Ť Esa práctica ilegal fomenta la discriminación
social, advierten académicos de la UNAM
La privatización de calles atenta contra la
ciudad: urbanistas
BERTHA TERESA RAMIREZ
Los ciudadanos deben denunciar sin titubeos la práctica
ilícita de privatizar las calles, ya que atenta contra el derecho
de libre tránsito y transforma la vía pública en espacio
de privilegio, señalan integrantes del Taller de Diseño de
Espacialidades Habitables (TDEH), de la Facultad de Arquitectura de la
UNAM.
En carta enviada a este diario, el arquitecto Héctor
García Olvera advierte que tolerar el cierre de calles, así
como la restricción de la vialidad para el uso exclusivo de unas
cuantas familias, por medio de rejas, murallas, topes, barreras, alambrados
electrocutados, vallas con púas, plumas o señalamientos en
clave "es algo jurídicamente inaceptable".
Propone hacer entender a las autoridades que esa práctica
"pone de manifiesto su incapacidad para resolver ilícitos como el
robo y la violencia en los espacios públicos, problemas objetivamente
ciertos, que sin embargo se pretenden evitar perpetrando otro ilícito,
como es la privatización" de calles.
Olvera García, junto con los arquitectos Miguel
Hierro, Friedrich Bollnow, Henri Poincare y Giulio C. Argan, integrantes
del TDEH, manifiesta que la apropiación de la vía pública
equivale al despojo del derecho de los ciudadanos que han contribuido con
el pago de sus impuestos para la producción de ese bien público
que es la calle, "la espacialidad de todos".
Con la privatización ilícita del espacio
público, "lo único que realmente se está logrando
es el resquebrajamiento de la ciudad, su escisión y el consecuente
deterioro irreversible del comportamiento altruista de la vecindad", señala.
Además, esa práctica genera "una indeseable
segmentación de la espacialidad social, la disolución de
todo principio de convivencia ciudadana, y cultiva entre la ciudadanía,
con perversidad, indeseables procesos de segregación y discriminación
social", agrega.
El equipo de arquitectos considera que "si todos los ciudadanos
deciden cerrar su propia calle, evidentemente se pondría en alto
riesgo el desempeño de la ciudad; de toda forma de vida económica,
social y hasta política; creemos que si esto aconteciera en nuestra
ciudad, obviamente se paralizaría y probablemente moriría".
El especialista rechaza que la privatización de
las calles constituya una vía de solución al problema de
la inseguridad y la delincuencia urbanas, "y que se quiera justificar la
privatización de las calles como una manera de manejar la seguridad
por parte de los propios ciudadanos, pues esta es una obligación
incuestionable de las autoridades".
Tolerar que se cierre el acceso a las calles "es tanto
como tolerar la posibilidad de que cualquier persona se haga justicia por
sí misma y ejerza violencia para reclamar sus derechos", concluye.