Alimenta Bush su nueva guerra
Según Rusia, usará a kurdos para derrocar
a regímenes indeseables en Asia central
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscú, 7 de febrero. Detrás
de la retórica belicista del presidente estadunidense George W.
Bush se diseñan planes concretos para derrocar regímenes
"inde-seables" y dominar por completo el petróleo y el gas natural
de Asia central.
Como prolongación natural de la campaña
contra Afganistán, que acabó de devastar el país y
estableció una frágil tregua entre las distintas facciones
enfrentadas en su momento al gobierno talibán, se fragua en la región
el estallido de un conflicto armado de proporciones aún mayores,
y de consecuencias mucho más graves.
A esta conclusión llegan analistas de la red de
inteligencia militar rusa, en un documento a cuyo contenido tuvo acceso
La Jornada en su parte medular.
Elaborado para el Kremlin poco después de que Bush
proclamara la existencia de un llamado "eje del mal", formado supuestamente
por Irak, Irán y Corea del Norte, el documento advierte que Estados
Unidos prepara a toda marcha la siguiente fase de su nueva guerra.
Conscientes de que la intención de ampliar la operación
Libertad Duradera a otros países puede significar el fin
de la coalición internacional contra el terrorismo, ya que carece
del apoyo suficiente entre sus socios europeos y es rechazada por Rusia
y China, los estrategas del Pentágono procuran evitar una "agresión
directa" a cualquiera de los países estigmatizados por Bush y tratan
de aplicar un esquema similar al usado en Afganistán.
Ahí se asignó a la opositora Alianza del
Norte el papel de punta de lanza del ataque contra el régimen talibán
y, gracias a los bombardeos masivos, se hizo innecesaria una intervención
terrestre directa. Ahora, en opinión de los analistas rusos, la
apuesta bélica recae en otro aliado coyuntural: las minorías
kurdas de la región, que serán usadas para iniciar el combate
''desde dentro'' en los regímenes que Estados Unidos se propone
sustituir por gobiernos sumisos y dependientes, como el afgano de Hamid
Karzai.
De un tiempo para acá, según la información
recabada por agentes infiltrados en la zona, Estados Unidos mantiene conversaciones
secretas con los principales dirigentes kurdos. Se detectó que algunos
grupos comenzaron a recibir financiamiento y armas, irónicamente
de fabricación rusa, adquiridas en las repúblicas centroasiáticas
de la antigua URSS.
El primer objetivo de esta nueva guerra sería
derrocar el régimen de Saddam Hussein, en Irak, para crear una cabeza
de playa que permita extender el levantamiento kurdo a los países
colindantes: Irán y Siria. También se estudia la posibilidad
de provocar una "rebelión" simultánea en estos tres países.
En todo caso se busca desestabilizar la zona y, con ello,
propiciar las condiciones para la participación de Estados Unidos
en el conflicto, de nuevo a través de bombardeos aéreos.
La logística estaría asegurada desde las bases militares
que el Pentágono instala en Uzbekistán y otros países
cercanos.
Hay mucho petróleo y gas natural en juego y nada
parece detener a Bush en su afán por deshacerse de los regímenes
que le impiden recomponer a su conveniencia la geopolítica de la
región.
A cambio, la Casa Blanca parece dispuesta a aceptar incluso,
consideran los expertos rusos, la eventual aparición de un nuevo
Estado, Kurdistán, que presupone cercenar parte del territorio de
Irak, Irán, Siria y, también, Turquía, hasta ahora
alineado en la órbita estadunidense.
Con Turquía el tema no es negociable, pero no sería
la primera vez que, desde la óptica de Estados Unidos, los intereses
valgan más que los lazos de amistad.
Además, ante hechos consumados, Ankara vería
reducido su margen de maniobra y tendría que plegarse a los designios
hegemónicos de Washington.
Como premio de consolación, se ofrecería
a Turquía beneficiarse del manejo de nuevos ductos para transportar
el petróleo y el gas natural centroasiático desde Bakú,
la capital de Azerbaiyán.
Para guardar las formas, al menos hacia fuera, Estados
Unidos quiere que otros, en este caso los kurdos, hagan el trabajo sucio.
Visto así, el ejército estadunidense sólo apoyaría
el añejo reclamo independentista de los kurdos, impondría
regímenes dóciles y se instalaría en la región
como fuerza pacificadora, misión semejante a la que quiere hacer
creer que cumple en Afganistán.
Sobre el papel parece muy fácil. No lo es y, si
estos planes se concretan, habrá una resistencia frontal en Irak,
Irán y Siria. "El factor kurdo ?afirman los analistas militares
rusos? es sólo un pretexto y pasará pronto a segundo plano;
Estados Unidos, sin ser ese su propósito, tendrá que involucrarse
en una larga y desgastante guerra".
Por la magnitud del conflicto posible, los expertos rusos
creen que Estados Unidos requiere de varios meses para lanzar, por medio
de los kurdos, la ofensiva contra los regímenes "indeseables". Recomiendan
al Kremlin, por tanto, estrechar nexos con los gobiernos de los países
potencialmente amenazados, incrementar los suministros de armamento defensivo
y distanciarse públicamente de la teoría del "eje del mal".
Por ahora, y por más que se haya esforzado el secretario
de Estado estadunidense, Colin Powell, en minimizar el significado de lo
dicho por su jefe la semana pasada, lo único claro es que el "eje
del mal" denota una preocupante intención: es mucho más que
una desafortunada metáfora en boca de un petrolero texano.