Medio Oriente,centro del mundo
según metanálisis de Trump de Arabia
y su santa alianza con el CCG
La milenaria ceremonia del té en China
En Las Ventas, un Isaac Fonseca transformado reivindica la tauromaquia, tradición confundida, degradada e indefensa en nuestro civilizado país
l jueves 15 de mayo se cumplieron 77 años del día de la Nakba, cuando escuadrones sionistas irrumpieron en los hogares de cientos de miles de palestinos para asesinarlos u obligarlos a huir de sus tierras, sobre las cuales se erigió el Estado de Israel. En el aniversario de la catástrofe (tal es el significado de nakba), las fuerzas de ocupación de Israel masacraron a cuando menos 120 palestinos. Al día siguiente, se reportaron 200, mientras el presidente Donald Trump departía con los asesinos. Ayer la cifra ascendió a 182 víctimas mortales, que se escribe con números, pero eran seres humanos.
A 77 años de la Nakba
e cumplen 77 años de la Nabka (la catástrofe), cuando en 1948 cientos de ciudades y pueblos palestinos fueron despoblados y destruidos.
s concebible un político que pasa 12 años de su vida recluido en una mazmorra infrahumana por ser militante de la guerrilla tupamara y puede mirar sin odios ni rencores? Sí, si pensamos en Pepe Mujica.
arece que las amenazas, como estilo de gobernar, se están convirtiendo en el deporte favorito del gobierno de Estados Unidos. Tiene razón el amable lector que me reclamó por dedicar constantemente el tema energético para exponer mi opinión en este espacio de La Jornada.
principios de 1988, en medio de la tsunami social y político que fue el neocardenismo, Arnoldo Martínez Verdugo organizó un ciclo de conferencias sobre el marxismo latinoamericano. Dedicó su intervención a la obra de Hernán Laborde –conferencia que quedó inédita–, en la que valoró el aporte ideológico-político del dirigente, especialmente su crítica de la ausencia de independencia de las clases subalternas frente al Estado posrevolucionario.
uando vi la cara del papa León XIV en el balcón del Vaticano, me vino a la mente una sospecha, que era moreno, pero al saber que era de Chicago, no podía ser otra cosa que negro.
n México las artesanías son parte integral de la expresión popular marcadamente de las poblaciones indígenas, pero hay artesanos cuyas obras se distinguen porque logran transmitir un vínculo especial entre los materiales y su trabajo. Sus piezas muestran destellos de genialidad, maestría y creatividad que las hacen únicas. Suele ser reconocidos como especiales dentro de la propia comunidad. Por cierto, un alto porcentaje de ellos son mujeres.
H
ablemos de ti, Lucero, de la fotógrafa y de tu obra
−ruego a Lucero González, quien se ríe de mí y huye como paloma, aunque sonríe con el entusiasmo festivo que siempre acostumbra. De hecho, Lucero González sonríe y ríe, y en un abrir y cerrar de ojos salta a la vista una mirada traviesa que ilumina su rostro redondo, de niña eterna abierta a la vida. Lucero es tragaños, coqueta y juguetona. Verla sonreír es devolverle la sonrisa en un santiamén, porque con ella todo es inmediato. Los viernes, en las dichosas comidas de los viernes
de Marta Lamas, en las que nos reunimos hasta 12 o 13 amigas, Lucero lleva la batuta porque es la de más años de asistencia
y sus hijos son amigos de hace tiempo de Diego Lamas. En esas comidas, si el asiento de Lucero queda vacío, preguntamos invariablemente: ¿Qué pasó con Lucero?
¿Acaso se embarcó en un nuevo proyecto en Oaxaca, en Yucatán, en Jalisco, y está de pie en la negrura de algún cuarto oscuro revelando sus fotos?” Gran fotógrafa, Lucero es la autora del mejor retrato de Cristina Pacheco, la autora de Sopita de fideo, y de creadores como Leonora Carrington, Juan Soriano y Carlos Monsiváis. Lucero, madre de dos hijos, ha dado conferencias y cátedras sobre arte y sobre todo de creatividad y sobrevivencia, tanto en foros públicos como en todas las oportunidades feministas en las que le piden su opinión en vista de la experiencia adquirida, tanto en el pequeño grupo
, con las dos Martas, la Lamas y la Acevedo, y en La Jornada, así como en Bellas Artes, el Museo Nacional de Antropología y otros escenarios en los que Lucero, además de exponer su obra, sabe hablar de lo que significa ser mujer y feminista, sin olvidar jamás a las mujeres de provincia, a las que ella honra con su obra a lo largo y a lo ancho de la República Mexicana.
