Manuel Vázquez Montalbán
Porto Alegre: la otra globalización
Entre el paleocomunismo y la socialdemocracia autocrítica,
Porto Alegre ha terminado con todos sus elementos puestos para conseguir,
de momento, una feixoada espectacular. Como todo pot au feu,
la feixoada es un cocido glorioso que reúne toda clase de
carnes y legumbres, homenaje a la memoria y al deseo del cerebro alimentario.
Si en el primer Foro Social Mundial de 2001 hubo tensiones
dialécticas y gestuales entre los radicales y los moderados, este
año las ha habido meramente dialécticas, aunque un grupo
de estudiantes franceses lanzara una tarta de merengue al rostro de su
señora ministra, que consiguió mantener la sonrisa ante tan
inesperable maquillaje. Cabe decir que la complejidad ideológica
de los reunidos en el foro se corresponde con la del Partido de los Trabajadores,
la fuerza política dominante en el estado de Rio Grande do Sul y
en su capital, Porto Alegre. El alcalde de la ciudad, Tarso Genro, es un
socialdemócrata moderado para un partido en el que coexisten trotskistas
con guevaristas y con tránsfugas del viejo comunismo brasileño,
uno de los más disciplinados en sus relaciones con el Moscú
de la tercera Internacional.
Entre los 60 mil participantes en el foro predominaba,
sin embargo, una nueva propuesta de sujeto crítico, los jóvenes
militantes extramuros de los partidos de la izquierda tradicional, atraídos
por organizaciones no gubernamentales o por el más variado pelaje
del nuevo asociacionismo crítico.
Invitado a cenar por un matrimonio lector de mis libros,
el alcalde Genro está ahí como comensal y expositor de sus
tesis sobre la importancia del encuentro, según él marcado
por esa impresionante manifestación de masas completamente entregadas
al espíritu unitario del encuentro. Genro es lo más parecido
que hay a un socialista todavía no pasado por la piedra de la tercera
vía y coexiste con el señor gobernador, un radical vestido
de gaucho o con Lula, el mítico jefe de un partido que en América
Latina trata de recuperar el canon que llevó al eslogan: La izquierda
unida jamás será vencida. "Esto es un mayo, un mayo internacional",
proclamaba Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, algo
así como el Pravda orgánico del nuevo internacionalismo
antiglobalización. Tal vez el grupo más cohesionado y en
cierto sentido embrionario de lo que puede ser una nueva Internacional
es el de los seguidores de Le Monde Diplomatique y de ATTAC, el
movimiento que preside Bernard Cassen, a su vez presidente de los Amigos
de Le Monde Diplomatique.
Porto
Alegre y los otros
El esplendor de los actos públicos globales o de
los 800 seminarios intensivos no ha sido suficientemente glosado por la
prensa brasileña, notoriamente molesta por el éxito de este
segundo foro, hasta el punto de que el principal diario de Porto Alegre
coloca en portada el pastelazo a la señora ministra y apenas entra
en el análisis de los debates. El tratamiento a cargo de la CNN
es espectacularmente sectario. El foro de Nueva York lo presenta como un
encuentro de gentes respetables que aunque responsables de la pobreza del
mundo, la lamentan y harán todo lo posible para resolverla. En cambio
al Foro de Porto Alegre, la CNN para Latinoamérica lo trata escuetamente,
sin apenas referirse a los contenidos críticos concretos. Idéntica
actitud reticente se aprecia en buena parte de los medios internacionales,
sobre todo cuando a través de ellos ha podido expresarse una ex
izquierda intelectual aterrada ante el espectro del retorno de una izquierda
transformadora. Y es que, si no se estropea, el frente de Porto Alegre
es algo más que una, evidente, comunión de los santos. En
cuanto a personalidades, de Chomsky a Saramago pasando por Krivine o Pérez
Esquivel o Rigoberta Menchú o Mario Soares o Petrella o Susan George
o Danielle Mitterrand o José Bové y los frailes Houtard y
Frei Betto, y en cuanto a activistas de la antiglobalización el
censo ha sido casi completo, desde las asociaciones estadunidenses más
activas, como 30 Years Is Enough, hasta ATTAC (ya presente en diferentes
naciones) o movimientos sociales como los Sin Tierra, Vía Campesina,
Globalize Resistence, Observatoire de la Mondalisation, la Confederation
Paysane, de José Bové; Sud, el Social Forum italiano, Movimiento
de la Resistencia Global, de España; asociaciones japonesas, libanesas,
tunecinas, congoleñas, de Malí, de Africa del Sur, tailandesas,
brasileñas, indias, filipinas, malayas, neoindigenistas, zapatistas...
y este año la envergadura del foro ha convocado a representantes
de casi todos los sindicatos y partidos de la izquierda convencional, sobre
todo la francesa, pero también la española o la italiana.
Se comentó que Giscard d'Estaing había enviado observadores
y el secretario general de las Naciones Unidas ofreció sus respetos
a un foro que se contemplaba rigurosamente desde Nueva York, ciudad convertida
en la capital de los globalizadores. Esta respuesta contradice las acusaciones
de la derecha brasileña, convencida de que Porto Alegre separa
a Brasil del resto del mundo.
Más allá de la cultura de la queja
Más allá de la cultura de la queja, la inmensa
mayoría de los 60 mil participantes pidieron objetivos y actuaciones,
es decir, el acceso a una nueva cultura activa de la resistencia. Cada
grupo de especialistas elaboró proposiciones concretas que afectan
a la comunicación o a la educación o al remedio a los desórdenes
creados por la depredación neocapitalista, pero aproximadamente
siete propuestas generales aportan la prueba de la diversidad de apuestas
que es capaz de elaborar tan plural sujeto colectivo como el reunido en
Porto Alegre. Ante todo se demanda la condonación de la deuda externa,
que no ha beneficiado el desarrollo económico y social de los países
deudores, y esta decisión fundamental se ve flanqueada por la petición
de reforma de la OMC (Organización Mundial de Comercio), el paso
de los gastos militares a atender problemas de salud o vivienda o agua,
padecidos en los países más globalizados; la tasa Tobin,
propuesta por ATTAC a las transacciones financieras y destinada a un fondo
para el desarrollo global; protección de la agricultura en relación
con las necesidades alimentarias reales; movilización de la sociedad
civil en demanda de una economía al servicio de las personas, y
promover un movimiento global contra el neoliberalismo.
Más que antiglobalizadoras, las gentes de Porto
Alegre eran contrarias a la globalización concreta que los globalizadores
imponen desde un sospechoso, y en teoría contradictorio, autoritarismo
neoliberal. Casi al mismo tiempo en que las resoluciones del forum se hacían
públicas, Bush aumentaba escandalosamente el presupuesto armamentista
y los reunidos en Nueva York en el foro de los buenos demostraban su falta
de acuerdo y su preocupación por lo que se estaba cociendo en Porto
Alegre, el foro de los malos.
Es cierto que en Porto Alegre se exhibió cierta
indefinición lógica en un encuentro tan plural, pero las
resoluciones estaban claras: no se trata de negar la globalización
como una fase realmente existente en el desarrollo de las fuerzas productivas
a nivel mundial, sino de darle un sentido radicalmente opuesto: poner la
economía al servicio de las necesidades reales y no supeditada a
la hegemonía del capital especulativo.
Casi todo es comunicación
Empieza ahora la verdadera batalla comunicacional controlada
fundamentalmente por los enemigos de Porto Alegre. El foro fue un clamor
contra la manipulación informativa y en los diferentes seminarios
y conferencias generales sobre los problemas de los mass media llegó
a plantearse la formación de un tribunal internacional contra la
mentira o contra la no verdad exhibida por los medios más importantes
al servicio de la globalización. La indefensión de los periodistas
en un mercado de trabajo frágil es la resultante de la concentración
de medios y de la imposición de dos tipos de jerarquías de
valores: la que influye en la selección de las informaciones como
mercancías y la que premia sobre todo la filosofía de lo
correcto. Aquí estaban Ramonet, Mattelart, Chomsky y su discípulo,
Michael Albert, como auténticos especialistas en la denuncia de
la asfixiante política de mensajes globalizadores y en la presentación
de una nueva dialéctica a la medida del siglo que empezamos: la
que enfrenta a los globalizados contra los globalizadores.
En uno de los debates que tuvimos, Mattelart, Ramonet,
Sabefta y un servidor hicimos especial hincapié en la corrupción
del lenguaje utilizada como instrumento de dominación. Las palabras
tienen dueño, dijo Lewis Carroll, no Carlos Marx, y para empezar
incluso la palabra globalización enmascara intenciones dominadoras
y hasta depredadoras como norte y sur o centro y periferia, que enmascararon
todos los imaginarios de la desigualdad.
También quedó claro para casi todos, menos
para los paleocomunistas más arcaicos, que tuvo sentido publicar
un libro negro sobre los horrores cometidos por el comunismo en el poder,
pero también quedó claro que no hay bastantes bosques en
el mundo para poder fabricar el papel necesario para un posible libro negro
del capitalismo. Radicalidad en los gestos y en las banderas, pero racionalidad
en las proposiciones que apuntaban a la profundización democrática,
a la creación de una conciencia de protagonista crítica de
la sociedad civil y a presentar, más que una enmienda total a la
globalización, muchas enmiendas concretas, tantas que sin duda en
Porto Alegre se está diseñando otra globalización.