Imágenes de Kieslowski en San Sebastián
``No tengo ganas de seguir haciéndolo'', reiteraba en San Sebastián, España, en el que fue quizá su último homenaje público; donde presentaba la parte final de su trilogía, Rojo, y donde ratificaba un deseo añejo: su retiro del cine al que dio, entre otras cintas, La doble vida de Verónica, el Decálogo y la trilogía de colores [Azul, Blanco y Rojo] cintas que se hermanan en un mismo universo compartido de soledad, miedo, incertidumbre, cierto cinismo y mucho desamparo.
Apacible, incluso tímido, Kieslowski sube al estrado de un teatro que sirve de cine durante los días de festival. Es el lanzamiento en Europa de Rojo, una versión personal del amor a primera vista y, claro, de muchas cosas más, como la fraternidad y el intento por mantener en cualquier circunstancia ``el frescor de vivir''.
Diego Galán, en representación de los organizadores del Festival, entrega al director una placa en reconocimiento a su cine estimulante y le pide que desista de su amenaza de no hacer más películas. ``Por favor, trabaje para nosotros'', solicita, pero el cineasta contesta después de dar las gracias: ``Estoy orgulloso de estar aquí, entre ustedes, sobre todo por dos razones: porque me gusta todavía este Festival un poco modesto y porque España es el segundo país en el mundo donde gustan mis películas. Vengo aquí a saludarles y a presentarles la última. Ojalá les guste el Rojo, así como les gustó el Azul. Eso espero'', cierra el artista de la tríada de colores en la bandera francesa que encarna tres conceptos universales comúnmente impracticados: libertad, igualdad, fraternidad.
Terminada la ceremonia, lacónico pero emocionado ante la ovación, Kieslowski toma asiento en la butaca del Teatro Principal. Empiezan a correr los 96 minutos de Rojo. La construcción de imágenes poéticas, sutiles y desgarradoras con Irene Jacob y Jean Louis Trintignant resultan más evidentes en esta proyección nocturna en estreno mundial. Había precedido al lanzamiento galo otra premiere, tres horas antes, de la violenta versión del estadunidense Oliver Stone Asesinos natos (Natural born killers), magnificada además en megapantalla ante cinco mil espectadores reunidos en un velódromo. Así, el cierre de la trilogía kieslowskiana no podía ser más oportuno: se convierte para muchos en aire fresco con todo y su cariz desamparado, ese que nos sugiere: es mejor escuchar que oír y mirar es mejor que ver.
Cejas pobladas, más oscuras que el cabello ya entrecano, la presencia de Kieslowski está marcada por la sobriedad en el vestir y en el decir. Lo envuelve cierto aire de pesimismo? quizá indiferencia? que contrasta con el glamour y la avalancha de risas forzadas en la mayoría de los directores, actores y todo el que desfila en el Festival del norte de España.
Sus respuestas cortas se complementan con fina ironía, pausas, sonrisas discretas, no tomarse demasiado en serio y una cortesía salpicada de distancia ante sus interlocutores que lo admiran:``Nos gustaría tenerlo siempre en casa pero bueno, si no se puede, por lo menos tendremos sus películas''. "Su retiro es una broma, verdad?".
Es la conferencia de prensa que prosigue al estreno de Rojo, un día de tantos en la fiesta donostiarra del 94. El realizador varsoviano supera la flojera que le provocó la falta de horas de sueño la noche anterior y enfrenta su dificultad de estar ante la prensa. ``Por su alejamiento pareciera que nosotros queremos más a Kieslowski que lo que se quiere él mismo'', lanza por ahí un colega español que tal vez espera la euforia del director ante el cuestionario de un centenar de periodistas en el Hotel María Cristina.
No he dormido bien esta noche, inicia con una disculpa en su acelerado francés. Y me cuesta trabajo estar con la prensa. Claro que la prensa tiene una función muy importante como intermediaria con el público pero sé que están acostumbrados a las explicaciones muy largas y muy detalladas y yo no puedo dar ese tipo de respuestas. Pero estoy encantado de estar aquí con ustedes y buscaré no quitarles el trabajo. (Sonrisas). Así que pregunten.
Cuál es la diferencia de trabajar en Polonia y hacerlo en Francia y entre hacer el Decálogo y la trilogía de colores?
Usted pretende ser un artesano y no un artista, por qué?.
Hasta qué punto sabe si Kieslowski sigue siendo el mismo?
(Sonrisas). Tengo la esperanza de que sigo siendo el mismo. Tal vez la única diferencia es que, como cada uno de nosotros, nos vamos haciendo cada vez más viejos, mayores, y desgraciadamente eso le toca también a las mujeres.
Su trabajo parece estar alimentado de muchas novelas. Ha llegado al cine a través de la literatura?
(Pausa). Si hubiera tenido el talento me hubiera gustado ser novelista. En realidad intento acercarme con la cámara hacia lo que se puede percibir en la vida cotidiana. La cámara es una herramienta muy sencilla y si yo hago un encuadre de un paquete de cigarrillos no significa más que eso: un paquete de cigarrillos. A lo mejor si lo hago con un vaquero para otros significa más cosas, como un anuncio de Marlboro, pero yo trato de ver lo más simple de las cosas de cada día.
``Y sobre el paralelismo entre el cine y la literatura, existe porque ambos tienen la misma búsqueda: la descripción del estado del alma''.
Cuál es su relación con el espectador y el crítico?
A los espectadores y a los críticos trato de hacerlos mis socios, volverlos mis compañeros a través de un diálogo. Para eso puede servir el cine: para comunicarse. Esto no es nada original, ni es una invención, es simplemente mi manera de pensar el cine.
La soledad, el miedo, la libertad, la igualdad, la fraternidad han sido sus temas pero qué otros espera?
Hay un montón de temas por desarrollar pero no tengo ganas de seguir haciendo cine. A lo mejor tendría la oportunidad, pero prefiero descansar ahora.
Cuál es el estado actual del cine polaco?
No lo sé exactamente. No tengo bajo control lo que está sucediendo ahora en Polonia pero supongo que estará igualmente enfermo de gravedad como el cine de todo el mundo.
Su retiro del cine es una broma?
De ninguna manera.
Y la reiteración de la viejecita que aparece en la trilogía de colores es sólo un juego, un accidente?
No, nunca la pensé como un chiste sino como una presencia permanente para darle la oportunidad de que los otros le ayuden a empujar la botella al basurero. Alrededor nuestro hay mucha gente desamparada no sólo por su edad sino por problemas de sus sentimientos. Vale la pena subrayar su presencia y por eso la llevo hasta el final esperando que alguien le ayude, y así sucede.
Cuál es su opinión sobre los festivales de cine?
Facilitan la promoción de las películas. Yo hago cierto tipo de cintas que requieren publicidad y esa es una tarea que debo hacer yo solo. Y no se trata aquí de ver si uno se sale con la suya o no, simplemente vale la pena haber sido visto.
Hay en usted un deseo de avanzar en el lenguaje, de crear diferentes juegos de imágenes en cada película?
Generalmente todo está escrito en el guión, los movimientos de la cámara y la descripción del objeto que se va a filmar. Y todo el resultado depende mucho de la colaboración con mi equipo Krzysztof Piesiewicz en el guión y Zbigniew Preisner en la música con el que trabajo muy de cerca durante toda la película.
Puede explicarnos un poco la forma en que confeccionó su trilogía de colores?
Las tres películas están hechas en la misma producción, una después de la otra. Si aparecen cosas comunes en las tres es algo planeado anteriormente porque buscábamos algo en concreto. Puedo decir que a veces usábamos medio día para hacer tomas para Azul y el mismo día en la tarde hacíamos para Blanco. Era la misma búsqueda. Teníamos nueve semanas para cada una y las terminamos en tres años o algo así.
Hemos escuchado que tal vez trabajará pronto al alimón con otro cineasta.
No tenía idea de algo así. Ustedes me dan la noticia, pero creo que están equivocados.
Bueno, para cerrar, nos gustaría siempre tenerlo en casa pero, si no se puede, por lo menos nos quedamos con sus películas.
Gracias. Como ven ustedes, después de la crítica que me han hecho de mi frialdad y como dijeron que soy corto respondiendo, ahora me he desenrrollado un poquito. Adiós.
Aplausos en la sala del Hotel María Cristina.
Adiós Kieslowski.
La muerte de Kieslowski, sobrevenida el miércoles a causa de un infarto posoperatorio, impresionó a todo el país, incluidos los más legos en cine. El jueves hablaban del realizador, taxistas, peluqueras y guardias municipales. ``Y pensar que hay borrachos que viven 90 años y que un artista como éste se nos ha muerto a los 54...", filosofaba un obrero.
``Críticos del mundo entero lo compararon con (Ingmar) Bergman y (Michelangelo) Antonioni'', escribía el diario independiente Gazeta Wyborcza. ``El anuncio de su muerte ha sido un golpe para todos, incluso sus amigos se sienten incapaces de escribir un texto de recuerdos personales de su trato con él''.
Kieslowski no esperaba morir. Un periodista de Gazeta tenía cita con él esta semana para entrevistarlo.
Para el crítico del diario, Tadeusz Sobolewski, ``una fuerza especial emanaba de Kieslowski, esa fuerza que sólo poseen ciertos artistas y ciertos sacerdotes. Porque, a decir verdad, era uno de esos extraños sacerdotes, laicos y anticlericales, de una religión humanista sin nombre que nadie impugna: la del filósofo y escritor francés Albert Camus''.
Kieslowski ``había captado la atmósfera de este fin de siglo, sembrado inquietud en los espíritus y recordado algunas cuestiones fundamentales que nadie puede soslayar'', afirmaba Rzeczpospolita. En el mismo diario, la actriz Krystyna Janda recuerda, sin embargo,. que ``cuando el mundo entero rendía culto al realizador, Polonia seguía sin reconocer su talento e incluso se publicaron cosas contra su obra''.
El miércoles, la televisión estatal había modificado su programa para difundir por la noche uno de los filmes de Kieslowski: La doble vida de Verónica. La fecha del entierro del cineasta no ha sido anunciada todavía.
Krzysztof Kieslowski
Edgar Soberón Torchia
Ugo Pipitone
José Cueli
Epígrafe*
Kieslowski: viaje hacia la emoción pura
(Segunda y última parte)
A Kieslowski, de un espectador
Alcohol: desesperación que enloquece