Ť Tampoco apoyos a cambio de un olvido selectivo
del pasado, dice
Advierte Fox que no aceptará una ''transición
transada''
Ť Encabezó la ceremonia por el 85 aniversario de
la Constitución
ALONSO URRUTIA Y JUAN MANUEL VENEGAS
Con la aceptación de que poco se ha avanzado en
la reforma del Estado y la revisión integral de la Constitución
?a la que convocó hace un año?, el presidente Vicente Fox
Quesada definió posiciones: ''Buscamos aliados de la transición,
pero no aceptaremos una transición transada, ni apoyos al gobierno
a cambio de un olvido selectivo del pasado''. Y advirtió que el
''espíritu de reconciliación'' que lo ''mueve'' en el ejercicio
del poder, no implica ''contubernio con la impunidad''.
En el mensaje que dirigió ayer, con motivo del
85 aniversario de la promulgación de la Constitución, por
primera vez, desde que se destapó el caso de la mala administración
en Pemex ?que incluye presuntos desvíos de recursos al PRI?, el
mandatario subrayó: ''Atribuir a la lucha contra la corrupción
en Petróleos Mexicanos una estrategia para ocultar su venta, ¡es
absurdo!''.
Los ''riesgos''
Con tal rechazo, reiteró sus pretensiones de reformar
el marco legal que regula el sector energético nacional, bajo la
advertencia de que ''no hacerlo significa poner en riesgo a esas empresas
(Pemex y la Comisión Federal de Electricidad) que son patrimonio
de la nación''. Para Fox, la no aprobación de esta reforma
colocará en una situación de crisis ''la seguridad energética
del país y sus perspectivas de desarrollo''.
Testigos del pronunciamiento presidencial fueron los integrantes
del gabinete legal y ampliado, gobernadores y jefe de Gobierno de la ciudad
de México, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
y los presidentes en turno de las cámaras de Senadores y de Diputados,
todos reunidos en el Patio de Honor de Palacio Nacional, en donde por segundo
año consecutivo ?y contra la costumbre impuesta por los mandatarios
surgidos del PRI? se llevó a cabo la ceremonia de homenaje al Constituyente
de 1917.
Ante ellos, el Presidente fijó otras de sus prioridades
a corto plazo, implícita la convocatoria al resto de las fuerzas
políticas: la reforma constitucional que permita la relección
de los integrantes del Poder Legislativo; la reforma laboral; la ley de
transparencia y acceso a la información, y la ''restructuración''
del marco legal que ''armonice'' la procuración y administración
de la justicia.
Todos son temas de la todavía pendiente reforma
del Estado que, de acuerdo con el Presidente de la República, tiene
''un piso firme'' en el Acuerdo Político para el Desarrollo Nacional,
que todos los partidos y el Ejecutivo federal suscribieron el 7 de octubre
del año pasado.
Ahora sólo falta avanzar hacia el cumplimiento
de los compromisos plasmados en ese texto que, recordó Fox, ''ha
sido ya refrendado por el Legislativo, por los gobernadores de todos los
estados y por las asociaciones que representan a todos los municipios del
país''.
La presentación de todo este mosaico del espectro
político nacional conllevó la convocatoria central del mandatario:
''Más allá de la coyuntura, ¡retomemos los grandes
temas! La coincidencia en los temas fundamentales es nuestra principal
fortaleza como nación. Con confianza, abordemos el gran reto que
el país nos impone''.
Al término del acto, Fox tuvo un encuentro con
su gabinete, que se prolongó más de dos horas.
Por considerarlo oportuno, a continuación se transcribe
el texto íntegro del mensaje presidencial.
Discurso por el 85 aniversario de la Constitución
Diputado José Guillermo Anaya Llamas, presidente
de la Mesa Directiva de la Comisión Permanente del Congreso de la
Unión; senador Diego Fernández de Cevallos, presidente de
la Cámara de Senadores; ministro Genaro David Góngora Pimentel,
presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; señores
gobernadores y jefe del Gobierno del Distrito Federal; miembros del gabinete;
señoras y señores:
Estamos reunidos aquí para conmemorar un acontecimiento
fundador del México moderno: la promulgación de la Constitución
de 1917. La fisonomía actual de nuestro país es reflejo de
ese ordenamiento jurídico, cuyo 85 aniversario festejamos el día
de hoy.
Después de más de ocho décadas de
maduración, de cambios no sólo en nuestras leyes, sino también
en el país mismo, hoy podemos afirmar que las instituciones que
establece la Constitución están plenamente vigentes. La vitalidad
de las instituciones y de las prácticas democráticas es,
sin duda, la consecuencia más inmediata y directa de nuestra transición
a la democracia.
Los mexicanos y mexicanas logramos finalmente tener elecciones
limpias y competidas. A ese hecho le han seguido, y le seguirán,
cambios de enorme trascendencia. Caminamos hacia una gobernabilidad distinta.
De manera gradual, con estabilidad, estamos reformando nuestras instituciones
y transformando la mentalidad con la que se ejerce el poder público.
Hemos ganado en libertad y respeto a los derechos humanos; en transparencia
y honestidad en el servicio público.
Un hecho notorio de este cambio político en México
es, precisamente, la vitalidad con la que el Congreso pluripartidista cumple
hoy su función. Es evidente que la división de poderes es
ejercicio cotidiano de la función del gobierno.
El Poder Judicial de la Federación garantiza, por
su parte, la eficacia en el cumplimiento de nuestras leyes. Es ejemplar
la responsabilidad con la que la Suprema Corte de Justicia de la Nación
ha asumido su papel como tribunal constitucional. Sus resoluciones acreditan
un nuevo México. Actualmente, no hay asunto que nuestro máximo
órgano jurisdiccional no discuta y resuelva con absoluta independencia.
El cambio democrático ha creado las condiciones
indispensables para que los órganos autónomos cuenten con
la seguridad de que nada amenaza su autonomía.
El Instituto Federal Electoral organiza los comicios con
independencia irrestricta y fiscaliza la actuación de los partidos
con un cuidado sin precedentes. El Banco de México ejerce con eficiencia
su responsabilidad de garantizar la estabilidad económica. La Comisión
Nacional de Derechos Humanos revisa el pasado y, con autoridad, exige al
Estado mexicano desterrar para siempre la arbitrariedad y la impunidad.
Los tres órdenes de gobierno conviven y colaboran
diariamente en las funciones públicas de manera soberana y libre,
ejerciendo el mandato que los ciudadanos les otorgaron en las urnas. Los
derechos políticos y la libertad de expresión, por los que
tanto hemos luchado los mexicanos y las mexicanas de varias generaciones,
también adquieren vida plena y se consolidan como un patrimonio
irrenunciable de los ciudadanos.
A pesar de estos avances, sabemos que no están
ocurriendo todos los cambios que el país requiere para ponerse al
día. Existe continuidad en las estructuras jurídicas fundamentales
del Estado, conducidas ahora bajo una concepción distinta del poder
público. No hay un nuevo encuadramiento jurídico para la
realidad que hoy vive el país. La correlación de fuerzas
políticas ha favorecido algunas reformas, pero no ha sido propicia
aún para una transformación de fondo de las estructuras y
el funcionamiento del Estado mexicano.
Sociedad, partidos y gobierno aprendimos ya las virtudes
de una reforma gradual y cuidadosamente acordada. Avancemos ahora en el
proceso de cambio, sin olvidar que cualquier intento por reformar al Estado
que se origine en la prisa, la unilateralidad o la imposición estará,
en definitiva, destinado al fracaso. Vale la pena subrayarlo: las transformaciones
en curso se llevarán a cabo en el marco de las leyes y de las instituciones
de la República, no fuera de ellas. Por eso, hemos planteado la
reforma del Estado y la revisión integral de la Constitución,
a partir de los procedimientos que ella establece.
Dicha reforma tiene el objetivo de sustentar de manera
más firme la vigencia del derecho, así como elevar la calidad
del entramado institucional. La actualización de nuestra Carta Magna
será un paso fundamental para poner al país al día
en los ámbitos político, económico y social. No obstante
que no nos acompaña la premura, debemos reconocer que el inicio
de esta tarea no puede esperar. A pesar del delicado equilibrio de fuerzas
políticas del presente, debemos alumbrar, sin intereses mezquinos
ni evaluaciones apresuradas, el camino que nos conduzca a una democracia
consolidada y en toda la extensión de la palabra.
Debemos dar un nuevo impulso a la convocatoria de la reforma
del Estado, integrando las coincidencias que nos lleven a la construcción
de un sistema político y un Estado de derecho vigorosos y justos.
Hoy debemos sentar las bases de una democracia cada vez más fuerte,
y enfrentar así el reto cardinal de nuestro tiempo: la consolidación
de la democracia y de un gobierno eficaz. La sociedad no sólo quiere
democracia: exige también resultados.
Antes, toda decisión relevante dependía
del Presidente de la República, apoyado en un sistema que concentraba
la representación política nacional en su partido. Hoy el
imperativo es consolidar el tránsito a un sistema en el que todo
poder está subordinado a la norma jurídica y en el que la
representación política recae sobre varios partidos políticos.
Ninguna transición política verdadera reasume simplemente
la legalidad formal que la precedió. Todas crean las condiciones
para que emerja un sistema político diferente. Y este ámbito
histórico distinto que estamos viviendo, señalado por la
voluntad de cambio del pueblo mexicano, requiere traducirse en modificaciones
constitucionales.
Por ello, hace un año, en esta misma celebración,
hice un llamado a la sociedad para discutir de manera amplia, abierta,
democrática, la pertinencia de revisar y, en su caso, actualizar
nuestro marco constitucional. El objetivo es adoptar plenamente las instituciones
democráticas y adaptar plenamente nuestras instituciones a la democracia.
Este llamado fue entendido por algunos como el intento por desconocer la
Constitución vigente y sustituirla por otra, a pesar del énfasis
que pusimos en subrayar que no pretendía anular la validez y vigencia
del texto constitucional que hoy nos rige; a pesar, también, del
reconocimiento que hicimos de sus principios rectores.
El Ejecutivo a mi cargo quiere fijar con toda claridad
su respeto a la Constitución vigente y a los principios que la inspiran
y que definen los rasgos esenciales de la sociedad y del Estado mexicano.
Ratificamos una vez más nuestro compromiso con los derechos individuales,
la libertad en todas sus manifestaciones, el carácter laico del
Estado y de la educación, la gratuidad de ésta, el federalismo
republicano, la división de poderes, la defensa de los derechos
sociales y el respeto a la diversidad cultural y étnica.
Con el ánimo de avanzar en el debate sobre la necesidad
de actualizar nuestro marco constitucional, y dando seguimiento puntual
a mi instrucción, el secretario de Gobernación coordinó
las actividades que correspondían al Poder Ejecutivo en este trascendental
proceso, en comunicación permanente y estrecha con el Congreso de
la Unión. Trabajamos en esta tarea con la convicción de que
no podía ser sólo una iniciativa del gobierno, sino que era
también indispensable la participación de todos los sectores
interesados de la sociedad.
En el marco de dicha convocatoria, en el año 2001
se realizaron nueve foros en los que se propuso la modificación
de 75 artículos constitucionales. En este contexto, cabe resaltar
también que la Cámara de Diputados ha formado una comisión
especial para la reforma del Estado, y que los diputados y senadores de
la actual Legislatura han presentado más de 140 iniciativas de reforma
a la Constitución, las cuales merecen la más alta consideración
por parte de mi gobierno.
El tiempo de la democracia es el tiempo de la reconciliación.
Para hacer avanzar nuestro proceso de consolidación democrática
hay que dialogar. Por ello, buscamos una relación estable, funcional,
equilibrada, de apoyo y respeto mutuo con todas las fuerzas políticas.
Buscamos aliados de la transición, pero no aceptaremos una transición
transada, ni apoyos al gobierno, a cambio de un olvido selectivo del pasado.
El nuevo rumbo del país exige una conducta pública
con un claro sentido ético. Nos mueve un espíritu de reconciliación,
mas no de contubernio con la impunidad. La impunidad no encuadra en la
lógica de la democracia. Para el gobierno, el combate a la corrupción
no es un forcejeo entre intereses políticos; demanda el mayor de
los respetos a la majestad de la ley. Por ello, la legalidad que defendemos
no fabricará ni solapará culpables. En cualquier caso, deslindaremos
siempre las responsabilidades personales de la responsabilidad de las instituciones.
La vitalidad de las instituciones constitucionales y de
las prácticas democráticas es elemento del gran cambio que
hoy vivimos, pero no basta. La democracia no significa, como algunos falsamente
creen, debilitar a alguno de los órganos del Estado para ventaja
del otro. La democracia, por el contrario, conlleva el robustecimiento
compartido de los poderes de la Unión y de las diversas instancias
de gobierno, en un trabajo de mutuo respeto y colaboración.
La vigencia plena del sistema institucional que la alternancia
trajo consigo hace indispensable mejorar las relaciones entre los poderes,
a fin de facilitar su colaboración en tareas que son de la mayor
importancia para las y los mexicanos. En ese ámbito se encuentra
la elaboración del Presupuesto, que se construye con la participación
de los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Experiencias recientes muestran, por ejemplo, la necesidad
de superar el drama anual de la aprobación de la Ley de Ingresos
y del Presupuesto de Egresos de la Federación. Ambos instrumentos
deben tener una visión integral y, desde luego, contar con mecanismos
claros para que la vida institucional no se detenga si no son aprobados
en el tiempo y forma previstos por la Norma Fundamental.
Más allá de la coyuntura, retomemos los
grandes temas. Discutamos seriamente la reelección de los integrantes
del Poder Legislativo, con el fin de que los electores profundicen su vínculo
con sus representantes y se consolide de manera más vigorosa la
carrera parlamentaria. Resolvamos la reelección de miembros de los
ayuntamientos para que la administración local sirva con eficacia
a la población.
Hoy más que nunca es inaplazable la unidad y coordinación
de acciones de todas las policías, de las procuradurías,
de todas las autoridades a nivel municipal, estatal y federal para acabar
con la delincuencia. Tenemos que reestructurar nuestro sistema de leyes
con el fin de armonizar este esfuerzo y revisar la legislación para
que el Ministerio Publico, las policías y los jueces aseguren las
garantías individuales.
Requerimos también de un sistema de partidos sólido
y competitivo, capaz de asimilar los crecientes niveles de participación
ciudadana. Vemos con interés los procesos internos de los partidos
políticos, pero la posición del gobierno federal hacia los
mismos ha sido y seguirá siendo de respeto absoluto.
Afiancemos el sistema jurídico mexicano, la transparencia
y la rendición de cuentas. Facilitemos la participación ciudadana
en las decisiones cruciales del país. Abramos paso a la iniciativa
popular y al referendo.
Sin embargo, no sólo debemos revisar el funcionamiento
de los órganos del Estado; también debemos analizar aspectos
clave de nuestro derecho económico, para permitir el desarrollo
pleno de nuestra economía.
Reafirmamos nuestra convicción en el dominio de
la nación sobre los recursos naturales, el subsuelo y la generación
y aprovechamiento de energía en sus diferentes formas, así
como el carácter público, estratégico y prioritario
de las industrias petrolera y de electricidad. Sobre esa base, hagamos
posible su desarrollo. Permitamos que obtengan recursos para investigar,
para explorar, modernizar su tecnología y aprovechar sus riquezas.
No hacerlo es poner en riesgo a esas empresas, patrimonio de la nación.
Reitero lo que he dicho: Petróleos Mexicanos y
Comisión Federal de Electricidad seguirán siendo patrimonio
de la nación. Atribuir a la lucha contra la corrupción en
Pemex una estrategia para ocultar su venta es absurdo. No abandonaremos
la rectoría ni la regulación del Estado en materia de energía.
Queremos que la Comisión Federal de Electricidad y Luz y Fuerza
del Centro sean empresas paraestatales modelo en el mundo, por su alta
productividad, su organización y administración ejemplares.
Queremos organizar un mercado eléctrico competitivo
y sustentado en las más altas tecnologías; que responda a
las necesidades de nuestra economía. Con este fin, debemos acordar
una reforma que nos permita garantizar el suministro de energía
en los próximos años, con la mayor eficiencia y a precios
competitivos. En un marco de regulaciones adecuadas y precisas, la inversión
privada puede complementar el esfuerzo público. Afirmemos la soberanía
en materia de energía; discutamos y aprobemos una reforma que nos
dé seguridad energética y perspectivas de desarrollo.
Es necesario también discutir una reforma laboral,
garantizando la vigencia y el respeto a las conquistas sociales logradas
por los sindicatos y las asociaciones gremiales, así como la permanencia
de las fuentes de empleo y la recuperación del poder adquisitivo
de las y los trabajadores. En esta materia, debemos generar los consensos
para actualizar la legislación laboral, a fin de incrementar la
productividad y la eficiencia, y superar el corporativismo, el clientelismo
y la coacción sobre los trabajadores.
Reconociendo el respeto irrestricto a las libertades individuales
y ciudadanas, es conveniente que se discuta una ley que garantice el acceso
público a todo tipo de información, salvo a aquélla
considerada como de seguridad nacional o que pueda violentar legítimos
derechos de terceros. Esa convicción me motivó a presentar
la Iniciativa de Ley de Transparencia y Acceso a la Información.
El Ejecutivo seguirá trabajando estrechamente con el Congreso para
fortalecer y modernizar la estructura del sistema tributario mexicano.
Necesitamos una hacienda pública moderna, distributiva y suficiente
para la transformación que el país requiere; para crecer
sólidamente y dar respuesta puntual a las demandas sociales, sobre
todo a las de quienes menos tienen.
En el ámbito internacional, México desea
contribuir al desarrollo del conjunto de las naciones. La comunidad internacional
ha demostrado su confianza en México al haber elegido a nuestro
país miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la Naciones
Unidas, para el periodo 2002-2003. Desde esa posición, México
trabajará en forma constructiva y responsable a favor del mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales. Nuestro propósito es que
la participación de México en el Consejo de Seguridad permita
que las voces de los países que generalmente no se escuchan en el
escenario internacional adquieran una nueva resonancia.
Requerimos una Constitución actualizada y generadora
de certeza; nutrida de la experiencia nacional y que sea la expresión
de un México que cambia, para que las aspiraciones de la ciudadanía
se reflejen en las acciones de los gobernantes. Los vientos democráticos
que estamos viviendo tienen que cumplir una función de renovación
de nuestra vida pública, sustentada en el debate amplio y libre.
Por ello, la reforma del Estado tiene un piso firme en el Acuerdo Político
para el Desarrollo Nacional, suscrito en octubre pasado por el gobierno
de la República y los partidos políticos nacionales.
Ha sido ya refrendado ?con un patriótico sentido
de responsabilidad?, por el Poder Legislativo, por gobernadores de las
entidades federativas, por las asociaciones que representan a todos los
municipios del país y por más de veinte agrupaciones políticas
nacionales. Hoy, más que nunca, las fuerzas políticas y representaciones
sociales podemos discrepar en aspectos puntuales de la agenda nacional,
pero la coincidencia en los temas fundamentales es nuestra principal fortaleza
como nación.
A lo largo de este año, los poderes Ejecutivo y
Legislativo han realizado consultas y han trabajado en comisiones para
reunir los elementos que permitan una discusión ordenada y fructífera
de la reforma del Estado. Los partidos políticos realizan los procesos
internos que les permitirán fijar sus posiciones al respecto. Concluidas
estas fases, las fuerzas políticas que han concurrido al Acuerdo
Político para el Desarrollo Nacional deben discutir sus posiciones
específicas, sustantivas, sobre cada uno de los temas que conforman
la agenda de la reforma del Estado.
Mexicanas y mexicanos: Al resaltar algunos de los grandes
temas que tenemos por delante para actualizar nuestra Constitución,
reitero las propuestas que formulé hace un año. Ratifico
también mi compromiso con sus decisiones políticas fundamentales
y la necesidad de impulsar las reformas que requiere, con el fin de que
siga siendo orientación y guía en la conducción del
país.
Reitero la convocatoria para avanzar en la reforma del
Estado. Debemos proceder a una revisión integral de nuestra Constitución;
una revisión que nos permita derogar normas obsoletas, evitar contradicciones,
transferir disposiciones que corresponden al nivel legal o reglamentario
y fortalecer la operación de nuestros poderes y la vida democrática.
Las y los mexicanos hemos aprendido ya de las virtudes
del diálogo constructivo, honesto, transparente y patriótico.
Con esa confianza, abordemos este gran reto que la nación nos impone.
Muchas gracias.