Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 11 de febrero de 2002
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Espectáculos
El roquero argentino ofreció un concierto diferente, en un Auditorio lleno hasta el tope

Los episodios sinfónicos de Cerati resistieron lo suave, lo clásico

Vencido por la nostalgia, agradeció la comprensión del público ante la difícil situación de su país

ARTURO CRUZ BARCENAS

Las composiciones de Gustavo Cerati son tan de buena factura que se resisten a pasar por el tamiz que suaviza, por la atmósfera clásica; lo mismo pensaron muchos de los asistentes al concierto sinfónico del músico argentino del pasado sábado, en el Auditorio Nacional, lleno hasta el tope, en el que el roquero cantó durante hora y media varios de los temas que fueron éxito con su ex grupo Soda Stéreo.

No explotó la euforia del respetable, pues las composiciones tienen mayor efecto con el trío que formó con Zeta Bosio y Charly Alberti, disuelto ya, para amargura de sus incondicionales.

El propio Cerati había advertido que sería un concierto diferente, pero entre los asistentes no faltó el que esperara una sorpresa. Por lo menos un desenchufado.

Tuvieron, en cambio, por momentos, el estruendo de 50 músicos que mostraron la potencia orquestal en algunos pasajes de Corazón delator, el encore destacado de la noche. Vestido con un largo abrigo de mezclilla con forro rojo, Cerati aparentaba ser el personaje de El Principito.

Casi al final, Gustavo supo que los jeans tienen su razón de ser, cuando al brincar para rematar una nota estruendosa pisó tal abrigo y haciendo un alarde de equilibrio evitó caer, lo cual hubiera sido algo más que el negrito en el arroz. Se sobrepuso, aunque ganas no le faltaron de quitarse la estorbosa prenda.

Abrió con Canción animal, cuyo tono y tempo marcaron la noche. Así fue con la interpretación de sus 11 episodios sinfónicos, como se tituló al concierto. El clímax fue cuando Persiana americana surcó el Auditorio Nacional. Pero la fuerza del rock pasó por la criba de los arreglos de Alejandro Terán. Por momentos, Cerati parecía estar recitando, más que cantando.

Violines, oboes y violonchelos dieron paso a versiones nuevas de los denominados episodios, a los que Cerati no define como historias, pues eso no se le da, precisó.

A sus 42 años, era lógico que Cerati buscara hacer este sinfónico disco de transición para abrir paso al que será un disco con temas nuevos, luego de Bocanada (1999). Son experimentos, lujos. No puede negarse el esfuerzo de originalidad de Terán y Cerati. Lograron versiones diferentes de sus made in home, como ellos les llaman, de éxitos como Un millón de años luz.

La crisis se su país

Al ver el Auditorio Nacional totalmente lleno, el argentino no resiste y lo vence la nostalgia. Cita la difícil situación de su país, el diario sufrir de millones, por factores que "no son exclusivos de Argentina".

Camina en círculos, suspira, medita para sí. Sólo él sabe qué imágenes lo remontaron hacia quién sabe qué o quiénes. Agradece la solidaridad, la compañía, la comprensión del viacrucis. No dejará su país, no es una rata que abandone el barco, cuando éste se está hundiendo. No huirá a Miami, por ejemplo.

La experiencia de los 11 episodios sinfónicos se repetirá tan sólo unas cuantas veces, expuso el propio Cerati. Pero no más. Al salir la noche del sábado del Auditorio, el público llevaba su propia idea de lo que acababa de vivir. Si es o no el músico que ha hecho brillar más al rock en español en el mundo, aún es corta la perspectiva histórica para ilucidarlo.

A algunos asistentes les agradó la personalidad tranquila, de sosiego, de Cerati, cualidad que es digna de resaltar dado el ego esquematizado de los ches.

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