SIDA: POLITICAS INSUFICIENTES
Aunque
el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) se ha convertido
en la tercera causa de muerte entre hombres y mujeres de 25 a 35 años
de edad en nuestro país, las partidas presupuestales oficiales para
combatir la epidemia y atender a sus víctimas tienden a reducirse,
en tanto que las estrategias orientadas a enfrentar este grave problema
de salud pública pierden coherencia, precisión y rumbo.
De acuerdo con el panorama del sida en México que
se publica hoy en estas páginas, 20 años después de
la primera muerte de un seropositivo registrada en el país, los
recursos que se destinan a campañas de prevención y a atención
de los infectados de VIH no llega ni a uno por ciento del gasto total en
salud.
Más grave aún, los documentos oficiales
citados en el reportaje indican que el actual gobierno no tiene idea precisa
del desarrollo y la extensión de la epidemia: piensa, por el contrario,
que se trata de un fenómeno "concentrado en algunos grupos", y concluye
que es pertinente enfrentarlo con "estrategias focalizadas" a "mujeres,
jóvenes, hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH), poblaciones
móviles, indígenas, trabajadoras y trabajadores del sexo
comercial y personas privadas de su libertad". La enumeración se
desborda a sí misma y contradice la premisa de la estrategia, porque
las personas de las dos primeras categorías (mujeres y jóvenes)
forman algo así como las tres cuartas partes de la población
total del país.
Es preocupante que, mientras la enfermedad avanza y diversifica
y multiplica a sus víctimas, las apreciaciones oficiales tiendan
a concentrarse en los grupos de riesgo definidos hace tres lustros, lapso
en el cual los patrones de expansión de la epidemia se han modificado
de manera sustancial.
Desde otra perspectiva, es inquietante que en este terreno,
como en otros, el actual gobierno se empeñe en tramitar la abdicación
del Estado a sus responsabilidades sociales plasmadas en el texto constitucional,
y se concentre en fomentar un asistencialismo a todas luces insuficiente
para hacer frente a uno de los mayores desafíos de salud pública.
Las autoridades federales debieran hacer conciencia sobre
la magnitud del problema y sobre los costos humanos que el país
tendría que pagar si no se aplica, hoy, una estrategia articulada,
coherente, extensa e intensiva de concientización para la prevención
del sida. Para ello, bastaría con voltear la vista a lo que ocurre
en algunas naciones africanas cuyas poblaciones ostentan porcentajes de
20 o 30 por ciento de seropositivos y que se encuentran, por ello, en vías
de extinción.