s un comediante medianamente exitoso
y un dictador sin elecciones
que ha hecho un pésimo trabajo como mandatario
, dice Donald Trump de Volodymir Zelensky, y no deja de ser impresionante que Donald Trump maltrate a Volodymir Zelensky como nunca lo hizo Vladimir Putin y que se ensañe con ese gobernante más que con ningún otro –por ahora–, pese a la fidelidad con la que el ucranio ha servido a los intereses de Washington hasta el punto de sacrificar a su propio pueblo en una guerra sin esperanza.
Desde mucho antes de que el rubicundo millonario llegara a la Casa Blanca era ya evidente que el gobierno de Kiev no tenía posibilidades de imponerse a las fuerzas militares rusas y que tarde o temprano habría que iniciar conversaciones en las que a Ucrania le resultaría imposible recuperar las fronteras previas a 2014, y ni siquiera las anteriores a la operación militar especial
iniciada en 2022, y así empezaban a reconocerlo con parsimonia tanto Washington como las potencias europeas que se unieron al patrocinio de la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sin más propósito que fabricar un enemigo que había dejado de serlo desde 1991. Sin embargo, la administración de Joe Biden, en perfecto concierto con Bruselas, estaba dispuesta a retrasar el máximo tiempo posible la derrota ucrania, así fuera para confeccionarle un disfraz de honorabilidad.
Pero Trump cambió radicalmente los ritmos y desplegó contra Zelensky todo un repertorio de groserías y humillaciones: desde el acto de acordar una reunión entre representantes gringos y rusos sin invitar a Ucrania hasta las expresiones arriba citadas, pasando por el ensayo de imposición de un acuerdo depredador que pondría en manos de Washington los recursos naturales de lo que quede de Ucrania.
Desde luego, el gobierno de México sobrevivirá a los desatinos de Trump, e igualmente lo harán los de Panamá, Dinamarca-Groenlandia, Cuba y hasta el de Canadá, si bien este último con recambio de por medio–, entre otros de los que han sido objeto de las amenazas proferidas por el energúmeno presidencial estadunidense; paradójicamente, el que podría tener sus días contados es el de Kiev, que tan buenos servicios ha venido prestando a la superpotencia, y que tan de buen grado asumió como propia la guerra de desgaste que la alianza occidental ha emprendido contra Rusia.
Más allá de la proverbial simpatía de Donald Trump hacia Vladimir Putin, los atropellos al presidente ucranio parecen conllevar un mensaje de escarmiento para aliados más poderosos –o menos impotentes– de Estados Unidos. Y más que los europeos, que no enfrentan amenaza alguna, los destinatarios bien podrían ser los asiáticos: Taiwán, Corea del Sur y Japón, países cuya defensa cuesta al erario estadunidense montones de dinero, y cuyo potencial de defensa reside, en lo fundamental, en sus respectivos acuerdos de defensa con Washington.
Una de las enseñanzas de este episodio es que el actual mandatario del país vecino admira a los fuertes y odia a los débiles, lo que puede referirse a capacidad bélica –como lo han demostrado las actitudes trumpianas ante Corea del Norte–, pero también a fortaleza política. Trump se extralimita cuanto quiere con gobernantes titubeantes y con escaso respaldo –como lo ha hecho ahora con Justin Trudeau y como lo hizo en su momento con Enrique Peña Nieto–, pero contiene sus impulsos más agresivos ante una figura como la de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, que goza de uno de los respaldos populares más sólidos y contundentes de la historia de México.
Por otra parte, la inferencia necesaria es que muy probablemente el presidente patán exagere a la baja con la popularidad que le atribuye a Zelensky –4 por ciento, afirma–, pero seguramente sabe que éste, en medio de una guerra sin futuro y salpicado por los escándalos de corrupción que brotan en su entorno, no se encuentra precisamente en la cima de la popularidad.
Es difícil imaginar que después de llamarle dictador e incompetente, Trump accediera a continuar la astronómicamente elevada asistencia militar a Zelensky; la de Europa no le alcanza para seguir resistiendo la ofensiva rusa en el este de su país. La paz, en consecuencia, parece próxima y el final político del antiguo comediante, también.