na de las consecuencias más visibles de la Revolución Mexicana fue la centralidad que el magisterio adquirió en el concurso de los proyectos de reforma social emprendidos desde el Estado. Si comparáramos otras experiencias latinoamericanas, observaríamos que el magisterio mexicano ocupó un lugar de mayor peso político, en su calidad de articulador del proyecto nacional, pero también por el antagonismo que generaba la dimensión laboral, pues ésta implicaba, inmediatamente, al Estado.
El peso social del magisterio tomó fisonomía en el cardenismo, por el que recibió gran impulso. Fue el momento en que se comenzaron a forjar sus grandes organizaciones asociativas y gremiales. El marco dado por la primavera popular colocó, además, al PCM en un lugar de conducción importante de la entonces joven y hoy centenaria Secretaría de Educación Pública (SEP).
Paralelamente fue en el periodo cardenista y en el inmediato posterior cuando se acuñó la idea de la unidad a toda costa
por parte de los comunistas, que trasmutaría en el lenguaje gubernamental al de unidad nacional
, como un acuerdo que relegaba cualquier conflicto en pos de enfrentar los dilemas globales signados por la efervescencia fascista. Bien podría decirse, que, en términos generales, el PCM acompañó a la ideología de la Revolución Mexicana
durante la década de 1940. Sin embargo, como toda observación general, admite matices. Así, es pertinente señalar el episodio que involucró a la SEP en la forja de grietas a ese entramado unitario.
Se trató del ejercicio de mando a cargo de Octavio Véjar Vázquez, militar que estuvo al frente de la SEP. Véjar expresa el hiato entre el periodo cardenista y la nueva forma contrarreformista encabezada por Ávila Camacho e incluso orilló a los comunistas, deseosos de la unidad, a marcar distancia con el régimen político naciente. En su paso por la SEP, Véjar negó, de hecho, el carácter socialista de la educación, purgó a la planta docente de la militancia radical y entabló un vínculo entre la Iglesia católica y la nueva
concepción de la escuela. También echó abajo la idea de la educación bilingüe propulsada por la política indigenista de Cárdenas y mantuvo, en general, una actitud de desprecio hacia los maestros rurales.
Bajo el argumento de alejar a la escuela del materialismo tosco
, es decir, de la concepción socialista-marxista, apostó por una visión centrada en valores abstractos como el amor, en que la Iglesia, los empresarios y los anticomunistas tenían un papel central. En ese proceso, rehabilitó a José Vasconcelos, a quien tuvo de asesor. Años más tarde José Santos Valdez recordará la preferencia que tuvo Véjar por las versiones históricas del Ulises criollo, al grado de censurar la propuesta de educación cívica que el normalista había desarrollado.
Fue el PCM uno de sus principales blancos y también el mayor de sus opositores. Durante 1942 y 1943, especialmente, los comunistas fueron parte de una gran coalición opositora que incluyó a los sindicatos de maestros, pero también a las olvidadas huelgas estudiantiles de aquellos años. Adelina Zendejas, por ejemplo, en La Voz de México, escribía sobre el orgullo de ver a sus alumnas marchar, en el marco de la acción de quienes formaban parte de la Escuela Normal de Maestros. Asimismo, el recién creado IPN vivió uno de los primeros movimientos de resistencia estudiantil. El PCM argumentaba que sus demandas debían ser cumplidas, pero que ello suponía desde el primer momento la salida de Octavio Véjar
.
En el marco de la gran lucha antifascista, cuya escala no era sólo internacional, sino también local, el funcionario educativo era criticado por los comunistas, pues se señalaba que tenía el respaldo del sinarquismo, organización a la que se interpretaba como una versión mexicana del fascismo. No por nada se le acusó de ser un promotor de la quinta columna
. De todas las críticas lanzadas por el PCM, fue la que involucró el deseo del funcionario de incluir a la Iglesia en el despliegue de un supuesto esfuerzo educativo, la que mostraba su perspectiva conservadora.
Tras su salida de la SEP, Véjar reapareció en la fundación del Partido Popular (PP), de Vicente Lombardo Toledano; su incorporación causó gran malestar al socialista Narciso Bassols. Vaivenes de la vida para ese lejano antecesor del chapulinaje
, en 1952 sería presidente interino del PP, realizando una alianza con los comunistas en la campaña electoral de ese año. Aún más: recibió en carne propia un fugaz encarcelamiento por no haber solicitado licencia en el ejército y participar de un partido político opositor, algo entonces prohibido. Sin embargo, su gran mérito en el cenit de su carrera como funcionario educativo, como señaló La Voz de México, es que había logrado “realizar la unidad… pero en su contra”.
*Investigador UAM. Autor de En el mediodía de la revolución