada
Sábado 23 de diciembre de 2023, p. a12

La idea de escuchar el mar a través de una caracola colocada en el oído es mera ilusión. Es un fenómeno de la acústica producido por la vibración del aire que vive en el laberinto de la concha marina. Lo que sí es un hecho es que podemos llevar en el bolsillo una sala de conciertos con todo y orquesta sinfónica, director, solista y público, y escuchar y presenciar conciertos en cualquier lugar, en cualquier momento.

Oír el mar en una caracola es una sensación creada por nuestro cerebro a través de una ilusión acústica. Percibimos un murmullo que asociamos con el sonido del mar, porque va y viene, como las olas. Se produce porque en el interior de la concha hay aire que vibra.

Curiosamente, la cóclea es el caracol del oído humano. Se ubica en el oído interno y se parece a un caparazón de caracol en forma de espiral.

La sala de conciertos que llevamos en el corazón, porque ahí queda la bolsa de la camisa, es uno de los grandes inventos de la humanidad y estamos de festejo porque cumple 15 años. Suena música de vals vienés.

La matriz de ese proyecto es un instrumento musical monumental: la sala de conciertos Philharmonie, sede de la Filarmónica de Berlín, y ese edificio que es una obra de arte, cumple 60 años. Suena música de Bruckner.

Ambas historias, la de la sala de conciertos digital y la de la sala de conciertos monumental, están entrelazadas así:

La sala de conciertos Philharmonie fue inaugurada en 1963, creación del arquitecto Hans Scharoun que permanece como una impronta, un modelo a seguir y un manantial de asombros.

El edificio yace en la Herbert von Karajan Strasse, llamada así en homenaje a su director más icónico, en el área de Berlín conocida como Kulturforum, cerca de la Postdamer Platz, vecina de la Neue Nationalgalerie, la Gemäldegalerie y los dos planteles de la Staatsbibliothek zu Berlin.

El diseño de la Philharmonie es una obra maestra: asimétrica, y su eje es un pentágono, las butacas se distribuyen como en un cuadro cubista de Picasso: el promedio de distancia máxima de cada butaca hacia el centro del escenario no rebasa nunca los 34 metros y la isóptica es inigualable por su sistema de terrazas y su disposición asimétrica, con la apariencia de un conglomerado de asientos que sobresalen uno del anterior y permiten la visibilidad entera al siguiente.

La idea central es precisamente el vórtice, el centro: la música está en el centro del edificio, del butaquerío, de la gente.

En la página web de la Sala de Conciertos Digital está disponible un documental donde se narra la historia de la Philharmonie. Se titula Ein Fünfeck mit Aura, en español, La Philharmonie de Berlín: un pentágono con aura, filmado en octubre de 2013, para celebrar el primer medio siglo de la sala, y es de la autoría de Daniel Finkernagel y Alexander Lück.

El testimonio mayor es de Sir Simon Rattle, quien enlaza las historias de la Sala Philharmonie con la Sala de Conciertos Digital, porque él fue el creador de este invento que cambió el curso de la historia: una sala de conciertos que podemos transportar en el bolsillo.

Este edificio, dice Rattle, es siempre moderno, especialmente en su interior, porque tiene que ver con las personas, les otorga lo que necesitan: un cielo estrellado es el techo, recubierto por elegante concreto, que se puede sintetizar así: es un mundo que aísla del mundo, para juntarlo. Aísla el ruido del exterior para crear un sonido interior.

Sonido interior. La trascendencia de la sala de conciertos Philharmonie es su sonido, una experiencia fuera del mundo y dentro de nosotros. Quienes hemos estado ahí tenemos una impronta: nuestro cuerpo entero estremecido por el sonido. No existe en el mundo otro lugar así, donde el sonido nos estremece, nos inunda, nos transporta a otros mundos, a nuestro mundo interior.

Decir acústica perfecta es poco. Hay un momento donde escuchar la brea que vuela desde las cuerdas de los violines como polen, oír el sonido de su vuelo, percibir la vibración de la caja acústica de los contrabajos, recibir el estruendo del cuarteto de trombones, observar el estallido de las cuerdas de las violas en un chicotazo que suena a susurro, acompasar el ruido de las llaves del clarinete emparejado al dulce sonido que sale de la boca del instrumento, ser testigo y personaje, vivir el sonido inimaginado, sentir lo inefable, presenciar esta epifanía de arcángeles que toman cuerpo en sonido, no puede terminar sino en lágrimas y un grito ahogado, inaudible, en medio del prodigio.

Es estremecedor. No hay experiencia mayor en la vida.

Después de conocer el sonido de la Philharmonie, luego de vivir el estado de perfección artística, enseguida de vivir el estado puro de la creación, la vida es diferente y lo demás irrelevante. The rest is noise.

Sir Simon Rattle está parado, batuta en mano, en el podio, que está en el centro de la sala, en el centro del mundo: Desde ese centro tienes la bonita ilusión de que puedes tocar a todos los músicos y a todos y cada uno de los que están sentados en las butacas.

Interviene el clarinetista histórico de la Filarmónica de Berlín, Walter Seyforth: Desde el escenario puedes sentir la respiración del público.

Simon Rattle: El sonido es la magia de ese pentágono mágico, y en eso consiste la dificultad mayor: los músicos debemos crear ese sonido, pues no se hace solo, hay que crearlo, moldearlo, esculpirlo, delinearlo, porque todo lo que suena es magnificado superlativamente por la perfección acústica que posee la sala. Estar en el centro del sonido consiste en crear precisamente ese sonido, para así crear intimidad.

Lo primero que sonó en la Sala de Conciertos Digital, que inventó Simon Rattle hace 15 años, fueron las últimas sinfonías de Volfi Mozart. Alfa y Omega. De manera que la sala de conciertos que llevamos en el bolsillo, en el corazón, posee el sonido Mozart, creado por Rattle con los mejores cien músicos del orbe, en la mejor sala de conciertos del mundo.

Simon Rattle en el centro de la sala, sobre el podio, batuta en mano, sonríe: Es ella, este sonido es femenino. Estamos bendecidos.

Hace 15 años que vivimos a diario y cada fin de semana en vivo esta experiencia bendecida: Simon Rattle ponderó que el sonido de la Philharmonie es patrimonio de la humanidad y debe ser compartido; es por eso que dirigió al mejor equipo de expertos en acústica, diseñadores e ingenieros de sonido y de imagen y colocó bocinas en lugares estratégicos de la sala. Desde entonces, el sonido mágico de la Philharmonie se escucha por Internet en el planeta entero.

Observó Rattle, nuevo asombro, que el arquitecto genial Hans Scharoun dispuso espacios que parecían destinados a ser puntos estratégicos donde colocar cámaras para captar en primer plano todo momento del fluido orquestal, y los mejores expertos en audio colocaron diminutos micrófonos ultrapoderosos que reproducen el sonido mágico de la Philharmonie.

Y es así que desde casa podemos vivir nuevamente aquel momento inolvidable cuando nos paramos por primera vez en el centro de esa sala de conciertos para resultar estremecidos y ese estremecimiento se repite cada vez que presenciamos la transmisión en vivo de los conciertos de temporada de la Filarmónica de Berlín y cada vez que elegimos alguno de entre los ya incontables conciertos que resguarda el sitio de Internet Digital Concert Hall en su archivo histórico. Puede uno comprar un boleto vía Internet en esa página, o bien, comprar el abono anual para tener acceso a todos los archivos. Todo eso está en el teléfono celular, en el iPad, en la computadora portátil, en la de escritorio, en la pantalla de televisión conectada a Internet.

A nadie le alcanzaría la vida para ver y escuchar todos los conciertos que ahí están resguardados.

Cada concierto, cada transmisión, pone en vivo la experiencia de acudir a la Philharmonie: desde que llegamos caminando, provenientes de la estación Postdammer Platz del Metro, entramos al recibidor, nos maravillamos con el mural de vidrios multicolores, subimos escaleras como escalar un óleo cubista de Picasso, sentarnos en los mejores asientos de la sala, los más baratos: dentro de la orquesta, en el lugar que corresponde al coro, ver entrar al director de orquesta, que levanta la batuta frente a nosotros, se detiene en lo alto del aire, marca la anacrusa y el mundo comienza a latir, hermoso e interminable.

@PabloEspinosaB

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