''¿Y por qué a mí no me
entrevistan en La Jornada?'', expresó a este diario en 1996
Un Presidente tiene dos banderas en el sexenio; una
cuando entra y otra al salir, decía La Doña
El Papa debería vender las joyas del Vaticano
para ayudar a los pobres, proponía
''Con mi trabajo me hice un nombre, pero los otros son
quienes me dan la celebridad''
DE LA REDACCION
''Yo no le tengo miedo a la muerte. Pero tampoco tengo
ganas de morirme", expresó María Félix a este diario
en marzo de 1996. La declaración no fue gratuita. Poco antes, un
par de semanas, digamos, La Doña hizo llegar a La Jornada
la pregunta: ''¿Y a mí por qué no me entrevistan en
ese periódico?". Fue la interrogante que permitió el acercamiento.
Como casi siempre en su vida, pues, hizo lo que quiso. De esa sutil forma
solicitó que la entrevistaran. Tenía ganas de hablar, guardaba
opiniones sobre muy diversos temas y precisaba decirlos. Su deseo fue que
esas declaraciones aparecieran justamente en la sección cultural
de este diario. Y así ocurrió. Su inquietud fue colmada con
creces. Habló consecutivamente a lo largo de tres entregas que aquí
aparecieron a partir del 21 de marzo del citado año.
A partir de aquellas declaraciones a La Jornada
hemos espigado en sus respuestas sobre las inquietudes que María
Félix mantenía hace apenas seis años.
Sobre su presencia social no tuvo duda en afirmar: ''Mi
opinión vale, eso sí. La prueba es que les cambié
la Diana, puse la Diana en donde estaba antes, porque dije que donde estaba
no se veía. Pero nadie habla. Nadie se atreve. ¿Quién
se atreve? ¡Nadie! Yo no he oído a nadie que diga aquí
que el país no sé qué y por dónde seguir. ¡Nadie
dice nada! Yo hice un programa de televisión, La movida,
para decir una sola frase: 'El terremoto del 85 respetó al Centro
Histórico; nosotros los mexicanos no lo respetamos para nada'. Para
decir esa frase, para eso hice ese programa. Pero, ¿quién
se pone a decir algo?"
Ver morir es muy duro
En el aspecto político, María Félix
deseaba ''tener un gobierno que haga menos ricos a los ricos y menos pobres
a los pobres. Yo pienso que lo más malo que le puede pasar a este
país es el desempleo. Es una cosa grave y lo más importante
para que este país pueda progresar es tener escuelas, porque la
cultura te da ambición, te da ganas de proyectarte. Yo creo que
habría que pensar un poco y en vez de meter dinero a las carreteras,
a la de Acapulco, habría que hacer escuelas. Pero esta manera de
reproducirse es muy grave, porque más escuelas se hacen pero más
niños nacen y más niños nacen. Las mexicanas nada
más ven pasar a un hombre y ya tienen un niño".
El
desempleo, sin embargo, no era el único mal detectado por La Doña:
''Algo que también es un enemigo del país, un enemigo para
la pobreza, es la Iglesia, porque la Iglesia, mientras más pobres
tiene, está más contenta. El Papa está todo el día
predicando el paraíso, pero el paraíso es una cosa regalada,
no cuesta nada el paraíso. ¿Qué le cuesta al Papa
regalarnos el paraíso? Nada. Debería vender las joyas del
Vaticano, que son muchas, y hacer escuelas con todo eso y ayudar a los
pobres.
''Yo soy un ser humano que amo a mi país y me gustaría
que cambiasen las cosas y veo que los mexicanos no las quieren cambiar,
están teniendo niños todo el tiempo. Se hacen escuelas este
sexenio, pero ya para el otro estamos necesitando otras tantas. Ese es
el mal, y el desempleo, y luego los niños de la calle... las madres
que los educan para pedir limosna... En todas partes hay una gran pobreza.
El mundo está difícil. Sobre todo en este país, somos
muchos, demasiados."
Ese punto de vista estaba íntimamente ligado con
el de la inseguridad: ''Yo creo que somos testigos de algo que está
pasando verdaderamente horrible. A mí se me figura que vamos a ser
testigos de algo muy, muy tremendo, por lo que está pasando en todas
partes. ¡Lo que pasa en México!, ¡en México!
¡Mira lo que pasa en Aguas Blancas! ¡Mira lo que pasa en la
esquina de la calle! Y además no tenemos defensas ni con los policías.
Cuando los policías vienen son los que te asaltan".
Entre el poder y el éxito, hacía la siguiente
diferenciación: ''Estoy convencida de que el poder, lo que se llama
el poder político, cambia a los seres. Un presidente tiene una bandera
cuando entra en un sexenio y, cuando sale, tiene otra. El poder cambia
totalmente a la gente. El éxito lo hace uno, se lo fabrica uno.
Con mi trabajo me fabriqué mi éxito. Con mi trabajo me hice
un nombre. Pero la celebridad me la dan los otros. ¡Son los otros
los que me dan la celebridad! Si los otros me ayudan cuando quiero una
cosa, es por eso".
El fin de la vida rondó el pensamiento de La Doña:
''Siempre cuando se aparece la muerte es cruel y sorprende mucho ¿verdad?,
sobre todo cuando uno ve morir a la gente. Ver morir es muy duro. Cuando
dices: ya se murió fulano, ni modo, es otra cosa, pero cuando ves
la reacción que tiene el individuo cuando la Fría
esta ahí para llevárselo, es duro, como cuando yo vi a Alex,
a Jorge".
Hacer soñar a las personas
Lejos todavía del fin de sus días, La Doña
se sabía querida: ''El atractivo y el interés que tiene ser
actriz es el representar a otro personaje, ¿verdad? Y uno vive ese
personaje y ese personaje hace soñar. No es que precisamente sea
un sueño, hay que comprender. No es que estoy en un sueño,
estoy actuando, pero si hago soñar a la gente que me está
viendo, hago soñar. Yo soy el sueño".
En cuanto al feminismo, adoptaba una postura singular:
''Tengo una idea muy diferente a la general: las mujeres quieren ser igual
a los hombres, yo no. Yo tengo corazón de hombre, pero no me quiero
parecer a los hombres. Es muy diferente un hombre que una mujer. Nada tiene
que ver un hombre con una mujer. Las mujeres, todas, quieren hacer lo que
los hombres, pero creo que una mujer no puede ser jamás como un
hombre. Estamos hechos diferentes y desde el momento en que estamos hechos
completamente diferentes ya no podemos ser iguales. Aunque yo diga que
tengo un corazón de hombre, porque a veces el corazón de
un hombre tiene una forma mucho más dura de hacer cosas, naturalmente.
Para que una mujer pueda parecerse a un hombre, tiene que hacer y deshacer
como un hombre. Yo nunca he querido imitar a los hombres en ninguna de
sus cosas".
El carisma, la vitalidad, era definida así por
María Félix: ''Lo que tengo es una alegría natural
y una energía natural, que eso ya es un don, ¿verdad? A un
cierto nivel, pienso que uno tiene lo que se merece. Pienso que un joven
muy joven es un don de la naturaleza. El don que te da esa piel maravillosa,
el brillo de los ojos. Pasando cierta edad, lo que tienes es lo que te
mereces, lo que te has dado en tu vida, cómo te has cuidado. Si
yo hubiera bebido alcohol o me hubiera fumado la mariguana o me hubiera
drogado y todo eso, pues tendría otro físico o sería
diferente. ¿Por qué? Porque la vida te cobra".
La conclusión, que cobraría realidad justamente
un día como este lunes, no podía ser más profética:
''Yo no le tengo miedo a la muerte. Pero tampoco tengo ganas de morirme".